Agresividad y violencia
Jutta Battenberg

Espiritualidad Sin Fronteras

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En el ámbito de las ciencias humanas, algunos autores los diferencian para valorar los aspectos negativos de las conductas indispensables para la supervivencia.

Lectura: ( Palabras)

*Tomado de Battenberg, J. Violencia de género y conciencia moral. Bogotá: PUJ-FT, 2022.

Los dos textos anteriores han estado dedicados al tema del mal. La intención de este es explorar su manifestación específica relacionada con la violencia.

La violencia de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española proviene del latín violentia y hace referencia a una “acción contra el natural modo de proceder”. Esta definición implica de suyo alteración a una armonía previa existente.

En su forma verbal, violentar expresa “aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia”; esto supone utilizar cierta fuerza para conseguirlo. Por su parte el adjetivo: violento del latín violentus se dice de una persona “que actúa con ímpetu y fuerza y se deja llevar por la ira”. En otra de sus acepciones “que implica el uso de la fuerza física o moral”.

En todos los casos las definiciones implican el empleo de presión para modificar un estado previo. Es decir, la violencia es la fuerza que busca imponer algo o a alguien que está en contra del deseo y la voluntad del otro.

Con relación a la agresividad el mismo diccionario la define como “la tendencia a actuar o responder violentamente” y lo generaliza tanto al comportamiento humano como animal.

A partir de estos datos pareciera que entre agresión y violencia hay una cercanía que permitiría usarlos como sinónimos. Sin embargo, en el ámbito de las ciencias humanas, algunos autores los diferencian para valorar los aspectos negativos de las conductas indispensables para la supervivencia.

Así, se considera agresión al comportamiento natural presente en los animales que les permite defender su territorio, obtener su alimento y mostrar su superioridad ante los miembros de su grupo de pertenencia para garantarizar la reproducción de los mejores especímenes y conservar así su especie. En ninguna de estas conductas manifiesta una brutalidad desbordada. Es decir, en cuanto el invasor sale del territorio, el invadido detiene su defensa; para alimentarse solo caza las presas que requiere sin depredar innecesariamente y lo que sobra lo aprovechan otros animales o miembros débiles del clan; los machos luchan entre sí solo hasta que queda claro quien de ellos tiene los mejores genes para reproducir su grupo.

Para estos expertos en la violencia aparece un aspecto cultural que al combinarse con la agresividad natural propia de los animales alcanza magnitudes alarmantes “sin que haya beneficio para la eficacia biológica propia. Lo que caracteriza a la violencia es su gratuidad biológica y su intencionalidad psicológica.”[1]

Considerando lo anterior, la agresividad natural proveniente de la naturaleza es una condición indispensable que la persona necesita reconocer, valorar y desarrollar para protegerse y evitar abusos en su contra y, por lo tanto, de ninguna manera es negativa o perversa. El nivel de manifestación de esta depende de la personalidad y de la situación, pero siempre el valor que necesita impulsarla es la conciencia de justicia, es decir, el reconocimiento y aprecio por el bienestar y la seguridad personal que permite salvaguardar la propia existencia.


[1] Jiménez-Bautista, Francisco. “Conocer para comprender la violencia: origen, causas y realidad.” Convergencia: Revista De Ciencias Sociales 19, no. 58 (enero 2012): 14.

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