Norma, indiferencia y sensibilidad
Jutta Battenberg

Espiritualidad Sin Fronteras

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Al quedar insensibilizada la persona, crece la indiferencia frente a tantas injusticias que padecen otros o uno mismo.

Lectura: ( Palabras)

La existencia comunitaria nos obliga a encontrar formas de relacionarnos que sean funcionales y justas pues la convivencia cotidiana, los diferentes puntos de vista, la incapacidad de aceptar otras opciones y los deseos de tener mejores ventajas que los demás generan conflictos, injusticias y abusos, por ello, desde la más remota antigüedad los grupos humanos establecieron normas para la regular la conducta entre sus miembros.

Ciertamente, estas normas ayudan a establecer los límites de la legalidad; sin embargo, cuando la norma se rigidiza, el corazón se endurece y se pierde la capacidad de comprender a profundidad los problemas y actualizarlos gracias a los nuevos saberes para ampliar la noción de la realidad.

En efecto, las normas surgen en un momento dado de acuerdo con el imaginario simbólico de la época en la que surgen y para resolver los retos que aparecen en el horizonte. Es decir, están contextualizadas y, por lo mismo, corresponden a un tiempo específico y a un ambiente determinado, esto implica forzosamente que solo son locales, preliminares y temporales. Para poderlas renovar se requiere de una visión de la existencia que supere el marco de referencia original para reconocer la razón de su origen, así como para incrementar la comprensión que se tiene de las diferentes circunstancias.

Este ejercicio de suyo es complicado pues las normas que rigen la conducta humana se encuentran sostenidas por las creencias, de las cuales ya hemos hablado en otro momento. Éstas suelen ser asumidas como verdades absolutas e impiden ver, oír y reflexionar para asegurar su vigencia, independientemente de lo obsoletas que resulten o lo dañinas que sean para la comunidad, el entorno o el sí mismo.

Para comprender un poco mejor cómo sucede este fenómeno podemos pensar en la esclavitud, la cual fue reconocida y justificada por todas las instancias: personales e institucionales, además de asumida tanto por libres como por esclavos por alrededor de cinco mil años. Durante esos siglos pocos, muy pocos, eran capaces de percibir la injusticia que de suyo encerraba esta práctica, independientemente de los beneficios económicos que podía producir a la persona y a los estados. Hoy en día, si bien ya no se justifica oficialmente, siguen existiendo prácticas esclavistas, algunas en abierta clandestinidad y otras disfrazadas para evitar las consecuencias y poderla seguir ejerciendo.

Así, al quedar insensibilizada la persona, crece la indiferencia frente a tantas injusticias que padecen otros o uno mismo, que se reciben o se comenten y se sostienen legitimando su razón de ser o guardando silencio y dejándolas pasar pues ni siquiera se llegan a cuestionar.

Si bien, la norma es necesaria como vehículo de referencia, también es indispensable desarrollas la capacidad de percibir más allá de los prejuicios y analizar allende la propia certeza para incrementar la propia consciencia, así como la responsabilidad comunitaria por hacer de este mundo, el mejor espacio posible y de este período, un lapso que valga la pena vivirse y que perdure en el tiempo para las siguientes generaciones.

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