En la noche aciaga de mi vida
vino con luz a devolver la tranquilidad del alma.
De pronto la muy cruel neblina, la oscuridad, la ruina,
se abrió de lleno a la claridad del alba.
La noche fúnebre
turbada de tristeza, de inquietud, de miedos y penumbra
se abrió a la luz con inocente calma.
Llegóse a mí, sin cuerpo, sin figura,
con un soplo de amor y de ternura.
Calmó mi mente en turbulenta trama
y transmitió a mi pecho su dulzura.
Largó el ayer
y puso en la conciencia nueva flama
sin pecado, sin realidad, sin nada.
Erradicó de la mente el ego,
puso una pluma de paz junto a mi almohada
y se diluyó con diligente ruego.
Llegó a mi sueño
con la promesa del candor profundo,
del amor y del perdón del alma.
Dejó el calor del abandono
en el Espíritu Divino
e impuso con su dedo la infinita calma.
A todas las creaturas que El Padre crea
de su paz y espíritu permea
y deja siempre que su albedrío sea:
Opción de bien, perdón y ser felices
Opción de mal, nos dice, tú decides.
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