El misterio del mal (Parte I)
Jutta Battenberg

Espiritualidad Sin Fronteras

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El mal es una realidad en la que estamos inmersos, y por ello, es difícil de observarlo con claridad.

Lectura: ( Palabras)

El mal es un misterio constante al que se enfrenta la existencia del ser humano. Un fenómeno difícil de explicar, pero que hemos experimentado todas las personas en algún momento de nuestra vida, por ello diferentes áreas del conocimiento lo han estudiado tratando de entender su mecánica para disminuir su efecto o evitarlo de ser posible. De igual manera, a cada uno de nosotros nos corresponde aprender a lidiar con él para impedir que se desborde tanto el que se recibe como el que se ejerce.

Para analizar individualmente el mal es necesario empezar por reconocer el sentido de éste; es decir, el recibido que nos hace víctimas y el provocado que nos transforma en victimarios. En efecto, el mal es una realidad en la que estamos inmersos, y por ello, es difícil de observarlo con claridad, hacerlo requiere de un esfuerzo consciente para reflexionar con relación al ámbito interno y externo; los sentimientos y relaciones propias y ajenas, así como las consecuencias que genera a corto, mediano y largo plazo en otros, en el entorno y en nosotros mismos.

En este texto solo aparecen algunas palabras relacionadas con el mal que se ejerce, para dedicar el próximo escrito al mal que se recibe.

Independientemente de las intensidades y particularidades con las que se puede manifestar el mal, hay tres aspectos que fomentan su presencia en la vida humana;

  1. la obscuridad o ceguera que impide analizar a profundidad una situación determinada
  2. una errónea jerarquización de valores
  3. el engaño que generan los males disfrazados de bienes

Aspectos que requieren ser analizados para registrar su influencia para disminuir el mal que generamos sin intención y que posiblemente sea el más generalizado.

Para develar el mal que se ejerce es necesario observar detenidamente la propia conducta para descubrir cómo se perjudica al entorno, a otros o a uno mismo y reconocer cuáles son las creencias que lo sostienen, distanciarse de ellas como única explicación de la realidad, cuestionar su legitimidad con preguntas pertinentes que permitan ampliar el horizonte de comprensión y pensar en otras posibilidades que generen mayor bien. Este aspecto es especialmente importante pues disfrazado de justicia, moralidad y orden se ejercen grandes atentados en contra de grupos humanos.

Ciertamente este paso implica renunciar a beneficios particulares y/o a explicaciones de la realidad aprendidas y justificadas, algunas por milenios, porque limitan y atentan contra el bien mayor.

Ahora bien, con relación al mal consciente, voluntario y premeditado que siempre requiere de intención, tiempo y estrategia, conviene revisar la jerarquización de valores que se tiene así como analizar los sentimientos negativos que brotan del corazón para transformar el rencor en perdón; la avaricia en generosidad; la envidia en congratulación; la ambición en desinterés; la pereza en diligencia; el desagradecimiento en gratitud; el fraude en verdad; el egoísmo en lealtad.

Si bien la conducta humana siempre estará matizada por el mal, quitarle el poder absoluto y tomar las riendas de la propia existencia facilita limitar su influencia en la vida propia, en este camino conviene tener presente que es más importante hacer el bien que intentar ser buenos y buscar la verdad en lugar de defender las propias creencias.

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