Quintas Columnas
Fulvio Vaglio Bertola
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La tragicomedia del Build Back Better no sería completa sin el melodrama intimista de la “historia de interés humano” (esto ya lo había descubierto…

El general franquista Emilio Mola Vidal (Foto: CiberCuba).
El general franquista Emilio Mola Vidal (Foto: CiberCuba).

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Parece seguro que el inventor de la expresión “quinta columna” fue el general franquista Emilio Mola en una entrevista radiofónica del otoño 1936; tuvo un éxito inmediato y pronto se desplazó del ámbito estrictamente militar al político e ideológico. Es en estos ámbitos que la volvemos a encontrar hoy, al comentar la comparecencia frente al Senado (28 y 29 septiembre) de los altos generales responsables de la ejecución de la política exterior estadounidense.

El general Mark Milley, el secretario de Defensa Lloyd Austin y el general Kenneth McKenzie testifican durante una audiencia
(De izquierda a derecha) El general Mark Milley, el secretario de Defensa Lloyd Austin y el general Kenneth McKenzie testifican durante una audiencia en el Senado el 28 de septiembre de 2021 (Foto: EPA-EFE).

El objetivo de los senadores republicanos era claro y obvio: atacar a quien fuera y con los pretextos que fueran, con tal de desacreditar la administración Biden en el momento más delicado (hasta ahora) de su presidencia. En parte lograron lo que se proponían: los generales admitieron que ellos habían recomendado preparar mejor la retirada de Kabul; más o menos funcionaron como una quinta columna desestabilizadora, así como la había imaginado Emilio Mola.

Esto no es ni demasiado sorpresivo ni particularmente impropio (aunque ayer CNN retomó el tono moralizador por el trato “indigno” reservado por el GOP a la cúpula militar). Más bien, es importante señalar la trama intricada de luchas internas en las que se desenvuelve la política de Estados Unidos en este momento: de aquí la referencia a las “quintas columnas” con las que empieza esta columna de hoy (que no es la quinta sino la decimocuarta de Sottovoce, para evitar confusiones).

El 5 de enero, cuando se dieron a conocer los resultados de las elecciones extemporáneas en Georgia, los Demócratas pudieron exhalar un suspiro de alivio: Joe Biden sería presidente, la Cámara estaba en sus manos, los sitios en el Senado quedarían divididos en partes iguales y Kamala Harris tendría el voto decisivo. Aritmética pura, limpia, que no hacía las cuentas con la realidad, bastante más sucia, de la batalla política con todo y sus quintas columnas. Los acontecimientos sucesivos (el asalto al Congreso del 6 de enero, el nuevo y de nuevo ineficaz impeachment de Trump), por preocupantes que fueran, no parecían mover sustancialmente las piezas del ajedrez.

Biden, ya presidente, empezó a hacer lo que creía saber hacer bien: maniobrar entre Scilla y Cariddi para mantener la promesa de gobernar para todos el país y no sólo para su partido. En el estado de ánimo amargado (imposible negarlo) de estos días, no sabríamos si atribuirlo a ingenuidad, simple incompetencia o a la perversidad de un sistema político incapaz de entender las reglas del juego en que estaba metido. Los primeros cien días (el primer examen del nuevo presidente, por lo menos desde el 193 de Roosevelt) llegaron y pasaron, y se empezaron a abrir las hendiduras en el dique.

El senador Joe Manchin
El senador Joe Manchin (Foto: Watson/AP).

Si los antagonistas principales de la película fueron los “retrumplicanos” aferrados a la mentira del fraude electoral, pronto empezó a subir al escenario Joe Manchin, el senador demócrata por West Virginia: el 2 de septiembre pidió que la administración Biden pusiera el freno a su agenda económica. Se abrió el juego sabroso, aunque tragicómico, de las revelaciones. El mismo día Alexandria Ocasio-Cortez tuiteó que Manchin tiene reuniones semanales con los cabildos de Exxon y de ellas saca su línea conservadora (el 10 junio El País le había dedicado un artículo titulado “Joe Manchin, el demócrata más republicano de Washington”): de aquí su oposición al gasto previsto para la reconversión a fuentes de energía ecológicamente sustentables.

Ayer 30 de septiembre, Chuck Schumer, el líder demócrata del Senado, anunció un acuerdo de última hora con los republicanos para evitar el inminente cierre financiero del gobierno: pero esta es una medida temporal que no afecta el fondo de la iniciativa sobre la infraestructura, que es la base económica de la consigna “Build Back Better” y que destinaría, si aprobada, tres y medio trillones de dólares a la reactivación política y económica de Estados Unidos. El voto sobre el acuerdo, dificultosamente logrado, se está dando en este momento y esta columna (la decimocuarta, no la quinta) no podrá dar cuenta de ella por razones de tiempo.

Un punto queda claro; la pregunta que republicanos y demócratas le hacen a la administración es: ¿quién pagará por la iniciativa? Los demócratas radicales contestan: los norteamericanos más ricos y las corporaciones a través de una subida significativa de sus impuestos. La propuesta formulada este verano era de un aumento del 70% para los norteamericanos que ganen más de 10 millones de dólares al año. Esto toca directamente el bolsillo de los cabildos de Exxon y de los congresistas, republicanos y demócratas.

AOC en el Metropolitan Gala
AOC en el Metropolitan Gala (Foto: QZ/Getty Images).

Ésta es la realidad y Joe Manchin (mucho más que los generales interrogados por los senadores republicanos) es la verdadera quinta columna dentro del partido demócrata. Lo demás es farsa, como el traje de noche “contestatario” que Ocasio-Cortez lució el 13 septiembre en el Gala del Metropolitan.

La tragicomedia del Build Back Better no sería completa sin el melodrama intimista de la “historia de interés humano” (esto ya lo había descubierto el Ciudadano Kane y los medios no nos lo dejan olvidar): en estos días tanto FOX News como CNN (pero más este último) nos han deleitado con el misterio morboso de Gabby Petito y de su novio y probable asesino.

Gabby Pettito
Quien busca encuentra (Foto: Sun Sentinel).

Ni modo, hay que reconocérselo a los norteamericanos: ellos sí saben buscar; los mexicanos, hace cuatro años, no encontraron a ninguna jovencita desaparecida, los incapaces, y tuvieron que inventarse a Frida Sofía.

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