#DiálogosConDios
En México, país eminentemente católico, la Semana Santa se celebra en prácticamente todo el territorio nacional. Para muchos, son tiempos de guardar. Se recuerda al Cristo crucificado que murió y luego resucitó para salvar a la humanidad. La religión es tan arraigada que incluso son días de asueto para oficinas y escuelas. Muchas personas aprovechan para salir de vacaciones y también para estar en familia o con amigos. Otros van a las iglesias y siguen el viacrucis y los rituales de la iglesia católica al pie de la letra y atienden a las misas correspondientes del Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección (hasta ahí mi raquítica sapiencia religiosa). Independientemente de que se profese la religión católica, otras cristianas o cualquier religión para el caso, o no, la Semana Santa nunca pasa desapercibida en nuestra nación.
Yo soy católico y creyente de que Dios existe y, para mí, todas las religiones son respetables y todos los credos tienen algo de verdad, algo de fe y mucho de organización y de administración terrenal que también las hace que cada vez pierdan más adeptos. Hoy mi articulo no va a hablar sobre las religiones sino del permanente diálogo con Dios. Por lo menos el mío, que ahora comparto con el lector.
Seguramente les ha pasado que están en algún problema donde no encuentran solución y de repente, como si fuera un milagro, se resuelve y todo sale bien. Probablemente en esa desesperación se encomendaron a Dios para que les ayudara.
Dicen que, hasta el más ateo, en un momento de desesperación, de peligro inminente o de alguna situación extrema, voltea al cielo y pide a Dios.
A mí me pasa que en todo momento estoy en un vaivén de ideas para lograr ser un mejor ser humano, conseguir los objetivos que me planteo, ser una mejor pareja, ser un mejor padre para mis hijos, un mejor hijo, hermano, amigo, etc.
Siempre estoy en un diálogo conmigo mismo en un afán de escribir mi vida de la mejor forma que pueda. En ese diálogo interno hago preguntas y encuentro respuestas, veo opciones y tomo decisiones. A veces salen bien, a veces salen mal, pero así es como uno va construyendo su destino. Lo que hace a ese proceso interno increíblemente maravilloso es la intervención de Dios. Yo platico con él siempre. No hay método, aunque los puristas siempre dicen que es a través de la oración. Yo simplemente tengo un diálogo. Le platico lo que siento, lo que me preocupa, lo que son mis sueños y un sin fin de cosas más y siempre, de alguna u otra forma, me contesta. Se hace presente. Y han sido esos diálogos lo que me ha dado rumbo en la vida.
Todo ser humano tiene momentos de dicha y momentos de tristeza, momentos donde siente que tiene su vida en control y momentos de absoluta incertidumbre, momentos de paz y momentos de angustia. Así es la vida. Para mí, mis diálogos con Dios han sido la única constante y siempre me ha ido bien en el balance entre lo bueno y malo por ese permanente diálogo. Todos los días agradezco todo lo bueno que tengo y platico con él sobre lo que no entiendo, lo que me preocupa, los problemas que pueda tener o cualquier cosa en la que necesite claridad. Esa trillada frase de “ponte en manos de Dios” de verdad que funciona, y al final siempre el resultado es positivo.
Yo los invito a que hablen más con Dios. Sin rollos mochos, ni protocolos religiosos, simplemente con la seguridad de que está siempre con ustedes y que siempre escucha y ayuda. Nadie más al pendiente que él y en los momentos en que creemos estar más solos es cuando más lo sientes, solo hay que estar atento.
Les deseo que estas pascuas estén llenas de reflexión y de diálogos internos, donde Dios sea el interlocutor principal y el guía de su destino.
Valiente declaración en favor de la fé Católica y útil reconocimiento del valor de la Oración.