Bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), México ha organizado este 22 de octubre en Palenque, Chiapas la cumbre sobre migración “por una vecindad fraterna y con bienestar”, para una gestión ordenada de un fenómeno migratorio que ha ido subiendo de “intensidad” en el flujo desde el sur latinoamericano hacia Estados Unidos y que última y reiterativamente la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha advertido de “sin precedentes”.
Es evidente el “desgaste” de las políticas públicas del subcontinente en la contención en sus países de los potenciales migrantes, debido sin lugar a dudas a factores tan diversos que tienen que ver entre otras cosas con la estructural desigualdad de oportunidades, la falta de confianza en la institucionalidad de los países de origen de los migrantes, y la violencia asociada al narcotráfico y el crimen organizado, entre otras cosas.
Es llamativo por ejemplo el llamamiento público que hizo a fines del reciente septiembre el ministro costarricense de seguridad Mario Zamora a “reivindicar el derecho a no emigrar” —en el contexto de una gira de trabajo en la jungla del Darién, frontera de Panamá con Colombia— cruzada por más de 390,000 migrantes indocumentados en lo que va del año.
Creo que el problema en este caso es que la “lectura de la realidad” en este caso del señor Zamora es hecha desde un ángulo de confort y que se “aleja” ciertamente de la posibilidad de ser empático con seres humanos que no “por gusto se van”, es la opresión sistémica que los hace emigrar cuando el horizonte sociopolítico y económico en el que se mueven no les permite “observar” alternativas lícitas para el florecimiento humano.
Y como ejemplo me gustaría retomar el comportamiento “tico” que unilateralmente impuso medidas de visado consular a ciudadanos hondureños desde este 6 de octubre, apelando a razones de seguridad ciudadana, —consideradas “desacertadas” desde su inicio por Oscar Arias Sánchez, Nobel de la Paz costarricense y ex presidente “tico”; respondiendo de la misma manera las autoridades “catrachas” un par de días más tarde, amparados en el principio de “reciprocidad”— y cuya “telenovela se cerró este 24 de octubre, en un encuentro entre dirigentes de ambos países que “suspendieron” dichas medidas, sustituidas por labores de colaboración binacional en materia de facilidades de información sobre ciudadanos de ambos países que proyectan viajar.
Y es que, a mi parecer, es una cuestión lógica que los “hacedores de mal” no necesariamente “entran” por la puerta lícita, pues siempre se valen de las “grietas oscuras” del sistema para infligir daño y a la identificación de estas es la que deben apostar las autoridades de la región para evitar seguir causando “sufrimiento” a los migrantes que se ven entonces expuestos a la intemperie retórica de la xenofobia y de la marginalización producto de la vulnerabilidad económica en la que transitan.
En definitiva, pienso que se debe apostar a medidas integrales de gestión del fenómeno desde una mirada humanista que “bloquee” lo coercitivo y dé paso al entendimiento intercultural y eso es a mi parecer a lo que le apuesta el presidente mexicano con esta iniciativa, cuyos acuerdos serán transmitidos “personalmente” al presidente estadunidense Joe Biden en noviembre para relanzar nuevas estrategias en torno al particular.
Posdata: Al evento en la exuberante Palenque, sembrada en el sur mexicano, asistieron presidentes y representantes de doce países americanos. El ex canciller mexicano Jorge G. Castañeda hace una dramática radiografía al respecto: la cifra de detención de migrantes en Estados Unidos alcanzó más de 300,000 en agosto y en varios días de septiembre tuvieron lugar entre 8,000 y 10,000 detenciones en la frontera sur del país anglosajón.
Hola Alfredo podrías publicar alguna reflexion sobre lo que está ocurriendo en Acapulco a consecuencia del huracán Otis?