Cuán feliz es aquel que carece de la conciencia de
las cosas con que vive. ¿La ignorancia le hará libre y feliz…?
Un eterno conflicto condiciona nuestra vida, conflicto interno entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, entre la sinceridad y la hipocresía, entre el amor y el desamor, entre la lealtad y la traición.
Cuán dañina resulta la mentira, pero ¡oh, cuán lacerante resulta la verdad!
Imperfecto por naturaleza, el ser humano es un eterno aprendiz durante su vida, expuesto a yerros muchos y pocos aciertos, sujeto además a las disyuntivas de las múltiples pasiones propias de su albedrío y las pobres virtudes de su esencia.
Nace en la ignominia y a ella ha de volver más temprano que tarde, pero inexorablemente, paria, desnudo y desposeído. Nada habrá de llevarse que no sea un sudario, humilde o lujoso que, para el efecto, poco importa.
Si la fortuna le sonríe habrá existido, en opulencia, miseria o medianía, algunos o muchos años de su vida. Habrá vivido poco, que es otra cosa relativa o habrá tenido, simple y sencillamente, soplo de vida.
Habrá recibido honores o traiciones, dicha o desengaño, fidelidad o hipocresía.
Al final del camino, tortuoso o placentero, el desenlace será el mismo.

Las pasiones más abyectas o las más excelsas virtudes estarán en permanente combate. Dolores ruinosos, placeres artificiosos, vicios inefables, entrarán en juego constante y determinarán el devenir cotidiano del hombre y su entorno, poniendo en jaque permanente su mente y espíritu.
La condición humana, compleja y conflictiva por naturaleza, se ve sujeta a una serie de estímulos contradictorios en una sociedad incierta, voraz, materialista, egoístamente competitiva y alienada, paradójicamente ensimismada en un ambiente hipercomunicado.
El ser humano, con su carácter humano, se va deshumanizando cada día más, convirtiéndose en el depredador de su propia especie y de sí mismo.
El amor, la bondad, el perdón, la misericordia, el sentido de otredad, de comunidad se van quedando atrás ante el egoísmo de la lucha por la sobrevivencia y la búsqueda del éxito y el placer a toda costa.
Vivir significa poseer, lograr lo material en lo individual, muchas veces en un juego perverso de suma cero. El bien de uno puede representar el mal de muchos.

La enfermedad que aqueja a la humanidad, a la que no se le ve salida aún, además de la calamitosa cifra de muertes, ha traído consigo una secuela de sufrimiento íntimo, ha contribuido a la separación de familias, ha deshecho hogares, ha impregnado las almas de vacío y sequedad y ha puesto de relieve la fragilidad del ser y de la colectividad.
Pero quizás la fatalidad que se cierne sobre la humanidad sea momento propicio para repensarnos como individuos y como sociedad, una oportunidad para replantearnos el mundo y el futuro que queremos vivir.
Retornar a los valores y postularnos como responsables del bienestar de nosotros mismos y de los demás en el hoy y en el mañana sería una buena forma de comenzar a cambiar nuestra realidad y hacer del espíritu humano el verdadero constructor de un mundo mejor y no el depredador, como ha sido hasta hoy, de sus semejantes.
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@HHuizar58