La nueva arquitectura global tiene diseño y cimiento multipolar, sostiene el Grupo de los 77 mas China (G-77 + China). Así lo proclamarán Jefes de Estado y de Gobierno, en la Cumbre “Retos actuales del desarrollo: Papel de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”, del 15 al 16 de septiembre en La Habana. El acceso a los avances científico-tecnológicos es primordial para el bienestar de miles de millones de habitantes del llamado Sur Global.
El célebre G-77, ahora con China, nació en 1964 y a sus 59 años de vida exhibe su protagonismo y creativa diplomacia. Entonces, las naciones africanas y asiáticas se independizaban de la órbita europea y surgían como el mayor bloque de Estados en Desarrollo, cobijados por la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Eran los mismos a los que, en 1961, el psiquiatra y filósofo francés-caribeño, Frantz Fanon, bautizara como los “Condenados de la Tierra” y que, para rebasar su desigualdad, se unían en un bloque de apoyo mutuo.
Hoy esos 77 estados ya suman 134 –entre los que no figura México–, aunque sí Brasil, Argentina, Colombia, Bolivia, Bahamas, Barbados y Haití, junto con Arabia Saudita, Argelia, Egipto, Norcorea, Filipinas, Bangladesh, Bosnia y Herzegovina.
Así, el G-77 + China es el bloque de negociación más influyente en la ONU; “donde todos cuentan” sean pobres o economías en vías de desarrollo, pues combinan sus intereses, afirmaba hace días el embajador cubano en Etiopía, Jorge Lefebre.
En su diversidad, el G-77 + China proyecta sus intereses colectivos con visión geopolítica con la negociación conjunta ante las superpotencias, rechazar hegemonías y reclamar el derecho de sus pueblos a disfrutar del bienestar que el mundo industrializado.
Ese Sur global progresista, ve a la ciencia y tecnología como herramientas geopolíticas para acceder al conocimiento, alcanzar la paz y seguridad mundiales. Invertir en salud, educación y ciencia, es evitar el saqueo de recursos estratégicos del sistema imperante que frena su desarrollo.
Tal es el caso de Cuba, que por seis décadas resiste al ilegal y multidimensional bloqueo de Estados Unidos, que en estos días acoge la Cumbre del G-77 + China y donde proyectará al mundo su gran fortaleza geopolítica con dos expresiones:

Una, con sus misiones médicas internacionales, que sanan a víctimas de malaria, dengue y ébola en Nigeria, Guinea Ecuatorial, Angola o Gabón y atienden emergencias en Haití, Brasil, Ecuador, México o Liberia. Y la otra, con su asombroso desarrollo bio-tecnológico y médico.
Paradójicamente, ambas son reacción inversamente proporcional a la prohibición del Departamento de Estado (DE) estadunidense, para que la isla acceda a medicamentos y materias primas para fabricarlos.
Esa estrategia apuesta a sacrificar la salud de los cubanos, para que se inconformen contra su Gobierno y detonen una revuelta. Prefieren sacrificarlos a que respalden al Gobierno que desafía el perverso ciclo: saqueo-pobreza-desigualdad-corrupción.
Por ello el bloqueo, esa vendetta político-comercial y financiera que –entre otras– impide a los científicos cubanos disponer de equipos de alta tecnología e insumos básicos. Sin embargo, esa perversa estrategia ha fracasado, pues estimuló el desarrollo del boyante sector bio-tecnológico en la isla que goza de prestigio internacional.
Esos notables logros científico-tecnológicos cubanos son sistemáticamente silenciados por la prensa corporativa y think tanks.
Ocultan que Cuba fue el primer país del mundo al que reconoció la Organización Mundial de la Salud (OMS) por eliminar la transmisión del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH) de madres a hijos. Ello fue en 2017, en plena ofensiva político-financiera de Donald Trump contra La Habana.
Detrás del éxito está una política que privilegia al ser humano, no el negocio, que lidera el Ministerio de Salud Pública con miles de artífices, los discretos expertos del Centro de Genética y Biotecnología, del Instituto Finlay dedicado a salvar vidas.
Pese al muro de silencio, el poderoso arsenal biotecnológico cubano aumenta y salva vidas. Eficaces medicamentos cubanos llegan al mundo, como Heberprot-P, que reduce significativamente el riesgo de amputación de miembros por úlcera del pie diabético, ya probado en hospitales de México con alto porcentaje de eficiencia.

Hace 30 años se aplica en Cuba y otros países la vacuna Va-Mengoc-BC, contra la meningitis meningocócica, en más de 60 millones de personas. A la par, pacientes usan el fármaco contra el cáncer de piel y tumores malignos; así como la vacuna que evita la difteria, el tétanos, la tosferina y la hepatitis B.
El botiquín cubano está pleno de productos contra cáncer de pulmón, contra la influenza que causa la neumonía, para controlar el colesterol, la hipertensión y angina de pecho, entre otros.
En 2021, ante la pandemia por COVID 19, esa lista se enriquecía con vacunas que neutralizan las nuevas cepas: las Soberana 02, Soberana Plus, Abdala y la intranasal Mambisa, cuya cualificación solicitó ante la Organización Mundial de la Salud, según The British Medical Journal. Todas, disponibles en México.
A menos ocho países asiáticos (Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Surcorea, Taiwán, Hong Kong, Filipinas y Tailandia) muy afectados por la hepatitis, ensayan la eficacia de la vacuna cubana contra ese mal.
Cuba presentará sus éxitos por garantizar la salud de propios y amigos, en la Cumbre del G-77 + China, ese Sur global que defiende el acceso a la ciencia y el conocimiento como ejes del nuevo orden multipolar.
