Irán prohibió las vacunas contra COVID-19 de Estados Unidos y Reino Unido

El supremo líder de Irán, Ayatollah Ali Khamene prohibió este viernes la importación de vacunas contra el COVID-19 provenientes de Estados Unidos y Reino Unido por considerarlas ¨muy inseguras¨

Fotografía: Getty Images
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Michael González

Lectura: ( Palabras)

El supremo líder de Irán, Ayatollah Ali Khamene prohibió este viernes la importación de vacunas contra el COVID-19 provenientes de Estados Unidos y Reino Unido por considerarlas ¨muy inseguras¨ 

¨Está prohibido la importación de vacunas de Estados Unidos y Reino Unido a nuestro país. Ya se lo comuniqué a las autoridades y ahora lo estoy diciendo públicamente… Si los estadounidenses fueron capaces de producir su propia vacuna, no tendrían porque tener un desastre en su país por el virus¨, dijo el líder de Irán en televisión nacional. 

De igual forma, acusó a Occidente de querer probar sus vacunas en otros países. El presidente de Irán se refería a cuando los iraníes hemofílicos se infectaron de VIH, hepatitis C, entre otras enfermedades tras recibir transfusiones de sangre

Las declaraciones de Ali Khamene es otra muestra de las tensas relaciones entre el país islámico y Estados Unidos luego de que el pasado 3 de enero se cumplió un año del asesinato del General iraní Soleimani por parte del ejército estadounidense.

Al momento de redactar esta nota, en Irán se han confirmado 1 millón 268 mil 263 casos confirmados de coronavirus y cerca de 56 mil muertes, de acuerdo con la OMS.

Mientras otros países de Medio Oriente como Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes iniciaron con su jornada de vacunación contra el coronavirus, Irán decidió desarrollar su propia vacuna, siendo la nación con más contagios y muertes de la zona

Líder de Irán arremete contra Estados Unidos

Ali Khamene también habló sobre lo ocurrido el miércoles en Estados Unidos, cuando simpatizantes al presidente Trump irrumpieron en el Capitolio para impedir que el Congreso ratificara la victoria de Joe Biden en los comicios de noviembre pasado.

¨Esa es su democracia, esa es su situación electoral¨, decía Ali Khamene mientras expresaba que esta situación era una especie de castigo por la supuesta injerencia por parte del país norteamericano en las protestas suscitadas en Irán tras las elecciones en 2009.

Todo esto ocurre bajo el contexto en que Irán aumentó el pasado lunes su nivel de enriquecimiento de sus reservas de uranio, rompiendo así el Pacto Nuclear firmado en 2015 y del cual Estados Unidos se retiró en 2018. 

Joe Biden, quien asumirá la presidencia de Estados Unidos el próximo 20 de enero, espera poder calmar las relaciones con Irán y hacerlos volver a cumplir con este Pacto y que el tema de uranio no se convierta en un problema en el futuro.

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Héctor Castillo Berthier
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( Palabras)

Fútbol y Política

El fútbol es un termómetro social.

Es un medidor anímico de lo que sucede en los países y está ligado —por la buena o por la mala— a la política.

Por ejemplo, en Irán hay protestas en todo el país, desencadenadas por la muerte de la joven kurda iraní Mahsa Amini, en septiembre de 2022 —que estaba bajo custodia de la “Policía de la Moralidad”—, las cuales crecieron constantemente donde viven la mayoría de los 10 millones de kurdos de Irán.

Se desató un bloqueo a las redes de comunicación en Internet para frenar los disturbios antigubernamentales en las regiones de población kurda.

Por ello, en el partido del lunes pasado de Irán contra Inglaterra, los 11 jugadores se abstuvieron de cantar el himno nacional de Irán, que vive desde hace dos meses esa ola de protestas contra el régimen iraní.

“Los once jugadores se mantuvieron rectos, impasibles y con rostro neutro mientras su himno resonaba en el Estadio Internacional Khalifa”, (Reuters, 21/XI/2022).

