Se derrumba la democracia norteamericana a días de la salida de Trump

La irrupción al Capitolio por los simpatizantes de Trump será recordada como uno de los eventos más icónicos de este Siglo que apenas lleva unos cortos 21 años

Fotografía: The Washington Post
Fotografía: The Washington Post

Michael González

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Lo vivido en la tarde del miércoles fue uno de los ataques más importantes a la democracia estadounidense en su historia moderna. La irrupción al Capitolio por los simpatizantes de Trump será recordada como uno de los eventos más icónicos de este Siglo que apenas lleva unos cortos 21 años.

Afortunadamente, tanto los congresistas demócratas y republicanos dejaron a un lado sus diferencias partidistas y, luego de que se asegurara el recinto, llevaron a cabo la sesión solemne para la ratificación de Joe Biden como presidente electo producto de los resultados de los comicios celebrados el pasado 3 de noviembre. 

De igual manera, el hecho no impedirá que esto sea un precedente de atentado a la democracia para el futuro. Porque el asalto al Capitolio de Estados Unidos no fue el único altercado que se presentó el miércoles, ya que también hubo protestas en los congresos locales de Atlanta, Denver, Phoenix y Salt Lake City, sumado a la irrupción en el congreso de Kansas.

¨Hoy es un recordatorio, uno doloroso, que nuestra democracia es frágil. Para preservarla requiere de gente con buena voluntad, con el coraje para defenderla, que no sean devotos a buscar el poder e interés personal a todo costo, sino al bien común¨, escribía en su cuenta de Twitter Joe Biden. 

Hablando de Twitter y demás redes sociales, Mark Zuckerberg anunció que la cuenta de Donald Trump permanecerá bloqueada hasta, al menos, termine su mandato como presidente de Estados Unidos. Asimismo, ocurrió con su cuenta de Twitter la cual fue suspendida por 12 horas y le eliminaron tres tweets donde seguí incitando al odio y alegando un fraude electoral.

Al momento de redactar esta nota faltan 13 días para que culmine el mandato presidencial de Donald Trump y sea relevado por Joe Biden, pero ya su equipo de trabajo empieza a dejarlo de lado.

Ocurrió en primer lugar con las posturas del vicepresidente Mike Pence y el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConell al estar a favor que se continúe con la ceremonia para la certificación de la victoria de Joe Biden en la contienda electoral de noviembre pasado. 

También se presentaron las dimisiones de algunos miembros del gobierno de Trump como lo es el caso de la secretaria de Transporte, Elanie Chao anunció su renuncia al cargo a través de un comunicado publicado en su cuenta de Twitter

¨Ayer nuestro país vivió un suceso traumático y completamente evitable cuando los simpatizantes del presidente arremetieron en el Capitolio de Estados Unidos, siguiendo un mitin que él mismo convocó. Estoy segura, como es el caso de muchos de ustedes, esto me dejó profundamente consternada en un modo que no puedo dejar de lado¨ escribía la funcionaria.

A la decisión de Elanie se le sumó la vicepresidente de prensa, Sarah Matthews quien pidió una transición pacífica del poder

¨Como alguien que trabajó en las salas del Congreso, estoy muy perturbada por lo que vi hoy… Daré un paso al costado en mis funciones con efecto inmediato, nuestra nación necesita de una transición pacífica del poder¨, decía Matthews para FOX News la noche del miércoles. 

Otra renuncia vino de parte de la jefa de gabinete de la primera dama, Melania Trump, Stephanie Grisham, quien antes había sido la secretaria de Prensa y directora de Comunicaciones de la Casa Blanca y fue una de las primeras en trabajar en la campaña del presidente Trump en 2015.

¨Ha sido un honor servirle a nuestro país desde la Casa Blanca. Estoy muy orgullosa de formar parte de la misión del presidente Trump en querer ayudar a los niños de todos lados y de los logros de esta administración¨ decía Grisham a CNN.

¿Qué postura tomó México ante esta situación?

En su conferencia matutina, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador habló respecto a la situación que ocurrió en el Capitolio de Estados Unidos y expresó su disgusto por la suspensión de las cuentas de redes sociales de Donald Trump.

