La denominación de “arte” no es una garantía para violar los derechos y la ética. Eso no lo saben en el Museo Tamayo. Con la etiqueta de “arte” exhibieron un performance con perros que “fingían estar muertos sobre tapetes”, la responsable es la artista VIP Nina Beier, bajo la curaduría de Aram Moshadeyi y la autorización de la dirección del museo. Los perros fueron utilizados como objetos para que la artista VIP reflexione sobre los lugares comunes que se agotan en este tipo de obras.
La vida y la muerte, las relaciones de dominio, la presencia de los objetos cotidianos es el etcétera, etcétera del arte VIP, para justificar que cualquier cosa puesta en la sala del museo se convierte en arte. Con esta línea de pensamiento, para Beier los animales son objetos, no le interesa si están estresados, si están incómodos, tienen sed y lo más importante: no se pregunta si su “creatividad” está violando el derecho de un ser vivo a ser tratado con dignidad.
Ese performance pudo ser montado con seres humanos, ¿por qué no lo hicieron? Aquí das una patada y sale un performancero o una performancera feminista, los ponen sobre tapetes y que se hagan los muertos durante horas, así lo han hecho decenas de artistas, ella misma pudo ser la “muertita” y hacer su performance.
La obra de Beier para nada es original, hace lo mismo que todo el mundo en el arte VIP, pone objetos cotidianos, lo que llama esculturas son objetos que compra. Son readymade y para el Tamayo trajo las mismas obras que ha repetido durante años.
Maltratar animales no es arte, y el cuerpo de obra de Beier, tampoco es arte. Lo que sucede es que la ideología del arte VIP pasa por encima de la ética y no respeta los valores, por eso es un canon que utilicen animales y los maltraten, con la complicidad del museo como sucedió en el Museo Tamayo.
Podemos ver la obra de Beier, una silla rota, montículos de tierra, un cangrejo vivo agonizando en un plato, ropa vieja, objetos que llama esculturas y que compra. El Tamayo decide traer a México una artista mediocre sin una trayectoria u obra relevante, y le entregan el museo, pide perros para un performance y nadie le pone un alto, nadie le dijo que eso era antiético, que está prohibido usar animales en espectáculos, y lo más importante, nadie le dijo que eso no era arte.
Beier tiene derecho a todo, incluso a pasar por encima de la vida de esos perros y de las leyes de esta ciudad. Estas exposiciones se realizan con fondo públicos, invierten en una artista mediocre, en un curador residente, es un montaje carísimo porque se trajeron de Europa todos los tiliches de Beier que ella llama esculturas, ponen más de mil macetas. ¿Se pueden imaginar cuánto costó? Para que al final, la obra central fuera el abuso animal. Este tipo de obras las traen a México porque creen que aquí es más fácil violar la ley, ya vieron que no.
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