Su actitud fue una señal de apoyo a los manifestantes.

Pero: ¿Cómo reaccionó el gobierno?… ¿Y la sociedad?

La situación política de Irán afectó a los jugadores.

Después de la goleada que recibieron ese día —6-2 contra Inglaterra— hay mucha gente que “quiere matarlos”… El odio surgió contra ellos.

El odio es una enfermedad social que —en gran medida— origina la violencia. Todos los días nos vemos confrontados por el odio, ya sea público o privado.

Ahora, imagínese a los jugadores con los reflectores del mundial de fútbol.

¿No podría hacer algo más el fútbol —además de sus millonarios negocios— para apoyarlos?… ¿O salvarlos?

El entrenador de Irán, el portugués Carlos Queiroz, admitió que los jugadores iraníes están padeciendo la presión por las protestas en la República Islámica.

Dijo Queiroz: “No está bien venir a este Mundial y pedirles que hagan cosas que no son su responsabilidad. Ellos quieren traer orgullo y alegría a la gente… Pero, digan lo que digan, la gente quiere matarlos, (Op. Cit.).

La situación política le pasó su factura al equipo de fútbol.

¿Cómo enfrentar esto?… NPI.

Fútbol: juego aristocrático

Existe un libro singular y bien documentado: “La Isla del Fútbol” (Ed. Épica, 2006), escrito por Antonio Rosique y Rogelio Roa, que narra “la industria” del fútbol británico.

Hay una fecha significativa, el 26 de octubre de 1863, cuando se escribieron las primeras reglas del juego.

Cinco capitanes de clubes deportivos —Crystal Palace, Kilburn, Crusaders, Kensington School y la War Office— se reunieron para escribir unas cuantas reglas (“entre menos mejor”) para terminar con el caos que existía en ese deporte.

El balón, a veces era redondo. Otras, ovoide. Algunos lo pateaban. Otros lo llevaban con las manos… Cada quien tenía su estilo de juego.

En esa fecha —se asegura— nació el fútbol organizado y la mítica “Football Association” (FA), que daba vida al deporte amateur.

“El fútbol es un rito urbano. Su gran escenario es la ciudad. Aunque sus primeros hogares fueron las escuelas aristócratas de la Inglaterra del Siglo XIX. La dimensión gigantesca de este juego es producto de la Revolución Industrial y en particular de una batalla laboral ganada por la clase obrera. La historia del fútbol cambió el día que los trabajadores ingleses conquistaron su derecho a descansar la tarde del sábado” (p.17).

Podemos decir que el marxismo consiguió este avance social.

El ocio, dejó de ser un privilegio de las clases altas.

Los traspatios de las textileras se convirtieron en proto-estadios. Ahí llegaba la gente después de trabajar. Había una nueva actividad apasionante. Todos podían participar… Ya fuera como jugadores o espectadores.

Una vez tomado el fútbol por la clase trabajadora, no dejó ningún territorio virgen y se expandió con rapidez por el resto de Europa.

Y aunque su origen venía de escuelas de jóvenes ricos, muy pronto las fábricas, los barrios y las comunidades, se organizaron para entrar en competencia con quienes se encontraban del otro lado del río Támesis.

Esta expansión tardó apenas ¡120 años!, hasta llegar a la parte más cara de Londres: The City… El corazón financiero de Inglaterra.

En 1983, el Tottenham Hotspur se convirtió en el primer club británico en “flotar sus acciones”.

O sea, pasaron de la FA a ser un gran negocio en la Bolsa de Valores.

Poco a poco, muchos otros equipos entraron al sistema para generar cuantiosas sumas de dinero gracias a la inversión pública.

Pero estaban obligados a rendir cuentas a sus accionistas: “Y, a merced de millonarios excéntricos, fueron capaces de comprar, de dos o tres tajadas, un club que por décadas había pertenecido a una ciudad” (p.19).

Aunque no es igual en todo el mundo, la entrada del gran capital a este deporte dejó lejos la visión del deporte amateur y las organizaciones originales de la FA.

