Mucho se ha hablado acerca de la evolución espiritual del ser humano; sin embargo, cabe preguntarse a qué específicamente se refiere esto y hacia dónde dirige a la humanidad.
La espiritualidad de la creación está relacionada con dos variables fundamentales: La primera corresponde a la interacción de todo lo existente y la segunda con la ineludible vinculación para que el resto exista, es decir, la razón de ser de cada uno es para que el resto sea. Este movimiento funciona por programa o por instinto en todo el universo.
Sin embargo, como se ha mencionado frecuentemente el comportamiento humano difiere radicalmente del resto de los seres existentes dada su capacidad de elección que le permite incluso ir en contra del bienestar y la estabilidad del todo.
Para un ejercicio libre de la elección que le lleve a funcionar de acuerdo con el movimiento de todo lo creado, el ser humano está dotado de sensibilidad, conciencia y memoria para evaluar las consecuencias de sus determinaciones y redirigir su actuar para contrarrestar el misterio del mal que le lleva a romper el equilibrio del todo cuando le domina el egoísmo, el poder y la violencia.
Este movimiento en contra de la humanidad y de la creación es relativamente sencillo de apreciar cuando sus manifestaciones son mayúsculas o han afectado el propio entorno como los genocidios o las agresiones particulares recibidas; sin embargo, suele pasar desapercibido cuando son muy distantes en la historia, lejanas del propio entorno, les suceden a otros o son manipuladas por los medios de información.
Por otro lado, ver cualquier tipo de brotes malignos en los demás solo es el camino preparatorio para contemplar el mismo proceso en uno mismo y trabajar en él. Efectivamente, reconocer la maldad ajena, en cualquiera de sus manifestaciones solo es un reflejo que invita a identificar sus emisiones en la propia identidad, no con culpa, sino con aceptación para actuar responsablemente.
Así, el desarrollo espiritual toma dos vías, la personal y la comunitaria, siempre interdependientes.
En la personal, el esfuerzo consiste en reconocer aquellas costumbres y conductas que, si bien algunas de ellas generan placer y gusto, atentan en contra del bienestar y la existencia propia y ajena en cualquiera de las dimensiones de la persona o del entorno. En esta tarea hay que evitar las condicionantes culpígenas y destructoras que llevan a creer que todo está mal en uno mismo o la ceguera existencial que impide reconocer el propio lado oscuro. Por otro lado, también es fundamental reconocer que la tarea de humanización o crecimiento espiritual es una tarea que jamás se llega a completar en esta vida -independientemente si se cree en la reencarnación o no-, por lo cual es importantísimo valorar los propios triunfos para motivar el movimiento y evitar tratar de controlarlos todos al mismo tiempo.
Ahora bien, hay personas para quienes unirse a otras causas es un impulso que dirige su existencia, que no está en todas con la misma intensidad, ni para todas es prioritario lo mismo. Éstas reconocen que su crecimiento espiritual no se limita a su propia identidad, sino al compromiso con algo o alguien más. En estos casos es fundamental revisar que el ir hacia el otro o lo otro no sustituye la responsabilidad con el propio ser. Como de igual manera hay que reconocer que solo estar ocupado y obsesionado con el propio desarrollo sin comprometerse con la existencia de los y lo demás está lejos de ser un auténtico desarrollo de espiritual.
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