Los seres humanos, hasta donde sabemos, somos la única especie con una libertad de elección mucho mayor que el resto de las criaturas. Esta capacidad va más allá de preferencias particulares, implica el poder de actuar en favor de la creación que llamamos bien, o en sentido contrario lo cual provoca destrucción, es decir, el mal.
Efectivamente, la limitación humana provoca amplias áreas de oscuridad que afectan la existencia propia y ajena, de aquí la necesidad de identificarla para contrarrestar sus efectos nocivos
Las distintas tradiciones espirituales y religiosas desde siempre han dado una explicación de esta condición humana, es decir, del origen del bien y del mal, al tiempo que proponen vías pertinentes para actuar de acuerdo con el fluir del cosmos. Cada una de estas visiones han estado siempre condicionadas por la comprensión de la realidad que han tenido en su momento y por los ideales que han rodeado su entorno en ese entorno espacio-temporal.
En la actualidad también las ciencias sociales se ocupan del tema: la psicología, la antropología, la sociología, la filosofía buscan explicaciones plausibles y proponen teorías para contra restar los efectos perjudiciales de la oscuridad humana.
Entonces, el bien y el mal son dos realidades humanas, tanto internas como externas que envuelven la experiencia personal y comunitaria y forman parte de las variables que construyen el futuro humano y del ambiente que habita tanto físico como emocional y espiritual. En ese sentido, revisar la existencia más que un examen de conciencia moralino que lleve al destructivo sentimiento de culpa es una pertinente medida para una mayor calidad de vida.
En este sentido, es importante subrayar que el satisfacer deseos al margen de todas las variables que intervienen o arbitrariamente solo considerando el placer inmediato y personal, lejos de generar auténtico bienestar es una vía que lleva a la propia destrucción. Por ello, más que hacer un ataque de suyo descalificador, conviene mirar los efectos a corto, mediano y largo plazo tanto en la persona misma, como en los otros y el entorno para hacer una ponderación conveniente.
Ahora bien, la incapacidad para juzgar con pertinencia viene precisamente del área oscura de las personas y las sociedades que impide mirar con claridad. De aquí la importancia de iluminarla.
El reconocimiento de la propia oscuridad está directamente relacionado con la expansión de la consciencia pues permite comprender mejor la propia conducta y dominar las propias debilidades con el fin de obtener una mejor calidad de vida. Al mismo tiempo que facilita analizar mejor las prácticas comunitarias que perjudican el bienestar de otros, aun cuando estén legitimadas por las leyes, la costumbre y la mayoría de las personas.
La oscuridad de suyo no tiene consistencia, solo es carencia de suficiente iluminación. Por ello, es importante distanciarse de la escena y analizarla personal y comunitariamente, ayudados de la sabiduría humana tanto científica como espiritual para participar activamente en la obtención de una vida personal plena y en la construcción de sociedades más justas, solidarias y equitativas.
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