Se fue sin el Nobel, lo han otorgado a autores que pasan al olvido de inmediato, y a Milan Kundera, que tocó generaciones, prefirieron ignorarlo. Es heredero de Sade, vio el erotismo como la última manifestación de la rebelión. Los personajes de Sade están en contra de su propia clase, y los de Kundera están en contra del régimen. En sus novelas hizo una crítica despiadada al régimen comunista desde la conciencia individualista de la sexualidad. En una obsesión por lo comunitario, por la masa y la ideología, el erotismo de Kundera evocaba a la individualidad del Romanticismo que alcanza una posición heroica.
El escenario de Checoslovaquia y el comunismo le dio espacio para burlarse de los valores, la tristeza, el amor, su sentido del humor se acercaba a Moliere que captaba caracteres y los llevaba al extremo de su personalidad. En La Ignorancia, el personaje Josef, regresa a su casa después de años viviendo en Dinamarca, y contempla un cuadro que tenía como parte de su decoración, es una obra realista de 1955 al estilo impuesto por el socialismo, en un estilo fauvista, cercano a Derain. A pesar de la imposición estética y de la frustración del artista por no poder pintar en estilo abstracto, lo describe como una pintura interesante, recreando un barrio obrero, con gente pobre. En el afán de no ser vetado por el régimen y seguir exponiendo, reunía realismo con abstracción en los “colores irreales de las barracas”, “el milagroso punto en el que los imperativos de los ideólogos se amoldan a los deseos del artista”. Años más tarde, cuando el comunismo perdió su fuerza y su influencia ideológica, el pintor pudo pintar lo que quería y se sumergió en el abstraccionismo, “los nuevos cuadros, realizados esta vez con total libertad, no se distinguían de los millones de cuadros que entonces se pintaban en el planeta; el pintor podía jactarse de una doble victoria: era totalmente libre y totalmente igual a todo el mundo”.
La represión es una pesadilla y la libertad puede ser una trampa. La visión de Kundera estaba entre la decepción y la manipulación del totalitarismo para demostrar el valor de sobrevivir. Eso hacía diferentes a sus personajes. En La Broma, con la influencia de Kafka y el sentido de humor amargo de Gogol, una simple broma entre amigos burlándose del comunismo, desata la tragedia de los personajes, la persecución y la paranoia, en un remolino de absurdos.
Es literatura previa a la corrección política, que es el estalinismo contemporáneo, y se extraña la osadía, la irreverencia y sabiduría con la que está escrita. Las mujeres de Kundera son sensuales y sexuales, sus hombres cínicos y buscadores de placer, el amor es un accidente, las depresiones profundas y con el telón gris de la arquitectura brutalista. Había gozo y revancha en sus historias, la sensación de que hay un lugar infranqueable para el establishment y que la libertad es una misión.
Sin Kundera nos queda la literatura actual y su apología de la autocensura, la autorepresión y la autoconmiseración.
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