La violencia escala entre Israel y Palestina; en Colombia las protestas contra el Estado no disminuyen y su número incrementa; en Rusia y Ucrania la tensión aumenta, la posibilidad de un conflicto armado parece inevitable; en Hong Kong las protestas contra el totalitarismo chino se reproducen incesantemente.
En esta tercia de fenómenos violentos el común denominador parece ser el Estado. El Estado que posee el monopolio del poder y lo ejerce constantemente de manera violenta –vale la pena recordar que la violencia no siempre es física–. No ahondaremos en los orígenes de cada conflicto, simplemente en la percepción que tenemos de cada uno.
Para abordar el punto de la percepción es menester hacerlo desde la óptica de la Criminología Mediática. Vale la pena preguntarnos: ¿por qué vemos lo que vemos?, ¿quién decide qué es lo que vemos?, y ¿cuál es el tono de voz con el que nos comunican la información? Para responder a la primera pregunta conviene apelar a la agenda que tienen que cumplir los medios; existe una agenda mediática global y una local, ambas se alinean al poder en turno. Respecto a quién decide lo que vemos es el mismo Estado y las corporaciones que tienen intereses que proteger, sin embargo, hay ocasiones en los que medios independientes ofrecen una cobertura imparcial y medios internacionales apegados a otro caudal ideológico exhiben la otra realidad –porque recordemos que en un conflicto armado hay víctimas y victimarios, pero el papel de cada uno está definido, en mayor parte, por los medios de comunicación masiva–.

Para la tercera y última respuesta, hay que tomar en cuenta que el tono de voz informativo va a influir de gran manera en la manera en la que percibimos un conflicto armado y sobre todo a qué lado de la balanza quieren que se incline la opinión pública, aprobando o desaprobando un conflicto armado (Estados Unidos conoce muy bien esta técnica con su guerra contra el terrorismo que nace del miedo constante que le infligen a su población de ser objetivo de ataques).
Lo que sabemos de las realidades que enfrentan aquellos países puede ser muy sesgada e incluso dolosamente manipulada; quien experimenta en carne propia, la violencia, la muerte y la tragedia son los únicos que conocen –aunque de manera muy limitada– la realidad. No pretendo entrar en un debate filosófico acerca de qué es la realidad, empero, parafraseando aquella paradoja que se pregunta: “si un árbol cae en un bosque, ¿hace ruido?”. Nosotros nos podemos cuestionar, “si una bomba cae en territorio palestino, ¿hace ruido?”. Claro que sí, pero más allá del ruido, una bomba deja muertos y heridos, eso hace –o debería hacer– mucho más ruido.
Por otra parte, la Criminología Crítica debe estudiar estos acontecimientos desde una visión multifactorial, es recomendable tomar en cuenta los antecedentes y los sistemas de acción que detonan estos conflictos: religión, intereses económicos y comerciales, políticos, sociales y culturales. No se puede entender un fenómeno de esta magnitud sin antes analizar todo lo que hay detrás de ellos; es cierto que el criminólogo representa una voz o “la palabra de los muertos”, como diría Zaffaroni, pero debe ser una voz justificada y bien argumentada.

Entonces la Criminología Crítica tiene el deber de señalar cómo este tipo de fenómenos violentos ejercidos y favorecidos por los Estados vulnera los Derechos Humanos. En anteriores publicaciones lo he mencionado: son los gobiernos los que propician las condiciones para generar víctimas de forma directa e indirecta.
Así, vemos cómo dos Criminologías íntimamente relacionadas pueden tener incidencia en el estudio y análisis de los conflictos armados que se viven en la actualidad, sin bien no todos los que se mencionaron al principio son armados, no dejan de ser luchas sociales que lamentablemente arrojan una cifra alarmante de muertos y heridos.
Sin duda, en el espacio de una columna no es posible comprender los orígenes y las consecuencias de estos conflictos que, en algunos casos, llevan años desarrollándose. De ahí que valga la pena enfatizar en que somos los criminólogos quienes tenemos la posibilidad de visibilizar los problemas que suceden en el mundo contemporáneo y también de gestionar las medidas necesarias para detener la violencia, y todo esto sólo se logra con el estudio constante y no ortodoxo de la Criminología; hay que aprender a vislumbrar las variables que están fuera de la caja y no te enseñan en la Universidad.