Hoy vivimos en medio de un negocio lleno de vida económica. Rebosante. Incansable en comprar, vender, cambiar, regalar y crear ofertas como si se vendieran tacos o hamburguesas… Además de los ascensos políticos.

Se volvió tan versátil el ámbito del fútbol que varios exjugadores son candidatos a cargos municipales… Ya sea como diputados, senadores, alcaldes, o gobernadores.

Entre meter —o parar— un gol y aprender a regirse por las reglas del mercado global, no hay mucha diferencia.

Las dos se aprenden en un equipo. O en Harvard. O en el fútbol internacional. O en un partido político… No importa, da lo mismo.

Por eso podemos preguntar: ¿Qué le dejará el mundial de Qatar al portero mexicano Memo Ochoa que detuvo un penalti contra Polonia?

Eso dependerá del nivel que tenga como “socio” en este gran negocio.

Son pocos los socios… ¡Y muuuchos los intereses!

Los demás, somos vistos sólo como simples consumidores.

La marcha pro AMLO

Mañana habrá una nueva marcha a favor de la 4T.

Sus enemigos dicen que será “para rescatar su ego abollado”… No creo que así sea.

AMLO le hace ver diariamente a la mayoría —la que le da el apoyo popular— que su proyecto peligra “por los conservadores”.

Si es posible, movilizará si puede a cinco o diez veces más gente que sus opositores.

Movilización y votos no son lo mismo.

Pero hay que mantener vivas estas imágenes para alimentar el discurso oficial.

La Cueva del Delfín

Los árabes —después de ganarle a Argentina— ganaron un día de fiesta… ¡Que viva el Fútbol!

¡Vientos huracanados!, si no me piden detener a Messi nos veremos por acá la próxima.


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Sara Baz
Sara Baz

La deriva de los tiempos


( Palabras)

¿Hay algún tiempo que es mío? No me refiero a un “tiempo para mí” como ansiamos todos en esta vida ajetreada, ni un tiempo de lo mío, sino a una serie de acontecimientos que están inscritos en “mi tiempo”. Ni modo. Esta entrega no será sobre algo de actualidad, pero sí sobre un producto cultural que adquirió un nuevo sentido para mí a raíz de la tensión generada en las semanas anteriores entre Estados Unidos e Irán. Hablo de Persépolis, de Marjane Satrapi (2000).

Esta novela gráfica de corte autobiográfico que, seguramente, será muy conocida por un público relativamente joven, me ayudó a completar un panorama muy difuso que tenía ilustrado en la mente sólo con las imágenes –igualmente difusas– de los noticieros que llegué a ver de 1979 a 1982, es decir, entre mis 3 y mis 6 años. Comprenderán que a esa edad una no construye una narrativa clara. Después, esas imágenes me revisitaron en forma de añejos documentales que me reprochaba no haber visto antes. Todavía no era historiadora, estaba completamente volcada en otros intereses y hacia 1990 me reprochaba por no haber estado al tanto de los acontecimientos de mi tiempo, como si ese tiempo ya se hubiera terminado. Para resarcirme, de agosto de 1990 a febrero de 1991, seguí con profundo interés las noticias sobre la Guerra del Golfo. El mundo bombardeado y mediado a partir de cámaras de visión nocturna se espectacularizaba para (mal que me pesara el pensamiento egoísta), pero eso sentía al verlo en la calidez de mi hogar y sin estar al pendiente de las sirenas o de las bombas. Esa distancia me hizo comprender que, aunque la guerra estuviera sucediendo al mismo tiempo que mi vida, no era “mi tiempo”.

persepolis
Imagen: Medium.

