La afectividad y la sexualidad son dos características humanas que se comparten con casi toda la creación, aunque de forma muy distinta y con complicaciones que dificultan frecuentemente la existencia personal.
En efecto, la interrelación de todo el cosmos es la condición que lo mantiene fluyendo y en armonía, este vínculo está dado de manera funcional para que se mantenga la existencia de la creación como conjunto. Este es el aspecto que se relaciona con la afectividad. De igual forma, los comportamientos sexuales en las especies sexuadas cumplen la importante función de supervivencia, en ese sentido, se han especializado para que en todo el proceso sobrevivan los especímenes con mayor posibilidad de supervivencia.
Entonces, la afectividad es el impulso que lleva a vincular al ser humano con toda la realidad que le rodea: personas, animales, naturaleza, instituciones, situaciones, etcétera. Si bien es un fenómeno que sale de la persona al exterior, requiere de sentir que los otros le aceptan y se vinculan con ella.
Efectivamente, en el ser humano, este vínculo que establece con los y las demás espera una reciprocidad condicionada, por un lado, por expectativas idealizadas y, por el otro, por tradiciones personales, familiares y culturales que le llevan a cosificar a las personas en vez de reconocer al ser que tiene enfrente, con sus luces y sus sombras; con sus cualidades y sus defectos; con sus alcances y sus limitaciones. Así, las relaciones terminan siendo juegos de poder que intentan controlar la conducta ajena para que se ajuste a las necesidades y los intereses previamente idealizados.
Con la sexualidad sucede algo semejante. Es decir, en la naturaleza funciona de casi de manera perfecta con el fin de lograr que cada especie se mantenga en el conjunto de la existencia, no hay libertad ni elección. Simplemente se cumple un programa previamente establecido, en ocasiones se requieren de terceros como en la polinización cruzada o de la permanencia de la pareja para garantizar el desarrollo de las crías como en algunas aves en donde las más longevas suelen mantenerse juntas de por vida como los pingüinos, las águilas y los quetzales.
Con el ser humano, la sexualidad no solo cumple el aspecto reproductivo, sino también es un importante medio de vinculación afectiva y de humanización indispensable si consideramos que el ser humano para llegar a ser autónomo e independiente requiere un soporte familiar más allá del nacimiento.
Si bien los afectos pueden ser simplemente utilitarios y, en ese sentido, deshumanizan a las personas, en la sexualidad humana esto puede llegar a extremos verdaderamente perversos en donde el otro o la otra son simplemente medios para la propia satisfacción sin consideración a su persona, sin importar su libre aceptación, sin respeto a su dignidad y sin un compromiso existencial.
Más allá de un juicio moral que simplemente enmarca en un mínimo razonable aquello que es correcto o incorrecto de acuerdo con una cultura o religión determinada, tanto la afectividad como la sexualidad en las personas son posiblemente las dos principales vías que nos llevan a humanizarnos, además de contribuir a la humanización de las y los otros, actividad indispensable para hacer de este mundo que compartimos un lugar mejor.
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