¿Se acuerdan de Cecilia Giménez? Esa ancianita octogenaria que restauró el Ecce homo, obra mural de Elías García Martínez. En el año 2012 y frente al deterioro que presentaba el fresco pintado en 1930 en la localidad de Borja, comunidad autónoma de Aragón, Cecilia, quien había hecho algunas incursiones en la pintura, consideró que podía arreglar el problema. Al cabo de unas cuantas pinceladas, Cecilia creó una imagen que se volvió viral y que ha sido pretexto para que investigadores sobre cultura digital se aboquen a explicar el fenómeno: la horrenda imagen que en primera instancia se apreció como destrucción al patrimonio y símbolo de vandalismo, dio un viraje y, al viralizarse y formar parte de la cultura de internet, generó interés y atención, además de productos de mercadotecnia como llaveros, imanes… Ese 2012, las fiestas de Halloween vieron desfilar a varios personajes disfrazados, no del Ecce homo, por supuesto, sino de la figura que Cecilia había producido con su intervención.
Hace un par de semanas, mientras esperaba el autobús, me llamó la atención una camioneta de mudanzas que pasaba por Gabriel Mancera. Mis ojos se fueron directamente a la imagen del Cristo (juzguen, apreciables lectores, por ustedes mismxs).
No pude hacer entonces un concienzudo análisis, dada la velocidad del vehículo, pero pude hacer la foto. Después de sentarme a analizar qué me causaba tanta gracia, más allá del trazo desmañado e ingenuo, pensé por supuesto en esos rasgos descuidados y en que me recordaba al Cristo de Borja, tal y como Cecilia lo había dejado.
En una comparación ya más minuciosa, advertí que ni la dirección de la mirada, ni el ángulo de la inclinación de cabeza eran similares. Quizá lo que me llamó la atención de esta imagen es que me permitió entender cuáles fueron las dificultades técnicas que enfrentó Cecilia y que produjeron una cabeza redondeada, como envuelta en un velo y coronada por un gorro de piel. La sombra de la barba y el cuello produjeron esta extraña visión no crística, sino más bien terrorífica (con rasgos deformes, al punto de convertirse en disfraz de Halloween) pero quien llevó a la lámina nuestro Cristo de la camioneta, a todas luces, comparte referencias culturales con toda una comunidad sígnica cristiana occidental y tuvo mayor pericia para pintar la corona de espinas, que, aunque ciertamente se ve disociada del resto de la composición, no ofrece una mancha borrosa como la de Cecilia Giménez.
Un pequeño paréntesis: Cecilia se atribuló mucho al volverse viral el resultado de su intervención, pues ella lo hizo con amor y buena fe y no quería infligir ningún daño a la imagen de García Martínez. No sé si Cecilia haya hecho su trabajo con fe, pero sí declaró a varios medios que lo hizo con amor. Tras las burlas que llovieron sobre el nuevo Ecce homo, el párroco de la iglesia donde la imagen se localiza pidió tapar la imagen para impedir que se cometieran actos de impiedad. Según se reportó, Cecilia fue objeto de varias demandas por vandalismo hasta que el alcalde de Borja advirtió que su localidad se había hecho visible a los ojos del mundo.
Ahora bien, volviendo a nuestro Cristo mexicano, no puedo afirmar si quien lo pintó es una persona rotulista de profesión, si se le encomendó el trabajo o si manos no experimentadas decidieron, por amor y devoción, crear la pintura sobre la cara frontal de la caja de la camioneta. En México estamos muy habituados, por tradición, a las imágenes devocionales omnipresentes y que no necesariamente deben cumplir con un canon formal, corrección anatómica o cosas por el estilo. Desde la pintura de las pulquerías hasta los autobuses cuya luna trasera representaba un paisaje, la tradición del rótulo mexicano es rancia y sigue gozando de buena salud. Baste recordar la ola de protestas desatada por el acto autoritario y reduccionista de Sandra Cuevas en la Alcaldía Cuauhtémoc, cuando la señora decidió eliminar los rótulos de los puestos de comida callejera.
