XV Cumbre de los BRICS anuncia un nuevo mundo multipolar
Nydia Egremy

Cristal Geopolítico

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Los irreductibles BRICS celebran su Cumbre en Johannesburgo, Sudáfrica, con la alentadora oferta de un mundo multipolar.

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Allá por 2006, en pleno auge globalizador, el mundo conocía la existencia de los países BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que se sumó en 2010). Son economías emergentes más importantes, destinadas a ser las más influyentes del siglo XXI, anticipó entonces el analista del Goldman Sachs, Jim O’Neill, al presentar ese bloque del que, desafortunadamente, México quedó en el traspatio.

Este 2023, cuando la arquitectura mundial de la Segunda Posguerra cambia rápidamente con nuevas alianzas y desafíos multidimensionales, los irreductibles BRICS celebran su Cumbre en Johannesburgo, Sudáfrica, del 22 al 24 de agosto, con la alentadora oferta de un mundo multipolar.

Y hoy, cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se enfrenta con la Federación de Rusia en Ucrania, no es asunto menor hablar de multilateralismo. Para buena parte de los 189 estados miembros de Naciones Unidas, la herencia bipolar y luego la unipolar ha sido desastrosa. De ahí el entusiasmo por rebasar la hegemonía estadunidense y europea y avanzar hacia un mundo de cooperación diversificada y equitativa

Por ello la atención puesta en la cumbre de ese bloque, que reúne a las dos mayores potencias asiáticas, a la única potencia euroasiática, a la mayor economía latinoamericana y al más fuerte país afroamericano.

Son asombrosos los atributos geopolíticos de los BRICS: representan el 25 por ciento del Producto Interno Bruto mundial –apenas debajo del 27 por ciento del G7–, ya totalizan entre el 18 y 23 por ciento del comercio global, reúnen el 42 por ciento de la población mundial y concentran el 20 por ciento de la inversión global.

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Otra de sus fortalezas es que constituyen un influyente bloque energético, poseen notables recursos, enorme potencial manufacturero con geografía y superficies considerables y, a excepción de Rusia, se sitúan en el sur global.

En conjunto, las cualidades de los BRICS los hace estratégicos para la civilización contemporánea. De ahí que, en el último lustro, han reforzado sus planes para consolidarse; en 2018 propusieron el Nuevo Banco de Desarrollo que, con 50 000 mdd, financiará el desarrollo y la integración económica de los miembros bajo nuevas condiciones.

Un hito de esos actores globales fue su propuesta, en el Foro Internacional Económico de San Petersburgo del pasado junio, para establecer una moneda común que facilite sus intercambios, y a la vez, reducir su dependencia del dólar estadunidense.

En el ánimo de sus promotores está el análisis de Daniel McDowell de que Estados Unidos ha utilizado el dólar como arma de política exterior, tal como se aprecia con las sanciones económico-financieras que le impuso a Rusia por el conflicto en Ucrania.

Desplazar al dólar por las monedas de los BRICS –es decir, el proceso de desdolarización– no es una ocurrencia. La empresa de servicios financieros, JP Morgan, ha informado que desde 2015 el uso de esa moneda como reserva disminuyó en 6 por ciento.

A su vez, el presidente de Netley Group, Michel Goddard, considera que los BRICS ya son líderes en la desdolarización. Y en ese contexto el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, propuso ante países sudamericanos crear su propia moneda común.

El proceso de desdolarización, que desafía a Estados Unidos como superpotencia económica, anima a países de otras regiones. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) evalúan prescindir del billete verde en sus negocios, en particular con China para usar el yuan.

Irak ya dejó de usarlo, en tanto que India negocia con Bangladesh en rupias o takas, mientras que Rusia y Venezuela ya trabajan en un sistema alternativo al sistema de pagos SWiFT.

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Otro logro de los BRICS, son los exitosos acuerdos comerciales y pactos de cooperación intergubernamentales. China, con su Iniciativa de la Faja y la Ruta, así como Rusia con sus pactos energéticos, ofrecen términos mucho más ventajosos que los de Occidente.

Por ello, hoy en Johannesburgo se discute la adhesión a ese bloque de países de colosal fortaleza geopolítica como: Irán, Argentina, Arabia Saudita, Nigeria, Senegal, Tailandia, Bolivia, EUA, Kazajastán, Egipto, Cuba y Venezuela y en busca de cooperación para su desarrollo sostenible e inclusivo.

Esa adhesión de facto de más de 23 estados al llamado BRICS +, representa un enorme potencial de petróleo, gas, biodiversidad, agua, litio, oro y plata, entre otros. Por tanto, el fortalecimiento de un gigantesco bloque que desafía la hegemonía unipolar de Washington y sus aliados. Es decir, de ese Occidente rebasado por las mayorías que dibujan ya el nuevo mapa multipolar.

Ésa agenda será prioritaria en la cumbre de Johannesburgo, pues representa el avance hacia el anhelado nuevo orden político-económico global que relevaría el orden impuesto desde la Segunda Posguerra mundial.

Por primera vez desde su creación, el presidente ruso Vladimir Putin, no asistirá a la reunión de los BRICS en Johannesburgo, lo hará virtualmente. Pesa sobre él la polémica orden internacional de arresto que le impuso la Corte Penal Internacional; ente que persigue delitos de lesa humanidad y al que no pertenecen Estados Unidos, India, China ni la Federación de Rusia.

En términos prácticos, significa el recelo de esas potencias a someterse a un tribunal supranacional. “Justicia para los demás, pero no para sí mismos”, señalaba a Suissinfo la experta en Derecho Internacional, Marieke De Hoon.

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