¨Algo que no me gustó ayer de lo del asunto del Capitolio, nada más que respeto, no me gusta la censura. No me gusta que a nadie lo censuren y le quiten el derecho de transmitir un mensaje en Twitter o en Facebook, no estoy de acuerdo con eso, no acepto eso¨ sostuvo el dirigente nacional.

En ese mismo sentido, AMLO criticó a Twitter por fungir como un tribunal y decidir quién tiene derecho a hablar y quién no.

¨ ¿Cómo es eso que te censuro y ya no puedes transmitir? Si nosotros estamos por las libertades. Esto lo digo porque existen las redes sociales y una de las cosas más importantes de los últimos tiempos, que fue una revolución, fue precisamente que al surgir las redes sociales se garantizaron las libertades¨, dijo el mandatario mexicano.

De igual forma, al preguntársele si asistiría a la investidura como presidente de Joe Biden el próximo 20 de enero, el líder del ejecutivo nacional dijo que no irá porque, hasta el momento, no ha recibido la invitación

¨No tengo invitación y he decidido salir poco. Desde que estoy en la presidencia solo he hecho un viaje a Washington a la Casa Blanca porque era muy importante era muy importante el que se iniciara lo del Tratado de Comercio. Siempre he pensado que la mejor política exterior es la interior¨, dijo Andrés Manuel. 

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Fulvio Vaglio Bertola

( Palabras)

Gritar, lo que se dice gritar, no lo hizo realmente Trump en la hora y media de su discurso en la CAPC (literalmente: Conferencia de la Acción Política Conservadora) en Dallas, el domingo 11 de julio; prefirió repetir sonriendo sus consignas del último año: las elecciones fueron trucadas, los demócratas han caído en las garras de socialistas y marxistas, los valores americanos están bajo asalto, pero los republicanos resisten heroicamente y recuperarán el Senado y la Cámara en 2022 y la Casa Blanca en 2024; todo aderezado con referencias personales, algunas obsequiosas, muchas más amenazadoras, a los asistentes y a los representantes de los fake media. Decía Goebbels que las mentiras, suficientemente repetidas, asumen valor de verdad.

Trump, 11 de julio

Tampoco Biden gritó en sus discursos del fin de semana (no es su estilo): todos los analistas concordaron en que su tono fue más decidido que en el pasado reciente, pero varios lamentaron que no propusiera pasos radicales como la ilegalización del filibuster (la práctica política con la que la minoría republicana puede enterrar cualquier proyecto de ley bajo una avalancha de discursos tanto impertinentes como interminables). Por su lado el propio Biden, atrapado en su promesa de gobernar para ambos lados del Congreso, debe enfrentarse a sus quintas columnas: especialmente a Joe Manchin, el senador de West Virginia, quien está eficazmente funcionando como un poderoso aliado de la derecha republicana en las discusiones sobre el plan de financiamiento de la infraestructura.

En este concierto de susurros que asumen fuerza de gritos por la mera fuerza de la reiteración, ha intervenido esta semana otra voz que, si no pasa de un murmullo académico, es muy reveladora para explicar el empecinamiento de Trump y la relativa parálisis de Biden. Ronald Brownstein (periodista y analista político de The Atlantic y de CNN) acaba de publicar el resultado de sus entrevistas con Robert P. Jones, el presidente del Instituto Público para la Investigación sobre Religión (PRRI, según las siglas en inglés): los sondeos del PRRI y de otras instituciones, cruzados con los resultados electorales, revelan que una variable importante del comportamiento electoral es la mezcla de raza y afiliación religiosa.

Hasta aproximadamente finales del siglo pasado, dos terceras partes del electorado norteamericano se definían como “Cristianos Blancos” (en 1968, el año de la victoria de Nixon que cambió composición y actitudes de la clase política, el dato era aún más contundente: 85%, de los cuales 60% protestantes, y 25% católicos). La mayoría blanca y cristiana ha venido reduciéndose desde entonces y ahora ha caído bastante más debajo de la mitad (entre 42 y 47% segundo los sondeos); el punto de inflexión parece ubicarse en los primeros años de la década pasada. La composición interna de estos datos es aún más reveladora: los cristianos evangélicos, que aún constituyen el núcleo duro del electorado de Trump (QAnon trabaja de la mano con esa denominación religiosa), eran 21% hace diez años y hoy se han reducido a menos del 15%, en parte como castigo por el extremismo pro-Trump de sus líderes. 