La persona que hizo el Cristo de la camioneta pudo haber tenido como modelo visual un Ecce homo o una Crucifixión. En todo caso, sus ojos están permeados de esa iconografía y de ese pathos que no falta en la imagen, a pesar de que no exista un ápice de corrección anatómica, de que se haya batallado con las sombras y la profundidad, lo que se hace muy evidente en los rasgos de la boca entreabierta, las sombras del cuello y rostro y, desde luego, la dirección de la mirada, tamaño de los ojos y expresión de las cejas.
Si varios investigadores del arte digital, como Nathalia Lavigne, afirman que la imagen producida accidentalmente por Cecilia se convirtió automáticamente en un meme, permeó Internet y se decidió conservarla porque le comenzó a representar miles de visitantes extra a la localidad de Borja, el fenómeno se vuelve todavía más interesante si se piensa en el Cristo de la camioneta como un segundo o tercer componente de un meme que vuelva sus ojos hacia la creación de Cecilia:
¿Por qué me entretengo en esto? Por el valor que tiene para la cultura visual y por la belleza de ejemplo que nos proporciona a quienes estamos interesados en ella en tanto medio de propagación, consciente o inconsciente, de los pathosformeln de Warburg, es decir, de los tropos gestuales que nos enseñan a identificar una emoción y, no sólo eso, que nos permiten componer todo el significado que está en torno a una imagen que podemos acusar de deficiente.
Pues bien, no lo es. Ninguna imagen es deficiente si se le mira con códigos extraacadémicos o bien, si se resignifica la axiología de lo que considerábamos, hace muchos siglos “bello”. Internet y la viralización de estos “accidentes felices” como diría Bob Ross, crean nuevos códigos visuales de consumo masivo que producen, a través de otras mediaciones, otras formas de apropiación de la imagen. Ya no estamos frente al icono religioso cuasi sagrado; al contrario: estamos ante el icono pop, susceptible de ser significativo (o no) para quien sea.
Si creímos que estábamos frente a la peor restauración del siglo XXI con la intervención de Cecilia Giménez, en 2020 alguien hizo lo suyo con una Inmaculada de Murillo. Según la RTVE, estamos frente a los nuevos iconos de nuestra centuria; internet y la viralización de estos errores contribuyen a formular una cultura pop de la ironía que se resignifica y se adecua a cada necesidad contextual. El Cristo de Borja, intervenido por Cecilia, le valió a la comunidad un elevado número de visitas de turistas que querían ver “la imagen original”: huelga decir que me refiero al original del meme viralizado en internet. Es decir, la pintura mural intervenida por Cecilia tiene, si seguimos a Walter Benjamin, su propia “aura”. Dudo que alguien actualmente lamente la pérdida de la imagen de García Martínez. Fortuna crítica, le llaman.
Pies de foto:
Cristo de Borja antes de su restauración, a la izquierda y el Cristo intervenido en 2012 por Cecilia Giménez Zueco. Fuente:
https://www.latercera.com/culto/2022/08/26/el-ecce-homo-de-borja-historia-de-un-desastre-que-se-volvio-icono/
Disfraz del Cristo de Borja. Fuente: https://arterrizacomopuedas.wordpress.com/2012/11/14/el-eccehomo-de-borja-arrasa-como-disfraz-en-estados-unidos/
Rostro de Cristo en camioneta de mundanzas. Foto: Sara Gabriela Baz.
Cristo de Borja restaurado por Cecilia Giménez.
A la izquierda, Cristo de Guido Reni, modelo para el Cristo de Borja de García Martínez. Fuente: https://www.latercera.com/culto/2022/08/26/el-ecce-homo-de-borja-historia-de-un-desastre-que-se-volvio-icono/
Cristo de la camioneta viendo al Cristo de Borja restaurado por Cecilia Giménez. Imagen compuesta por la autora del texto.
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