La muerte de Mario Molina es muy lamentable por muchos motivos. Su voz se va a extrañar en el contexto de las diversas emergencias que en el planeta vivimos, una de ellas la climática. Su voz también se va a extrañar ante la necesidad de nuestro país, así como en general de las economías emergentes, de promover la investigación científica y tecnológica, y la educación de calidad.
Mario Molina nació en la Ciudad de México en 1943. Fue hijo del jurista y diplomático Roberto Molina Pasquel, quien dirigió el Instituto de Derecho Comparado de la UNAM (actualmente Instituto de Investigaciones Jurídicas). Fue también Embajador de México en Etiopía, Australia y Filipinas.
La formación inicial de Mario Molina fue la de Ingeniero Químico, título que obtuvo en la UNAM. Más tarde efectuó estudios de posgrado en Friburgo, Alemania y el Doctorado en Fisicoquímica en la Universidad de Berkeley, California. Fue Director del Laboratorio de Propulsión a Reacción (Jet Propulsión Laboratory); más tarde, Profesor e Investigador del Centro de Ciencias Atmosféricas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
En 1995 ganó junto con Sherwood Rowland y Paul Crutzen el Premio Nobel de Química. Este reconocimiento se le otorgó por las investigaciones que realizó con Rowland sobre la creciente amenaza del uso de los gases CFC para la capa de ozono. Desde 2005 era profesor de la Universidad de California en San Diego. Fue miembro de El Colegio Nacional, a cuya sesión asistió en forma virtual el lunes 5 de octubre; de la Pontificia Academia de las Ciencias; Presidente de Honor de la Asociación de Mares de México y presidió también el Centro Mario Molina de Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente.
Recibió innumerables premios, doctorados honoris causa y reconocimientos. Entre ellos el del PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), por su contribución a la protección de la capa de ozono. Entre sus muchas publicaciones quiero destacar: “El Cambio Climático, Causas, Efectos y Soluciones”, en coautoría con José Sarukhán y Julia Carabias, editado por el FCE.
En el desarrollo de su intensa actividad, Molina contribuyó, entre otros aspectos, a la comprensión de la química atmosférica y al desarrollo de la conciencia ecológica. La voz de Mario Molina fue particularmente importante en la explicación de los fenómenos que afectan al presente y el futuro de la humanidad.
El planeta vive varias emergencias, una de ellas es la climática. En la era del Antropoceno, la actividad humana está destruyendo la naturaleza a un nivel sin precedentes en la historia, no sólo de la humanidad, sino del planeta mismo. El daño que el modelo de crecimiento está causando es en muchos ámbitos ya irreversible. Hemos rebasado los límites naturales del planeta; el cambio climático, la destrucción de los ecosistemas, la sexta extinción masiva de especies, entre otros aspectos, lo cual exige una acción urgente de las sociedades organizadas. El análisis de esta problemática domina cada vez más la agenda global pero aún se encuentra relativamente ausente en América Latina y en particular en México. En éste y en otros temas se extrañará la voz lúcida, clara y valiente de Mario Molina. Como señaló el Rector de la UNAM, Enrique Graue, la Universidad y la Ciencia Universal están de luto.
Tuve el gusto de conocer a Mario Molina hace varios años, así como de coincidir con él en diversos foros y reuniones sobre varios temas, entre otros, en los de la transición energética, el cambio climático y la prevención de desastres. De Mario Molina siempre me impresionó, además de su sabiduría y claridad, su gentileza, amabilidad y buen trato.
Cuando organicé la reunión internacional del Club de Roma en México, junto con Susana Chacón, en 2014, Mario Molina participó como expositor junto con otros distinguidos científicos mexicanos, como José Sarukhán y Francisco Barnés de Castro.
Como lo señala el Club de Roma, que celebró en forma virtual, su Asamblea y Conferencia Anual los días 7 y 8 de octubre, la solución de la problemática global exige el diseño de una nueva economía y una nueva civilización. Nuestras generaciones tienen la responsabilidad de replantear el modelo de desarrollo depredador e inequitativo que rige hasta la fecha.
La solución de la problemática global debe plantearse en forma multisectorial e interdisciplinaria, con una visión holística y de largo plazo. Esto exige hacerlo de la mano del conocimiento científico más avanzado. Vivimos un mundo lleno de paradojas y contradicciones. Enfrentamos problemas inéditos. Ante situaciones extraordinarias, requerimos soluciones también extraordinarias.
Sin duda, Mario Molina es un orgullo para México. Ha sido uno de sus hijos más distinguidos.
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