Este 18 de Noviembre se realizará en la capital salvadoreña la 72ª edición del Miss Universo, evento en el cual participarán 87 candidatas, en un evento “plagado” de datos inéditos: se permitirá participar a concursantes que han tenido hijos y han estado casadas; por primera vez en la historia será propietaria de la franquicia una mujer transexual, la tailandesa Anne Jakkaphong Jakrajutapip quien llega al mando con una filosofía de inclusión; tendrá por primera ocasión una concursante pakistaní y Erica Robin.
Es de hacer notar que, este certamen se realiza dos veces este mismo año, pues el anterior fue pospuesto para este enero debido al desarrollo a fines del año pasado del mundial de Catar.
Es incuestionable la capacidad de atracción de las miradas hacia eventos de esta naturaleza y creo que, además de servir para potenciar una mirada multicultural de la belleza femenina, debe servir como ejemplo de que la luz se impone siempre a la oscuridad y el amor al odio como lo decía en su momento el reverendo y líder afroamericano Martin Luther King Jr.
En otras palabras, esas sonrisas, miradas y pasarelas de beldades de distintas regiones del mundo-que serán proyectadas a más de 160 países-pueden contribuir en cada micro espacio de recepción a deconstruir las malsanas ideas de guerra y destrucción, para dar paso a una nueva era de paz y de construcción de renovadas relaciones de entendimiento, a través de la ternura, empatía y, sobre todo la esperanza. Evidentemente esto lo traigo a colación por las guerras abiertas que han venido oscilando en altos, medios y bajos niveles de intensidad y que se están sucediendo lamentablemente -con una alta carga de sufrimiento humano- en los distintos rincones del planeta.
Es decir, a lo que me refiero es que-y seguramente así será-en eventos de esta naturaleza se puede visibilizar el ideal del encuentro intercultural, aun en medio de flagrantes hostilidades como las que últimamente y de manera rutinaria, desde febrero del año pasado han venido invadiendo las rutinas de medio mundo.
Decía en su momento el filósofo griego Jenofonte que “la mujer realmente bella es aquella que manifiesta una congruencia entre su belleza natural y su conducta virtuosa”.
En definitiva, vemos como acontecimientos distintos que se desarrollan en geografías diferentes, entrañan armonía, sosiego y certidumbre para “subir a la cumbre” -caso del Miss Universo 2023- , en contraposición al ambiente de tristeza, miedo y desesperanza que lastimosamente ha impregnado la materialidad corpórea de los habitantes de los países en guerra-realidad ruso-ucraniana; Israel-Gaza, etc. Es la volatilidad de la realidad humana que es y ha sido afectada desde sus propios orígenes debido a intereses geopolíticos de diversa naturaleza y en los que ha primado ciertamente un “choque de culturas” producto de sesgadas lecturas de las propias realidades en contraposición a “las otras”.
Posdata: Es preciso destacar que la representante hondureña Zuheilyn Clemente ha captado “muchas miradas” y deslumbrado en el contexto de las actividades preparatorias al evento cumbre y las vibras positivas en su favor han ido subiendo conforme se acerca el evento culmen. Por otra parte, es de hacer notar que el reinado más corto en la historia del certamen-con siete meses a raíz de la contingencia mundial por COVID-19-lo tiene la bella mexicana Andrea Meza Miss Universo 2020, quien fue coronada en mayo de 2021. La representante del país “azteca” este año será la michoacana Melissa Flores quien igualmente buscará hacerse del máximo trofeo en belleza universal y dar a México su cuarta presea del certamen.
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