Lutheran church in America
Imagen: Lutheran church in America/Facebook.

El cruce con los resultados electorales es iluminante: los cristianos blancos predominan en las áreas (Estados y Condados) que votaron por Trump, los otros (cristianos no-blancos y otras denominaciones, incluyendo agnósticos) votaron por Biden; los evangélicos blancos han sido aún más fuertes en las áreas más radicalmente pro-Trump (rurales y poco habitadas); las otras denominaciones y los agnósticos han sido principalmente representados en las áreas más radicalmente pro-Biden. Último cruce fundamental: los votantes pro-Trump representan, en los porcentajes ya citados, a la población blanca adulta arriba de los 60 años; los pro-Biden, a la población diversificada con menos de 40 años. Raza, religión y demografía parecen retocar a muerte para el republicanismo radical.

toma de la Casa Blanca

Esto explica la beligerancia de los radicales trumpianos: se encuentran, de repente, sitiados en fortalezas seguras pero marginales y poco pobladas; sienten que el sistema político norteamericano los ha abandonado y por eso están más dispuestos a librar una batalla defensiva encarnizada, aun a costa de violentar los principios democráticos. Esto también explica la debilidad endémica de Biden, católico blanco que se presenta como el experimentado negociador en nombre de una clase política que está cambiando dramáticamente. Dice Brownstein al final de su artículo, citando a Jones: ésta es la crisis, y seguirá así al menos por una década, o más.     

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Fulvio Vaglio Bertola

( Palabras)

Han pasado casi dos años desde mi última columna. Se llamaba “El retorno del ausente” y hablaba de lo que parecía un despertar de la clase obrera norteamericana, y de los intentos de los precandidatos demócratas para cooptarla. Sueño guajiro, quizás.

Dos años que parecen veinte: en medio, el primer impeachment, las elecciones, el encono de Trump en no reconocer su derrota, el asalto al Capitolio, el segundo proceso político, la bancada republicana reagrupada alrededor de su expresidente, el fracaso generalizado de la política bipartidista. Los prime times de FOX y CNN se han adaptado como siempre, y sin esfuerzo, a las nuevas circunstancias, pero en otros horarios han aparecido voces disidentes.

Las primeras de estas voces comenzaron a hacerse oír del lado demócrata: empezó Michael Smerconish en su programa del sábado por la mañana, en plena campaña electoral, preguntándose si realmente al público norteamericano le interesaba conocer la verdad sobre las mentiras de Trump (contestó que, desafortunadamente, no); continuó Arwa Damon, después del asalto al Congreso y el fallido segundo impeachment, reconociendo que la clase política norteamericana no estaba comportándose erráticamente como muchos afirmaban, sino que era consistente con su pasado y su herencia (“no una caída momentánea en políticas dignas de repúblicas bananeras, sino un monstruo uniquely American”, dijo la periodista el 7 de enero).

mentiras de Trump
Imagen: Granada Hoy.

FOX News está llegando más recientemente a lo que parece una todavía pálida conciencia autocrítica: antier, 30 de junio, ha empezado a admitir que “el orgullo norteamericano se hunde” y que la mayoría del público ya no piensa que Estados Unidos es el mejor país donde vivir. Al parecer, no sucedía desde los años setenta y, en ese momento, fue necesario el patriotismo optimista y a prueba de bomba de Ronald Reagan para salvar el respeto a la bandera.

Se me pregunta a menudo si esta situación (ideológicamente confusa y pragmáticamente contradictoria) también aplica a la comunicación política en México y, ampliando el horizonte, en varias partes de Latinoamérica. Basta seguir las Mañaneras de AMLO para darse cuenta de que sí aplica. Hace año y medio comenté en Razón y Palabra que el presidente mexicano y su partido habían nacido para gestionar una transición relativamente suave hacia la democracia social; hubieran podido hacerlo con cierto éxito, pero nadie en 2018 podía contar con la pandemia y la crisis político-económica global. Forzado a volar en estas turbulencias imprevistas, el proyecto de la 4T, no bien nacido, está usando un piloto automático obsoleto.

