Decía hace medio siglo el popular músico popular brasileño Vinicius de Moraes que “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”. Esto es evidente cotidianamente en cada acción en donde hay una continua interrelación humana que involucra dos o más personas. Un ejemplo palpable que acapara –quiérase o no la atención global– es el fallecimiento este 30 de agosto de Mijaíl Serguéyevich Gorbachov, actor clave en el siglo pasado en la transición del régimen de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) a una gestión más “occidentalizada” de la democracia según parámetros ideológicos políticos y mediáticos de la época en su gestión de 1988 a 1991 y que le hizo acreedor al Premio Nobel de la Paz en 1990.
Creo que Gorbachov es uno de esos tantos “héroes” que han sido incomprendidos desde los albores de la humanidad –evidentemente por la preconcepción subjetiva de un ideal nefasto maniqueísta que ha visto la gestión de los asuntos humanos desde uno u otro lado– y que se patentiza en la crisis global “asfixiante” que se manifiesta en las latentes tensiones de zozobra que afectan la vida humana si lo vemos desde la visión expresada en su momento por el pensador francés del siglo pasado, Félix Guattari, y que han tenido que ver con la triada: ecología medioambiental; ecología social; y, ecología mental o subjetiva.
Y esto lo traigo a colación precisamente por la advertencia “divina” de Jesucristo a principios de nuestra era común en donde enseñaba a comprender que “nadie es profeta en su tierra”; y, evidentemente esto es palpable en la falta de una atención de estado y la frialdad desde el Kremlin a la “despedida terrenal” de este político nonagenario –bajo el discurso eufemístico de “ofrecer sus propias soluciones a problemas urgentes”–. No ha habido una cercanía corpórea desde el régimen putiniano a este político que indudablemente –de una u otra forma se convirtió en un actor convergente para su tiempo– de como estimular una sociedad con mas aperturas y horizontes institucionales hacia un goce mas “activo” de los derechos humanos. Y esto es porque Gorbachov fijó su “política de quiebre” de la antigua URSS en el impulso del binomio: Glasnost –reforma para la transparencia y democratización de la URSS–; y, la Perestroika, reforma económica orientada a ampliar las posibilidades internas y externas de los mercados.
En definitiva, pienso que a mayor reconocimiento del legado político orientado a amplificar el bienestar común, mayor debe ser la solidaridad sociopolítica de los sistemas políticos –independientemente de las ideologías– y aprovechar las enseñanzas precedentes bajo la égida de una ética basada en el derecho de cada ser humano al “poder ser” lo que viene ya instalado en los propios códigos genéticos individualizados que evidentemente han sido “pervertidos” desde el origen mismo de la democracia y que se refleja en “hecatombes” monumentales actuales de desorientación social y caos en las interrelaciones socio-ambientales.
Posdata: Los colegas del español “El Periódico de Catalunya”, retoman al respecto del deceso del líder ruso las declaraciones del analista internacional Denys Kolesnyk, especialista en defensa y seguridad de Europa Central y Oriental –y que por su importancia de contextualización retomo aquí– “desde la llegada de Putin al poder en Rusia hace 20 años, ha estado lamentando e intentando que el país recupere su ‘antigua gloria´ que está relacionada más con la URSS que con el Imperio Ruso. Gorbachov es señalado como uno de los responsables del colapso de la URSS. La invasión rusa de Ucrania también encaja en este paradigma de la restauración de la vieja gloria que Moscú persigue desde los años 2000”.
Excelente análisis Manfredo.
Estos sistemas implementados por estos irresponsables solo han traído consigo daños irreversibles para las mayorías a nivel mundial.
Por ese motivo es que nos sumergen el la vil pobreza a los países más desposeídos.