¿Qué entendemos por cielo?
Jutta Battenberg

Espiritualidad Sin Fronteras

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Para las tradiciones que condicionan el futuro trascendente a la conducta en esta dimensión las oportunidades para alcanzarlo varían de muchas oportunidades -reencarnación- o una sola para el resto.

Lectura: ( Palabras)

Ciertamente las complicaciones que representa la vida misma, la consciencia de los acontecimientos adversos presentes y la noción de la posibilidad de dificultades futuras someten al ser humano a una tensión constante para la cual está perfectamente capacitado. Sin embargo, en muchas personas permanece un deseo interno de que su vida sea estable, segura, sin enfermedades, contratiempos o pérdidas. En una línea ascendente llena de certezas, paz y estabilidad; donde no necesite afanarse por nada más, ni tampoco tenga que lidiar con las personas que le son indeseables.

Este legítimo deseo de bienestar que difícilmente se ha conseguido a lo largo de toda la vida ha cobrado formas concretas en diferentes tradiciones religiosas y espirituales que de manera general llamamos cielo.

Para las tradiciones que condicionan el futuro trascendente a la conducta en esta dimensión las oportunidades para alcanzarlo varían de muchas oportunidades -reencarnación- o una sola para el resto.

Para el primer grupo, es decir para aquellos que consideran la vida como un proceso de aprendizaje, el nivel en el que se encuentra la persona se infiere directamente de las condiciones de existencia en la encarnación que está viviendo, es decir es consecuencias de su conducta en la vida anterior, por lo cual en esta oportunidad requiere esforzarse, de acuerdo a los principios fundamentales de su doctrina, para superarse y en condiciones ideales lograr si no la liberación plena de la rueda de la reencarnación una mejor situación existencial la proxima vez.

Para los credos que consideran que solo hay una oportunidad y que el destino después de la vida es consecuencia del comportamiento durante esta, el reto es todavía mayor, pues por más esfuerzos que haga una persona, siempre encontrará pensamientos, sentimientos y acciones reprobables, y por lo tanto inmerecedora de la felicidad prometida. En esos casos algunas tradiciones proponen un estado intermedio de purificación para poder tener acceso a la plenitud prometida.

Ahora bien, independientemente de la tradición religiosa o espiritual de cada quien, alcanzar este lugar no solo es una posibilidad en el más allá, sino que es una probabilidad concreta y alcanzable durante la propia existencia. Esto, desde luego, no implica ni una conducta perfecta o impecable, o un entorno ideal, ni tampoco de solo rodearse de personas perfectas, simlemente porque eso no existe, sino de una paz interior producto de la aceptación de la vida, las situaciones y de los demás así exactamente como son, ya que la influencia en ese terreno es sumamente limitada y solo queda reconocer la propia capacidad para lidiar con ello y desarrollar las habilidades necesarias para encontrar una forma funcional y satisfactoria de vivirla.

En efecto, es la actitud frente a la vida, especialmente en las situaciones adversas y de pérdida donde recurrir a la aceptación, la fortaleza, al apoyo externo y, sobre todo, el llenarse de experiencias que llenen de alegría, a pesar del momento, para experimentar la mayor plenitud posible en esta existencia con la firme certeza que todo pasa.

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