Esto tiene poco que ver con la capacidad comunicativa del presidente (que es bastante pobre), y mucho con los bandazos de una clase política incapaz de regenerarse (dentro y fuera de MORENA). Es una ironía histórica que AMLO, aparecido en el espectro político con la misma prometedora originalidad que Trump en los mismos años, se haya ahora reducido a una imitación deslavada de Joe Biden. La diferencia es, obviamente, que a Biden los políticos extranjeros lo escuchan, aunque cuando no le crean del todo, y a AMLO no.

radicalismo, populismo
Imagen: Gaceta UNAM.

Para cerrar provisionalmente un discurso que habrá que profundizar muchas veces, comparar el populismo de derecha de Trump (o el de Keiko Fujimori, Guillermo Lasso, Bolsonaro, y Guaidó) con el populismo de izquierda de AMLO (como Pedro Castillo en el Perú, Andrés Arauz en Ecuador, Luis Arce en Bolivia y Maduro en Venezuela), es mala aritmética. No hay un populismo de izquierda, sólo un populismo reaccionario que cambia de cara como el dios sin nombre de Game of Thrones.

Reinventado en función antiobrera en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial y del New Deal, “pueblo” en oposición a “clase” fue la versión tercermundista de middle class vs. working class en la sociología de Wright Mills. Esta ecuación sobrevivió a la Guerra Fría y a las muchas guerras calientes con las que el sistema capitalista se aseguró en el poder de la nueva economía globalizada, y hoy permanece con la fuerza de un dogma indiscutible. Pregunten a cualquier norteamericano (joven o viejo) qué les recuerda la fecha 9-11, y nadie mencionará el golpe en Chile de 1973, organizado en Viña del Mar por Estados Unidos; ésa fue la verdadera alternativa a la invención de socialdemócratas trasnochados conocida como Alianza para el Progreso.

¿Despertará la clase obrera norteamericana, en la defensiva desde 1947 y en coma inducido desde el auge neoliberal de los ochenta? Los radicaldemócratas del Green New Deal han elegido (no con mucha claridad) hacer esta apuesta. Las clases políticas latinoamericanas, desgraciadamente, no parecen mirar el mismo tablero.

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Gerardo Gil Valdivia
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Pensar el futuro


( Palabras)

La agenda global exige que la comunidad internacional organizada plantee soluciones a la problemática común de la humanidad y del planeta. Entre estos problemas está la erradicación de la pobreza y del hambre, la reducción de la creciente desigualdad; que se detenga la destrucción de la naturaleza y de los ecosistemas para preservar la vida humana en el planeta; el combate al cambio climático, entre otros objetivos.

Sin embargo, los dramáticos acontecimientos de la toma del Capitolio en Washington nos recuerdan la importancia de recuperar la democracia, bajo ataque en varios países en el mundo. Es necesario preservar las libertades y enfrentar al neo-fascismo, el populismo demagógico y el despotismo que tienen bajo fuego a numerosos sistemas políticos.

Una de las expresiones para solucionar la problemática global es la Agenda 2030 de Naciones Unidas. La Asamblea General de la ONU en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada del 25 al 27 de septiembre de 2015, aprobó un plan de acción mundial a largo plazo (2016-2030) titulado “Transformar Nuestro Mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” (Agenda 2030), para erradicar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible en tres dimensiones, económica social y ambiental, sin comprometer los recursos de las futuras generaciones.

El surgimiento de la pandemia del COVID-19, a finales de 2019, afectó profunda y radicalmente el cumplimiento de la Agenda. La crisis económica causada o agravada por la pandemia, según diferentes casos, está afectando a todos los segmentos de la población, a todos los sectores de la economía y a todos los países del mundo. Esta crisis dificulta aún más el logro de los 17 objetivos del Desarrollo Sostenible que integran la Agenda 2030.

fuego al capitolio, Trum
Imagen: Político.

De acuerdo con la ONU, el paradigma de desarrollo actual en el mundo es insostenible, debido al lento crecimiento económico, acompañado de grandes desigualdades sociales y de una elevada degradación ambiental. Estos retos deben ser atendidos, por lo que es necesario un cambio en los patrones de producción, energía y consumo sostenibles e incluyentes.

