Reflexiones de fin de año: Hacer las cosas de modo diferente
Antonio M. Prida

De Frente y Derecho

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Quitemos pues nuestro piloto automático y revisemos cómo reaccionamos ante las nuevas circunstancias que nos toca vivir.

Lectura: ( Palabras)

A Francisco Plancarte, quien nos compartió estas enseñanzas.

Vuelvo a referirme al libro de Chris Lowney intitulado “El Liderazgo al Estilo de los Jesuitas / Las mejores prácticas de una compañía de 450 años que cambió el mundo”, quien abandonó la Compañía de Jesús para trabajar en J.P. Morgan donde aplicó con gran éxito dichas enseñanzas en las postrimerías del siglo XX. En su último capítulo el autor se refiere a nuestro modo de proceder y a la conveniencia de hacer las cosas de manera diferente para ajustarlas a los siguientes cuatro valores básicos: el conocimiento de sí mismo, el ingenio, el amor y el heroísmo.

Nos dice Lowney que la vida del líder tiene sentido no para seguir la corriente, sino para generar la ayuda mutua que permita a todos y cada uno tomar su respectivo liderazgo, no con el propósito de prevalecer, sino con el de facilitar el conocimiento mutuo que permita a todos ejercer dichos liderazgos. Para ello es indispensable conocerse a uno mismo, descubrir nuestras fortalezas para apoyarnos en ellas a efecto de lograr la realización de nuestros trabajos y la materialización de los valores que nos rigen, para tomar acción.

Se trata pues de realizar un círculo virtuoso de los mencionados cuatro valores básicos. Esta propuesta jesuita no es un costal de trucos o estrategias que permiten orientar nuestra vida, sino que son una manera de vivir que nos enseña a saber combinar nuestras creencias básicas, aquellas que no son negociables, tales como nuestra fe, nuestros principios, nuestro Cristianismo y el evangelio, las cuales con la voluntad de aceptar y realizar el cambio dinámico que se nos propone, nos permite ver hacia adelante, no encasillados sino en una voluntad de aceptar la realidad que nos toca vivir, junto con el compromiso práctico de cambiarla para bien, preservando el núcleo de lo que nos hace ser quien somos. Se trata de ser contemplativo en la acción.

El valor relacionado con el heroísmo al que estamos llamados es el que inspira nuestro ingenio que nos hace pensar de manera distinta para conocernos a nosotros mismos, para amar a los demás y para buscar siempre lo mejor. Fue este espíritu el que permitió a los jesuitas Johann Adam Schall von Bell y Matteo Ricci lograr la expansión del conocimiento de occidente en China, cuya labor consistió en la transmisión de liderazgos de unos a otros mediante el empoderamiento del nuevo Emperador. Para lograrlo tuvieron que ganarse su confianza mediante un trabajo singular, tal como la preparación de mapas y diccionarios, gracias a lo cual obtuvieron el respaldo de los demás. Mediante el ejemplo de un trabajo brillante generaron adeptos que les permitió transmitir su mensaje de dogma y de fe a través del desarrollo de diversas artes del conocimiento.

Para cumplir con la vocación de servicio a los demás resulta fundamental que reconozcamos también nuestras debilidades y errores, así como ayudar a los demás a que realicen también dichas funciones que permite una preparación necesaria para poder brillar conjuntamente, esto implica dar orientación y recibirla. Es necesario ser ingenioso para lograr que los demás mejoren a través de la retroalimentación que genere confianza para entonces poder compartir mensajes que permitan explotar la riqueza humana. El propósito es transmitir el acervo humano de crecimiento constante, aun en medio del dolor. También la experiencia amarga es fuente de crecimiento que permite forjar líderes a nuestro alrededor. Ese núcleo de valores Ignacianos pone en relevancia la grandeza del alma con altura de miras. El valor del esfuerzo fundado en principios y con ingenio es lo que nos permite a través del cariño y del amor hacia los demás mejorar nuestras relaciones con las personas con las que nos relacionamos a diario. A través de dichos sentimientos nos volvemos tolerantes y aceptamos a los demás como son.

Quitemos pues nuestro piloto automático y revisemos cómo reaccionamos ante las nuevas circunstancias que nos toca vivir, para que nuestra acción sea congruente con nuestra misión y con nuestro sentido de vida, descubriendo en los demás aquellas virtudes que pueden aportar a la sociedad. La entrada del nuevo año nos da una oportunidad de poner en práctica nuestros valores a través del trabajo constante. Hay que buscar el “Magis” de la espiritualidad Ignaciana que significa “más” en todo aquello que tiene que ver con nuestra relación con Dios y con aquellas decisiones personales que en un momento u otro de la vida tengamos que tomar. Para San Ignacio es el horizonte hacia el cual caminar sin dudas: todo ha de hacerse “para la mayor gloria de Dios” (AMDG). Propongámonos pues, ser en el 2023 fanáticos en la acción.

Hasta el año entrante, querido lector.

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