Detrás de la coloquial frase: “¡Que alguien me explique!” es obvia la necesidad de comprender una situación. Hoy, millones ansían explorar las causas – y posible derrotero – de los acontecimientos mundiales e invocan a la ciencia política y el análisis geopolítico para descifrar las interrogantes: ¿Por qué? ¿Quiénes lo hicieron? y ¿Quién gana o pierde?
¿Por qué Alemania, cuya seguridad energética reposaba en el suministro de gas y crudo ruso a precios más que accesibles y hoy importa de muy lejos esos combustibles más caros y con menor rapidez?
¿Por qué el canciller Olaf Scholz suspendió la certificación del gasoducto Nord Stream 2, dos días antes de la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania?
¿Quiénes avalaron las ‘sanciones’ alemanas contra Moscú, su principal proveedor de energía y mayor socio comercial? ¿Por qué al asumir el cargo, Scholz prometió “un cambio de era” (Zeitenwende, que se eligió Palabra del Año), pero tres meses después daba el sí al embargo al petróleo ruso y ahora importa de fuentes más lejanas y costosas?
¿Por qué el canciller respaldó esas represalias al Kremlin, que expusieron al cierre a sus empresas estratégicas – como la refinería de Schwedt?
¿Quién perdió y quién ganó? En agosto de 2022, en pleno verano, medios germanos revelaban que el precio de la electricidad superaba los 50 euros y el megavatio-hora era de 513 euros según Bloomberg ¡Y nada apuntaba a bajar pronto esos costes!
La escalada en el precio de la energía vulneró a la industria alemana grado que, la perspectiva de crecimiento en la tercera economía mundial, para el 2024, es inferior a la de otros países, según el dirigente de Cámaras de Industria y Comercio, Peter Adrián.
Sólo en 2023 el sector industrial pagó por energía más del 40 por ciento que en 2021, según Allianz Trade. El ‘motor de Europa’ ha dejado de crecer, ha caído su producción y amaga la recesión; por ello ahí se percibe que han pasado los tiempos mejores.
¿Quién ganó? No Alemania. Hoy está desdibujada en el tablero mundial e inquieta su ominoso silencio ante el sabotaje a los gasoductos Nord Stream del pasado febrero, y cuya responsabilidad sería de Estados Unidos vía Ucrania, según investigación de Seymour Hersch.
Por tanto ¡Que alguien me explique por qué Berlín siguió a Washington en una aventura-boomerang que sólo ha pesado – y costará más – a los alemanes?
Al abrir el cristal geopolítico se asoma al horizonte el 2024. El año del cambio – o refrendo- del poder en dos superpotencias: Estados Unidos (E.U.) y Rusia ¿Quién ganará y quién perderá?
Los centros de análisis estratégico (think tanks) advierten de un escenario pre y post-electoral caótico en la nación de George Washington. La atención se centra en el presidente, Joseph Biden, de 82 años, y el expresidente Donald J. Trump, de 78 años – que atiende 4 juicios donde le imputan 91 cargos -.
Los seguidores de ambos confían en ganar ¿Por qué? No se ve ninguna razón. El estudio de BCA Research anticipa que en 2024 la economía de E.U. seguirá decreciendo, lo que exacerbará el riesgo geopolítico al exterior y la incertidumbre interna.
¿Por qué? Al buen entendedor pocas palabras; la elección estadunidense depende de dos hilos: que no empeore la situación en Ucrania, donde Estados Unidos y la OTAN libran su Guerra Proxy contra Rusia; y de que Joseph Biden contenga la ofensiva de Israel en la Franja de Gaza.
¿Quién perderá? Todas las encuestas revelan que los estadunidenses no quieren involucrarse en esas operaciones. Y el costo inmediato lo pagarán los demócratas.
A 11 meses de la elección, los estrategas estadunidenses ya deben asumir que el mundo va hacia la multipolaridad. El sistema global ha entrado en un intenso período de transformación estructural que reordenará la geopolítica y reconfigurará de forma fundamental los negocios internacionales, sentencia el influyente Centro Teneo.
En ese contexto importa poner la mirada en Rusia, actor euroasiático clave en esa transformación estructural del mundo. Si Vladimir Putin (de 71 años) anuncia su intención de reelegirse, no tiene rival a la vista y seguiría al frente del país más grande del planeta por, al menos, otro período de seis años.
Hace 23 años que Putin ha conducido a su país, tersa y pacíficamente, en la transición del modelo soviético al de mercado. Usó con tino el potencial energético ruso para crear y ampliar la clase media que hoy lo respalda, junto con los habitantes de las 12 regiones del país, beneficiarios de los programas que su gobierno ha dispersado.
Con visión geopolítica, tanto como presidente o primer ministro, Putin se propuso reposicionar mundialmente a su país tras la debacle socio-política que significó la desintegración de la Unión Soviética y el bloque socialista.
Para ello, ese abogado de San Petersburgo usó su conocimiento de Occidente tras ser traductor y analista en Dresde, Alemania. De ahí su buena relación con Angela Merkel y el reconocimiento que ganó de las élites estadunidenses, por lo que en 2014 la revista Time lo declaraba Hombre del Año.
Ante la sorpresa y resquemor de E.U. el 6 de diciembre, Putin era recibido con la bandera rusa sobre el cielo de Abu Dhabi, en su visita de trabajo a Emiratos Árabes Unidos. A México – que en junio próximo también elegirá presidente – y al mundo les importa sobremanera la elección en Estados Unidos y Rusia. Quizás entonces podamos responder el ¿Por qué? y ¿Quién ganó y quién perdió?
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