Para mí era Samito. Nadie me había hecho más sufrir como él lo hizo y nadie me dio tanto agradecimiento como él lo hizo. Tan puro, tan limpio, tan profesional.
Samito, te extraño y te extrañaré por siempre. Lo que tú fuiste en la vida fue espantoso. Lo que tuviste que poder hacer para finalmente descubrir la alegría en tu corazón es inaudito.
La magia de tu mente, alma y corazón creativo, es irrepetible. Tu belleza interna, tu bondad, la crueldad defensiva a la acción paternal por la que sufriste afectivamente, fue una batalla que lograste resolver en tu interior y ante e l mundo estos últimos años.
Años de riqueza espiritual, amorosa, genial y, sobre todo, la salida de tu ser a la vida cual debió haber sucedido desde que naciste, son el regalo al mundo de ti, luchador por el bien que siempre deseaste sembrar, y que finalmente lo lograste y obsequiaste a diestra y siniestra.
Creo que yo fui el único que te comprendió en todos tus ángulos, y quien te perdonó y con profundo amor fraternal, como siempre debiste haber sido querido y protegido en tu más profundo interior.
¡Te extraño!
Ve al abrigo del Señor que él si te ayudará y comprenderá y protegerá desde lo alto. Y tú le ayudarás a facilitarle su tarea para con los demás. Así de grande es tu corazón.
Samito, ¡don Samuel Servín Villada!
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