Tragando camote
Sara Baz

La deriva de los tiempos

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Grafía poco atractiva, texto aburrido, sermoneador y culpígeno: ¿con esto se pretende educar en la salud y la buena alimentación?

Imagen: El Mundo.
Imagen: El Mundo.

Lectura: ( Palabras)

Como dijo Pamela Cerdeira, malas estrategias. Y me van a perdonar la vulgaridad de la expresión del título de esta columna, pero así deberíamos estar todos frente a estas estrategias de comunicación y “educación” del gobierno federal. Recientemente AMLO anunció en las mañaneras que en cada casa no faltará la historieta desarrollada por El Fisgón, y que flamantemente se intitula “¿Qué te estás tragando?”.

Esta joya gráfica de ocho páginas (estoy siendo irónica), tiene lugar en la “Escuela Primaria Mártires de la Economía” (así como lo leen). Lupita y Lencho “los dos niños más listos de su clase” se aprestan a sacar sus viandas para el recreo. Lupita parece una señora que vuelve del mandado y Lencho que acaba de salir al Oxxo por su refrigerio, después de 5 horas de oficina. Sólo por el contexto de la primera viñeta sabemos que la escena se desarrolla en una escuela y eso, entre comillas, pues ningún carácter muestra empatía o vinculación con un niño de ¿primaria? Quién sabe: el parlamento de Lupita no tiene nada que ver con la comunicación de un infante o un adolescente, antes bien, parece una mamá regañona.

En la sexta viñeta, Lupita hace hincapié en leer las etiquetas que su amigo se va a manducar y Lencho, como la mayoría de la gente en este país, se extraña ante semejante vocabulario que no le dice nada. Lupita sonríe maliciosamente al explicarle a Lencho que, después de hacer cuentas, se “traga” más de 60 o 70 cucharadas de azúcar al día. Ante los eufemismos de Lencho, Lupita lo señala y le dice que tiene un cuerpo de chatarra. Paremos aquí.

que te estas tragando
Imagen: El Fisgón.

Lo que estamos viendo es un elogio de la retórica de la culpa. Después de varias viñetas en las que “se explica” la adicción a la comida, o mejor dicho, se plantea que la comida puede causar adicción, se procede a una relatoría pseudomoral en la que se echa la culpa a las personas con obsesidad de un consumo de chatarra que, después de señalar cuan despiadados son los empresarios por querer el mal de la población a cambio de su dinero, apuntan a los consumidores como los causantes de varios problemas de salud pública. Seamos congruentes. Es cierto, muy cierto, pero hasta un punto si no se analizan los múltiples factores que van interconectados. La historieta, además de mal dibujada, es simplista, reduccionista, ramplona en términos argumentales y no abunda en razones psicosociales ni en la obesidad y las adicciones como las enfermedades que son. Tampoco en las posibilidades de los productores y los empresarios ni en los intereses que vinculan la actividad de estos últimos con los del gobierno

Después de arrojar estadísticas y viñetas ominosas sobre la diabetes y la hipertensión, la historieta se refiere a estas enfermedades como comorbilidades que complican la COVID-19. El culmen es cuando se afirma que los obesos (adictos, diabéticos…) son una carga para todos por los altos gastos que ocasionan al erario. Cierto, si se ve en términos fríos. Pero es una pésima estrategia de comunicación. “Podrían tejer alianzas con asociaciones de productores de frutas y verduras, podrían sentar a la mesa a las y los mejores mercadólogos, publicistas y nutriólogos para pensar en cómo comunicamos que tenemos que comer mejor. No sería en la historia el primer esfuerzo por convencer a los niños de los beneficios de esa comida. Cuando la estrategia de comunicación es buena, cambia comportamientos sin que el público se de cuenta. Popeye aumentó un 33% la venta de espinacas en Estados Unidos en 1930” (El Economista, Pamela Cerdeira).

Todos los que tenemos hábitos reprobables (todos) entonces, somos causantes de graves pérdidas al erario; no digamos a nuestras familias y en resumen “al país”. Estoy segura de que nadie dejaría de fumar por hacerle un bien a la nación. La cosa es que el libre albedrío se ve reducido a nada en comunicaciones “morales” por demás pobres y faltas de sensibilidad, así como de análisis. Grafía poco atractiva, texto aburrido, sermoneador y culpígeno: ¿con esto se pretende educar en la salud y la buena alimentación? No puedo esperar a que llegue la cartilla moral…

tragando camote
Imagen: Univisión.

Aparentemente, Rafael Barajas “El Fisgón” hizo esto gratis. No me interesa él ni su orientación política, ni si hizo esto en un afán “educador”. El trabajo es insultante: el dibujo, el texto, la continuidad; nada revela el oficio que tiene, nada evoca la mordacidad y el ingenio de algunos de sus monos. La comunicación gráfica no es nada sencilla, pero esta historieta, más el afán “moralizador” de quien la auspicia no sólo afrentan la inteligencia, sino que se meten con patologías psicosociales que no se analizan en lo más mínimo.

Casualmente, la historieta se lanza en los tiempos en que la pandemia repunta y amenaza con causar más estragos. ¿Es parte de una estrategia desviacionista y culpígena? Es decir, ¿es un recurso para señalar a un amplio sector poblacional como el culpable de los ingentes gastos en salud pública, sin abundar en las causas de adicciones y morbilidades? No me atrevo por falta de espacio, pero me dan ganas de conectar este lanzamiento con los insulsos spots radiofónicos que abundan en historias sobre drogadicción que se han popularizado en esta administración y que, de nueva cuenta, presentan guiones inconexos y aspiran a persuadir a partir de lo testimonial. Claro, eso funciona pero no se habla de lo que hay detrás. No se habla de un problema social que debemos abatir todos, sin señalar con el dedo flamígero a los consumidores (de drogas, de comida chatarra) porque depositar la culpa en alguien siempre es más cómodo.

¿Qué nos estamos tragando? Discursos deficientes, imaginarios depauperados y una idea de “educación” que no acaba de convencer. Lo dicho, esperemos la Cartilla moral (que, eso sí, no tiene carácter de obligatoriedad).


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