En el fondo de estas reflexiones está mi abuela Carmen. No le quitaba ojo a la televisión –es más, veía conmigo la Guerra del Golfo–, pero se notaba que nunca estuvo muy al pendiente de informarse sobre los contenidos de “su tiempo”. Tomando en cuenta que nació en 1922 y que vivió varios acontecimientos históricos de relevancia mundial, con frecuencia –e ilusión– la consultaba para saber qué oía de o cómo vivía durante los años de la Guerra Mundial. Lo que saqué en claro es que nunca puso atención a esas configuraciones narrativas o icónicas (tenía mejor memoria para la sección de espectáculos). No puso atención porque no tenían sentido para ella: no estaban en su horizonte; no eran “su tiempo”. Traigo a colación el desinterés histórico de mi abuela porque justamente era éste el que me aterrorizaba: ¿cómo iba yo a salirle a alguien con la respuesta de “no me enteré” o “no me acuerdo”?

La lectura de Marjane Satrapi me fue sugerida como una nada discreta provocación. Yo no había leído nunca una novela gráfica y comenzaba a interesarme por adquirir vocabulario y recursos de análisis formal de imágenes tradicionalmente relegadas al ámbito de la cultura popular. Yo, digna historiadora del arte de mi tiempo (1994-1998) me formé en una tradición académica que, si bien ya no despreciaba la imagen de masas, no consideraba que fuera ésta la que abriría una áurea trayectoria hacia las glorias doctorales. Así que hace poco, indagando para tratar de suplir mis carencias de aproximación formal al cómic, se me sugirió la lectura de Persépolis con un tono subyacente de “a ver si aguantas”.

Comunico mi experiencia inicial: la lectura no era nada sencilla. Para todos aquellos que nos formamos leyendo texto corrido, la exigencia que representaba la carga visual era mucha. No obstante, la gráfica contrastante me atrapó casi de inmediato, tanto como la curiosa mirada de una niña que se explica un mundo transido por conflictos políticos y religiosos y que destierra a Dios de su vida. Satrapi narra cómo se dio la revolución iraní a raíz del derrocamiento del Sah y cómo una sociedad progresista se vio de pronto inmersa en la represión que trajo consigo el Ayatola Khomeini.

Marjane Satrapi
Marjane Satrapi, historietista franco iraní (Fotografía: Cineuropa).

Satrapi asume con poco agrado la orden de llevar velo y los rituales escolares que ensalzaban a los mártires de la revolución. A pesar de que creció en el seno de una familia letrada y de ideas de avanzada, Marji y sus impulsos libertarios no encuentran cabida en ese régimen. Dado que acepta la propuesta de sus padres de irse a terminar su educación a Viena, Satrapi comienza a vivir su tiempo: siempre al día y sensible respecto de las problemáticas de su país, siempre comparando la futilidad de las quejas de sus amigos y compañeros del colegio, siempre consciente de que tenía una familia con la cual regresar, la ya adolescente instaura narrativamente su propio tiempo y se juzga duramente con el recuerdo del tiempo y de las circunstancias de sus connacionales.

A diferencia de mi abuela, la abuela de Marjane Satrapi es construida como una mujer que prodiga consejos sabios y acordes con las circunstancias de una mujer que va dejando la infancia y que se enfrenta a nuevos retos. Sus senos eran firmes y olían a jazmín; ése fue el recuerdo que Marji configuró al dormir por última vez junto a ella y que atesoró antes de partir por primera vez al mundo occidental: el espacio de intimidad, complicidad y seguridad que se abrió esa noche la acompañará nostálgicamente en sus correrías adolescentes en una sociedad en donde no puede encontrar una compañía honesta. La única visita que su madre puede hacerle la reconstituye como persona y la obliga a tocar fondo y a reaccionar con acciones frente a su inacción. Marjane inauguró así su tiempo, al que tuvo que renunciar narrativamente cuando, al llamar a su padre para saber si podía volver con su familia, puso como condición un respeto al silencio sobre sus últimos tres meses en Viena.

persepolis
Imagen: Words in the Bucket List.

