Isabel II vino cuatro veces a territorio latinoamericano. México le encantó, pues le visitó en dos ocasiones. Se “enamoró” de la rica gastronomía y la variada oferta cultural de este gigante norteamericano que basa su política actual –era de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)– en la neutralidad, pues no le “gusta” interferir en la gestión de los asuntos internos de otros países. Elizabeth Alexandra Mary “Isabel II” exmonarca británica partió del mundo físico el reciente ocho de septiembre con el acompañamiento físico y espiritual de un baño de multitudes. Le sucede su hijo Carlos III. El funeral de estado se realiza este 19 de septiembre en la Abadía de Westminster pues fue uno de sus últimos deseos.
Me parece llamativa la exclusión a este evento del presidente ruso Vladimir Putin, quien por cierto se ha reunido en territorio alterno este catorce de septiembre con su homólogo chino, el ingeniero químico Xi Jinping para consolidar su visión del mundo en una “amistad sin límites” que evidentemente debe motivar acercamientos desinteresados en la cosmovisión occidental.
Sin lugar a duda que Isabel II en sus setenta años al mando de la monarquía anglosajona “inscribió” su nombre en los anales históricos de la humanidad –su rostro en la moneda británica y el himno adoptado desde 1745 God save the Queen or the King (Dios salve la reina o el rey)– se convirtieron en un legado que se “quiebra” indudablemente con su deceso. Claramente tuvo partidarios como también adversarios, lo cual ha sido siempre una actitud “natural” en todas las edades del hombre.
Ahora bien, las imágenes mediatizadas últimamente del dignatario ruso en compañía de la extinta lideresa británica, a mi particularmente me da la impresión de que existía una “química complementaria” en la comprensión del mundo contemporáneo y quizás Isabel II quería que el dignatario euroasiático estuviese en su “despedida” definitiva, lo cual evidentemente no externó abiertamente por la avalancha de críticas que podrían haber venido del mundo occidental.
De acuerdo con reportes de Reuters, el canciller mexicano Marcelo Ebrard estará en el sepelio entre tantos otros líderes globales.
En conclusión, creo que el hecho de que los seres humanos seamos limitados debe motivarnos “urgentemente” a la búsqueda de la convergencia del bienestar común –a pesar de las ideologías– y comprender que los códigos culturales en la comprensión de la democracia varían de país a país. Lo decía en su momento el líder mexicano, “Benemérito de las Américas”, Benito Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Cristo dejo entrever en su momento que una casa dividida va al precipicio. De manera tal que, considero que a los “enemigos” no hay que excluirlos, hay que incluirlos para así lograr persuadirlos en la construcción de un mundo diferente en donde prime el “aliviar” la desesperanza humana. Pienso que la clave definitiva consiste en liberarnos de insensatos deseos de la opresión de “el otro”, a partir de la puesta al servicio de los más débiles del sistema, las diversas infraestructuras institucionales, organizacionales y culturales, y creo que esto se debe “tolerar” desde occidente –ya no más colonización de las formas de pensar porque eso perpetúa el subdesarrollo quiérase o no–. La soberanía es de Dios y entender su misterio amoroso nos daría las “pistas” precisas para cambiar nuestras propias comunidades y el mundo.
Posdata: Carlos III “hereda” el liderazgo de la Commonwealth of Nations (Mancomunidad de Naciones), organización fundada formalmente un 11 de diciembre de 1931 y compuesta por 54 países independientes y semi independientes en el globo terráqueo que tuvieron orígenes modernos bajo el paraguas del liderazgo de Reino Unido.
Exelente me gustó el editorial