La semana pasada una importante zona del estado de Guerrero ha sido víctima de una de las más devastadoras manifestaciones de la naturaleza. Un huracán categoría 5 de rápida evolución que ha afectado considerablemente el puerto de Acapulco. La importancia de este centro turístico ha permitido una rápida visibilización nacional y posiblemente el olvido de otros afectados.
Ciertamente la inmediata difusión del daño a hoteles icónicos, de los grandes edificios de departamentos de la población acomodada o de la costera del puerto ha permitido contemplar la magnitud del evento, sin embargo, se ha corrido el riesgo de olvidar el daño sufrido por la gran mayoría de los habitantes de la zona afectada cuyas economías y viviendas son precarias.
Estos eventos ponen en evidencia aquello que existe dentro de cada quien: una oportunidad para aprovecharse de la pérdida ajena (a través de la rapiña, la mercantilización de la ayuda, el uso de fake news para despretigiar a determinados grupos o el abuso de poder), el protagonismo (para resaltar la “bondad” personal), la indiferencia (al seguir con los propios planes mostrando poco tacto ante las personas afectadas) o la solidaridad (para tratar de ayudar en la medida de lo posible a los afectados).
La respuesta de cada quien denota básicamente el nivel de sensibilidad, vinculación y compromiso que se tiene frente a la desgracia ajena por un lado y, por el otro, devela en qué medida el egoísmo dirige la propia existencia.
En ese sentido, más que mostrar el nivel de espiritualidad de cada quien, la respuesta frente a la desgracia ajena manifiesta la bondad y la compasión o la indiferencia y egoísmo presentes en cada ser humano.
Por ello, es conveniente recordar que la diferencia del ser humano frente a las demás especies no sólo está en su inteligencia racional que le permite imaginar futuros no existentes, sino en su capacidad de ineteresarse por el otro, conocido o no, cuya vida y bienestar importa, es decir, limitar el embate del propio egoismo y estar dispuesto a perder privilegios para dirigir las propias energías hacia la prosperidad, felicidad y seguridad ajenas.
Si bien, muchos mexicanos se han movilizado para ayudar, es fundamental considerar que la reconstrucción del puerto, junto con sus fuentes de trabajo y bienestar hacia la población va a tomar tiempo. En efecto, estos eventes requieren mucho más de la importantísima ayuda inmediata pues no solo se pierden vidas, viviendas, bienes o salud; también hay una significativa afectación a las fuentes de trabajo: en el puerto para aquellos que se dedican directa o indirectamente al turismo, en el campo por la pérdida de sus cosechas y posiblemente también de sus animales. En ese sentido, la solidaridad para con los afectados necesita ir más allá de lo inmediato, es la oportunidad para vincularse realmente con aquellos que normalmente son invisibles, comprometerse con su presente y su futuro a corto y mediano plazo para que puedan reconstruir sus vidas, sus fuentes de trabajo y su estabilidad emocional.
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