Más allá de lo entrañable de la historia personal, Marjane Satrapi logra establecer una narración, somera pero clara, de los cerca de 4,000 años de historia de su región. Titular Persépolis a la obra es tomar una postura definida respecto del islam en Irán y de sus implicaciones geopolíticas. Su gráfica rinde tributo a un imaginario cultural que se logra sintetizar magistralmente en pocas páginas. Satrapi decidió hacer de esos 4,000 años de historia su tiempo, al hipostasiarlos en su narrativa como germen de muchas explicaciones a lo que le tocó vivir. A raíz del reciente conflicto entre Irán y Estados Unidos, Persépolis volvió al horizonte como una posibilidad de entender y contextualizar las tensiones en una deriva mucho más larga y compleja.

Como decía, mi abuela no me contó ni de la Guerra Mundial, ni de la Guerra Cristera. Con trabajos se acordaba del presidente del sexenio anterior. Pero, como la de Satrapi, me contó sobre ella, me contó de su tiempo, a través de la exploración de registros sumamente íntimos, de ser mujer en diferentes tiempos. Me enseñó a que hacer mi tiempo no es dominar datos e información descarnada de lo que me es contemporáneo, que no hay que censurarse por no saber, sino construir relaciones significativas entre nuestros tiempos y los de otros.

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José Elías Sahab
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De todo y de nada


( Palabras)

#RegresarACasa

Cuando uno ve lo que está pasando en Irán en estos días, así como el movimiento de tropas estadounidenses a esa región del mundo, se puede imaginar la vida del soldado. De ese joven que tiene que estar ahí por instrucciones de sus superiores, sirviendo a la patria. Se le puede imaginar no sólo en este momento histórico, sino en cualquiera donde haya existido una guerra, un conato de guerra o simplemente una ocupación temporal postguerra, como ha sido el caso de Irak o Afganistán. Cuando además, conocemos la vida de un mexicano-norteamericano que defiende, en este caso, los colores de Estados Unidos, el tema se puede volver desgarrador.

Hoy contaré la historia de Miguel (advierto que cambié el nombre y omitiré más información personal sobre él para mantenerlo en el anonimato), un joven soldado de 21 años que en este momento se encuentra trasladado de la base militar de Fort Bragg, en Carolina del Norte, a las costas de Kuwait para estar, como muchos otros soldados, en calidad de “reserva” por si hay una guerra con Irán. Ese grupo de tropas desplegadas por el gobierno de Estados Unidos, y que oímos en las noticias, a veces sin prestar mayor atención, no son más que jóvenes soldados quienes, uno a uno, traen su historia personal cargando y sus propias motivaciones de por qué ingresaron al Ejército o la Marina de su país. Lo que generalmente no tienen claro, es para qué sirven a su país o cuál es el motivo de su traslado, o qué problemas se tienen con la nación con la que se está en conflicto. Ellos sólo siguen órdenes. En el caso de Miguel, su causa personal para ingresar al Ejército fue su situación económica.

Nacido en la Ciudad de México y siendo hijo de padres mexicanos, Miguel emigró a California siendo un niño. Antes de que Miguel cumpliera los ocho años, sus padres decidieron irse para allá a probar fortuna. 2005 fue el año que marcó la vida de ese niño, quien dejaba su país para convertirse en ciudadano de otro, al que hoy defiende en las costas de Kuwait. Creció sano y amado por sus padres, pero con tropezones económicos que le quitaban cierta estabilidad. Así, un buen día y a los dieciocho años, decidió incorporase a la armada estadounidense. No estaba convencido de que era su vocación, pero sí de que estar ahí le daba posibilidades de desarrollo estable y sin los altibajos económicos como los que había vivido. No pasaron ni cuatro meses y se dio cuenta que esa estabilidad aparente, sólo era en lo económico. Muy pronto comprendió que se separaba de todo y de todos. Entendió que estaba a merced de sus superiores y no le gustó esa forma de vida. El problema es que cuando se quiso salir, simplemente no lo dejaron. Tenía un compromiso que cumplir y si dejaba la armada se consideraba traición a la patria. Tendría que cubrir sus años de servicio a la armada a la que él mismo, de manera libre, había decidido ingresar.

