Hans Küng. Hacia una Ética Mundial
Gerardo Gil Valdivia

Pensar el futuro

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El legado de Hans Küng de promoción y búsqueda de una Ética Global es particularmente trascendente.

Hans Küng, ​sacerdote católico, teólogo y escritor suizo. (Imagen: Voces México).
Hans Küng, ​sacerdote católico, teólogo y escritor suizo. (Imagen: Voces México).

Lectura: ( Palabras)

El 6 de abril falleció Hans Küng, eminente teólogo suizo. Además de sus libros e investigaciones en el campo de la Teología, destacó por sus estudios de diferentes religiones y por haber sido un importante promotor y difusor de la idea de la necesidad de una Ética Mundial frente a los crecientes riesgos globales. En este sentido, la obra de Hans Küng se suma a la de numerosos pensadores que desde diversas disciplinas promueven una profunda renovación cultural que nos permita afrontar con éxito los retos inéditos de nuestra generación.

Hans Küng estudió el pensamiento de Confucio, Buda, el hinduismo, el judaísmo, el cristianismo y el islam para encontrar numerosos rasgos comunes y principios éticos similares. Su pensamiento es coincidente con el de otros pensadores actuales que buscan principios que nos permitan afrontar el profundo cambio de época que vivimos.

Buena parte de las creencias culturales y religiosas, así como teorías económicas y políticas fueron elaboradas para un mundo vacío, pero vivimos en un planeta lleno, saturado, con realidades completamente inéditas en el presente. El crecimiento demográfico mundial, el nivel de destrucción de la naturaleza, el agotamiento de los recursos naturales, y la degradación de los ecosistemas, nos enfrentan a situaciones globales nunca antes vistas. El cambio climático y la pandemia del COVID-19 son sólo expresiones de la nueva problemática que debemos resolver entre toda la comunidad internacional, además de los ancestrales problemas de la pobreza y de la creciente desigualdad.

Requerimos de una nueva Ilustración para un mundo saturado y globalizado. El mundo contemporáneo se formó intelectual y políticamente, en buena medida, como resultado de la ilustración europea de los siglos XVII y XVIII. Sus figuras más influyentes fueron David Hume, Jean-Jacques Rousseau, Voltaire, Adam Smith e Immanuel Kant. Pero ellos se fundamentaron en filósofos precursores como René Descartes, Blaise Pascal, Francis Bacon, Erasmo de Rotterdam, John Locke, Spinoza, Montesquieu, Leibniz y Newton. Su contribución fue determinante para el avance de la ciencia y la tecnología. La Ilustración de los siglos XVII y XVIII dio las bases para el desarrollo del pensamiento social y económico de los siglos XIX y XX.

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Imagen: Caminos Religiosos.

Pero, actualmente en un mundo en el que la población alcanza los 7,800 millones de habitantes, que llegará a 10 mil millones de personas en tres décadas y que enfrenta un creciente deterioro derivado de modelos de crecimiento depredadores, es más importante que nunca una revisión profunda de nuestros valores éticos y culturales, así como de nuestros sistemas jurídicos y económicos para sobrevivir como sociedad y aún como especie, desvinculando el progreso y el bienestar de la destrucción y la degradación de la naturaleza y los ecosistemas.

Uno de los documentos más importantes de los últimos años, que expresan con claridad los retos que enfrentamos es la Encíclica del Papa Francisco, Laudato si’. En esa Encíclica, publicada en junio de 2015, Francisco abordó la progresiva destrucción del planeta Tierra, nuestra “casa común”. Refirió ejemplos de la contaminación del medio ambiente, el derroche de recursos, la cultura del descarte, el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad. También hizo referencia a la creciente brecha económica entre ricos y pobres y a la aparente incapacidad de los países para reducirla.

Laudato si´ identifica como un problema central la lógica económica cortoplacista habitual que ignora los costos reales del perjuicio causado a largo plazo a la naturaleza y a la sociedad. Esta Encíclica es un poderoso mensaje desde el ámbito de la religión, pero, desde luego no es el único. También en el ámbito de la discusión entre la ética ambiental y las religiones del mundo, treinta años antes, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), que incluye a la mayoría de las confesiones cristianas, excepto la católica, ya había planteado preocupaciones similares, tanto en Vancouver, en 1983, como en Seúl en 1990. Ente otros aspectos, se hizo hincapié en la relación entre la paz, la justicia, el medio ambiente, y en la esencia sostenible y en permanente autoregeneración de los ecosistemas naturales. Aunque menos conocida en Occidente está también la Declaración Islámica sobre el cambio climático global de 2015.

En ese año, de 2015, también la comunidad internacional reaccionó con la formulación de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, los Objetivos del Desarrollo Sostenible, cuyos logros se han visto afectados profundamente en casi todo el mundo por la pandemia del COVID-19, y se aprobó el Acuerdo de París de diciembre de 2015 para limitar el aumento de la temperatura media del planeta, el cual se verá renovado y actualizado en la reunión de Glasgow de este año.

Las Naciones Unidas, bajo el liderazgo de António Guterres, y la Unión Europea con la coordinación de Ursula von der Leyen, han estado muy activos en el diseño y promoción de las agendas para afrontar los riesgos globales. Cabe destacar también los ambiciosos planes del gobierno del presidente de Estados Unidos Joe Biden. Además de los cuantiosos recursos asignados para la recuperación económica y la ambiciosa renovación de la infraestructura, se plantea una profunda transformación económica basada en la preservación y conservación de la naturaleza y el combate al cambio climático, lo cual conlleva acelerar la transición energética hacia el uso de fuentes limpias.

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Imagen: The World Financial Review.

Para la gestión política es muy importante la relación entre los gobiernos nacionales y el ordenamiento jurídico internacional. Frente a la compleja problemática de los riesgos globales es necesario un importante cambio jurídico-político. El tema más conocido es el cambio climático. Seguir emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera no sólo es inmoral y una falta a la ética global, sino también en el futuro será considerado ilegal.

La pandemia del COVID-19, así como la lucha contra el cambio climático, dejan claramente de manifiesto que la comunidad internacional no está preparada para afrontar y resolver estos y otros problemas globales. Sin embargo, varios actores internacionales trabajan en la solución de la compleja problemática contemporánea. En este sentido, es importante insistir en la importancia de una profunda renovación ética, tomando en cuenta las diversas tradiciones filosóficas y culturales, para lograr la solución de la creciente problemática global, de la mano del conocimiento científico y preservando la democracia y el Estado de Derecho.

En el planteamiento de una ética global, el Club de Roma en uno de sus recientes informes (Come on! Capitalismo, cortoplacismo, población y destrucción del planeta) plantea la búsqueda de nuevos equilibrios: 1). Entre el hombre y la naturaleza. En un mundo vacío, el equilibrio simplemente existía. En un mundo lleno, este equilibrio se convierte en un desafío inmerso; 2). Entre el corto y el largo plazo. Frente a los requerimientos económicos, financieros y políticos de corto plazo, es necesario buscar contrapesos de largo plazo, como la estabilidad climática; 3). Entre lo público y lo privado. Es fundamental conciliar el individualismo, las libertades personales y la propiedad privada con el bien común o el interés general; 4). Entre la mujer y el hombre. Una verdadera colaboración entre ambos es la única vía para sociedades prosperas y justas.

El legado de Hans Küng de promoción y búsqueda de una Ética Global es particularmente trascendente.

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