Pero los graves crímenes contra la democracia incitados por el propio presidente Trump son una llamada de atención global sobre la necesidad de actuar para defender a las instituciones democráticas de los ataques a los que las han sometido un conjunto de corrientes populistas, con aspiraciones despóticas y autoritarias, que han aprovechado diversas crisis económicas y sociales para construir alternativas demagógicas, basados en verdades a medias y mentiras completas.

Es claro que en el mudo se viven profundas crisis económicas y sociales que han afectado a muchos países. En tanto que en varios países enormes cantidades de personas han salido de la pobreza, como es el caso de algunos Estados en la región el Asia-Pacífico, en otras naciones en varias regiones en el mundo han tenido décadas de estancamiento económico, persistencia de la pobreza y un dramático incremento de la desigualdad. En varios países desarrollados y en economías emergentes se han vivido 40 años de estancamiento y degradación de los ingresos de amplios sectores de las clases medias.

fin democracia USA
Imagen: University of Rochester.

Asimismo, en muchos países las instituciones políticas se han visto profundamente rebasadas y son altamente disfuncionales. Muchos sistemas políticos se ven dañados por la corrupción, la impunidad y la incompetencia, como es el caso de varios países latinoamericanos. Todo esto se ha dado en el contexto de todavía un  muy elevado crecimiento demográfico y de un acelerado proceso de destrucción de la naturaleza y degradación del ambiente que pone en entredicho la sobrevivencia y viabilidad de la civilización y aún de la vida humana.

Pero la solución a esta compleja problemática no radica, desde luego, en apelar más a las emociones y los prejuicios que a la razón. Se han formado corrientes populistas dirigidas por demagogos que aprovechando el legítimo descontento ofrecen soluciones falsas, diagnósticos simples que buscan destruir estructuras institucionales, muchas de ellas ciertamente mejorables, para instaurar dictaduras. La construcción de una “verdad alternativa” ha sido un rasgo común.

Lo sucedido en el Congreso de Estados Unidos no puede quedar impune. Fue la culminación de un gobierno construido y desarrollado a través de la mentira, fomentando el racismo, el odio y la polarización, apoyado en grupos sociales rurales con poca educación y de fanáticos religiosos. Recordemos que esta agresión sucedió en una de las democracias más antiguas y aparentemente consolidadas en el mundo, en el país que aún es la primera economía del planeta y la más importante potencia militar.

Al respecto, cabe recordar que el gobierno de Trump no ha sido sólo demagógico sino altamente incompetente desde el punto de vista de los intereses de su propio país. Los únicos beneficiarios directos de su administración fueron los grandes intereses corporativos. Al respecto, cabe anotar el testimonio recogido por Heather Cox Richardson, según el cual, Trump vio por televisión y con entusiasmo la agresión al Capitolio, pero sólo lamentó que la apariencia de los agresores fuera de gente pobre y desarrapada.

Trump, odio, asalto capitolio
Imagen: La Razón.

Pero lo más grave de todo es que Donald Trump no es sólo causa, sino también efecto de este fenómeno. Cada vez queda más claro que en este atroz atentado contra la democracia han estado vinculados numerosas personas de diversos estratos sociales, incluida la complicidad de algunos legisladores y de miembros de cuerpos policiacos. El racismo, la xenofobia y el odio están profundamente enraizados en buena parte de la sociedad estadounidense.

La realidad es que los Estados Unidos de América, como muchos otros países, están profundamente divididos.

Es necesario diseñar un modelo de crecimiento para la prosperidad y el bienestar de todos, sin que nadie se quede atrás, pero desvinculado de la destrucción de la naturaleza y de la degradación del ambiente.

Debemos encontrar las soluciones a la problemática global con base en el conocimiento científico y en los avances tecnológicos. Pero es fundamental efectuar estos cambios con el más estricto apego al Estado de Derecho, a través de instituciones democráticas, con pleno respeto a las libertades, base del progreso y del respeto a la dignidad de las personas y a sus derechos fundamentales.

La lucha contra el neo-fascismo y el despotismo va a ser larga y difícil, pero la derrota de Trump es un magnifico indicio de la recuperación de la decencia y la racionalidad.


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