Cuando una madre tiene a un hijo en el Ejército, siempre está angustiada por él. En el caso de Miguel era incluso peor, porque la madre ya sabía que él no quería estar en el Ejército y, sin embargo, tenía que estar allá. La separación de la familia fue dura para todas las partes. Para Miguel, porque dejaba ese calor de hogar que siempre tuvo y porque, además, por ser mexicano, tenía más arraigo y cercanía con su familia. No era el típico joven norteamericano que a los 18 años se separa de su familia para irse a educar a otra parte o simplemente se alista al Ejército porque no tiene los medios para estudiar, trabajar y dejar su casa.

Miguel era hogareño. Para sus padres era durísimo porque, una vez asignado a su base, su contacto era mucho menor; y ahora que estaba del otro lado del mundo no tenían comunicación alguna con él. Al no saber nada de su hijo amado, la madre entró en una angustia brutal. Además, para toda su familia, Miguel era un mexicano que ni siquiera estaba defendiendo a su país, sino a otro del que no se sentía parte. Había vivido en él, pero siempre se había sentido un extranjero en ese país. Siempre era “the mexican” por más que sus papeles ya estuvieran arreglados y fuera un ciudadano de Estados Unidos. Para los norteamericanos no importan tus documentos o tu estatus migratorio, siempre serás mexicano, y por lo mismo, un extranjero en su tierra.

Ahora trato de imaginar a Miguel en esa base militar de Estados Unidos en Kuwait, rodeado de jóvenes como él, que visten un uniforme militar y que en sus caras reflejan absoluta incertidumbre sobre lo que va a suceder. Por ahí han pasado las tropas que han entrado a Irak y a Siria a combatir a Isis, los que fueron trasladados a Afganistán durante y después de la guerra contra los talibanes. Una base militar sin mucho que ofrecer, lejos de casa y lleno de caras asustadas de chavos veinteañeros que realmente no saben bien lo que hacen ahí. Que tienen que estar dispuestos a matar y a morir por una causa que no entienden y que, en muchos casos, ni siquiera conocen. Me imagino también cómo debe estar recordando a la gente que dejó en Estados Unidos; probablemente una novia a la que quería, sin duda a unos padres angustiados y a muchos amigos quienes, en libertad, se reúnen en algún bar para contar las anécdotas de sus empleos o negocios y cómo uno de ellos renunció feliz al yugo de un jefe insoportable. Él no podía hacerlo. Su obligación era obedecer y cumplir con sus años de servicio. Era equivalente a estar en una cárcel en donde, además, no sabías qué te deparaba el destino.

Probablemente Miguel esté pensando lo mismo que muchos de nosotros; que no hay nada más contrario y opuesto a la razón que una guerra, que matarse entre seres humanos es un hecho irracional. Que frente a ellos seguramente habrá jóvenes soldados iraníes que también vienen de alguna familia, que probablemente esos soldados se enlistaron en el Ejército por las mismas razones que él y que tampoco sabrían bien a bien por qué se encontraban peleando una guerra. Hace poco leí una frase que decía, palabras más, palabras menos, que en la guerra peleaban y morían jóvenes soldados que ni se conocían ni se odiaban, por instrucciones de viejos que se conocen y se odian, pero (estos últimos) no pelean, ni mueren.

Ojalá Miguel no tenga que pelear y morir. Ojalá ninguno lo haga, y rezo para que haya cordura en todas las partes. Se nos olvida que son jóvenes quienes pelean las guerras, jóvenes que apenas están iniciando su vida, que están confundidos en esas disputas, que están en países que ni conocen y que probablemente no ubiquen en un mapa, cada uno recordando su vida antes de ser soldados, cada quien en su variado origen, coincidiendo en una zona geográfica del planeta para actuar en cuanto se les ordene. Me imagino entonces a Miguel y a todos los soldados que se encuentran allá, así como a los iraníes que están concentrados en sus bases militares, y en general, a todos los soldados que están desplegados por todo el mundo, teniendo el mismo anhelo. Uno muy simple y poderoso: regresar a casa.

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