Iniciemos con una pregunta que puede resultar inocente: ¿A alguien, en esta circunstancia de conflicto internacional, resultaría una sorpresa que agentes de inteligencia de la GRU (agencia militar de inteligencia rusa, heredada de la Unión Soviética) tuviera un interés especial por mantener a sus espías en México?
Desde luego que la respuesta es no. Salvo que los servicios de espionaje de aquella potencia se hayan lanzado a la aventura sin conocimiento del terreno, el enemigo y de sus objetivos estratégicos. Tal candidez sería incomprensible y, por qué no decirlo, suicida.
Tal parece que la guerra está muy lejos de nuestro territorio como para tener una real preocupación, el conflicto bélico se desarrolla en un teatro de operaciones que no nos involucra, pero por desgracia o buena fortuna –no lo sabemos aún– somos vecinos inmanentes de uno de los grandes actores que participan en él.
Las revelaciones del gobierno de los Estados Unidos respecto a la actividad de espías y su concentración en nuestro país, no debería sorprender a nadie. Más bien debería motivar el cuestionamiento de si existe en México, entre los organismos de Inteligencia y Seguridad Nacional alguna previsión al respecto, dado que no se explica que hayan sido los órganos de inteligencia norteamericanos los que hayan puesto el tema en la palestra y no se dé la relevancia necesaria al tema.
México, por razones naturales, se convierte en la actual confrontación, en la nueva Casa Blanca, como lo fue en su momento, tras la Segunda Guerra y la Crisis de los Misiles, no sólo por su “alineación ideológica”, si no por su indefinición acudiendo a los tradicionales, aunque maleables, principios de política exterior.
Los tiempos han cambiado, pero la circunstancia geopolítica persiste y las relaciones se han fortalecido y complicado. La estrategia del avestruz carece de vigencia y los tiempos exigen definiciones más claras y contundentes. El juego de “arréglense entre ustedes” parece ofrecer más obstáculos que oportunidades. No deberían menospreciarse los señalamientos de Ken Salazar, ni las constantes visitas de personajes de primer nivel de los Estados Unidos a nuestro país.
Hasta hoy su asiduidad ha sido, al menos en las traducciones noticiosas, de cordialidad y en temas periféricos, pero todos sabemos, o intuimos, cuáles son las verdaderas preocupaciones que los vecinos advierten en nuestra política interna: Violencia; descomposición política y social; ineficacia administrativa; desorden; realineación; y, sobre todo, falta de oficio, rumbo y coherencia.
Desde luego que, viviendo en una sociedad aislada, enteramente doméstica y, pretendidamente autárquica, esto quizás sería posible, pero en una realidad global, interdependiente y basada en poderes fácticos que no respetan fronteras, circunstancias ni límites geográficos, esto rebasa los límites de la utopía o la declaración de la política interna.
Las respuestas están a la vista con las visitas de los principalísimos dignatarios que acuden con frecuencia a nuestro territorio, la intencionalidad es evidente, aunque la comunicación cotidiana lo desmerezca.
La pregunta final es: ¿Y qué hacen nuestros contraespías? ¿Tenemos?
grhhuizar@gmail.com
@HHuizar58
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