La guerra “abierta” librada desde este 7 de octubre cuando Hamás —Movimiento de Resistencia Islámica surgido para el establecimiento de un Estado islámico en histórica región de Palestina— dio un “paso al frente” al atacar por tierra, mar y aire a Israel, ataque considerado públicamente por miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel como “es nuestro 11 de septiembre”, en franca alusión al ataque terrorista de inicios del milenio en Estados Unidos de Norteamérica.
Al parecer, la falta de acuerdos “definitivos” entre fuerzas contrincantes, como por ejemplo Ucrania-Rusia e Israel-Palestina, entre otros, seguirá siendo el principal obstáculo para alcanzar una paz sostenida y los riesgos de que lo imprevisible —¿ausencia de guerra? —, mute en lo previsible —¿conflicto bélico? —, estará ahí latente. En mi opinión, creo que el principal problema en conflictos como estos que hemos visto en estos últimos veinte meses radica en ciertas “paranoias” —en este caso de Rusia y Hamás— pues han dejado evidenciado públicamente, por una parte, el temor a que “el enemigo” siga fortaleciéndose si no hubiesen tomado tales decisiones; pero por otra parte, considero que el principal trasfondo, es la búsqueda de reivindicación, en relación con la “propiedad” histórica de estos territorios ucranios e israelíes.
Evidentemente este ataque refleja una “flagrante” y “humillante vulneración” de los servicios de inteligencia israelíes —considerados como uno de los mas sofisticados en recursos humanos, materiales y tecnológicos del mundo— lo cual también es un indicativo que las contrainteligencias también pueden generar estrategias que les permitan agredir al contrario, aún con la “desventaja” de recursos humano-materiales y tecnológicos, pero apoyados en las fuerzas nacionalistas reivindicativas y alentados por aliados “claves” de la agrupación como Irán y los libaneses de Hezbolá.
Ahora bien, lo que realmente genera conmoción es la “brutalidad” de ambos bandos en conflicto, pues por una parte Israel ha “cercado” la ciudad de Gaza y cortado servicios básicos como electricidad, agua y alimentos, entre otros, en una flagrante violación de derechos humanos a la población civil que ahí se encuentra, desmarcándose así de los deberes que le impone el derecho internacional; por otra parte, Hamás —considerado grupo terrorista por países occidentales— atenta contra toda lógica de respeto a la vida humana al hacerse como rehenes a inocentes civiles israelíes quienes han sido ajenos a las decisiones políticas “incómodas” que no han venido tomado las autoridades políticas israelíes.
En definitiva, la paz solo será posible en tanto haya un reconocimiento tácito al derecho de “el otro” a tomar decisiones con autonomía e independencia y se respete el derecho a la propiedad territorial tal es el caso de los contrincantes de estos dos conflictos de alcance internacional mencionados anteriormente.
Posdata: De acuerdo con los estatutos fundacionales de 1988 esgrimidos por Hamás, se conciben el territorio palestino histórico —incluido el actual Israel— como pertenencia islámica y excluyen cualquier posibilidad de paz permanente con el Estado judío. No obstante, en 2017 esta agrupación palestina moderó, en un documento político, y aunque no hubo reconocimiento del Estado de Israel, si aceptó formalmente la creación de un Estado palestino interino en Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza. En el mismo texto señalan que su lucha “no es contra los judíos sino contra los “agresores sionistas ocupantes”; 2.3 millones de palestinos viven en la Franja de Gaza convirtiéndola en una de las regiones mas densamente pobladas del planeta. De acuerdo con las Naciones Unidas, unas 123.538 personas en Gaza se han convertido en desplazadas internas “debido al miedo, preocupación por su protección o la destrucción de sus hogares”, lo cual es lamentable. Se informó a propósito en su momento, de este conflicto que dos mexicanos fueron tomados como rehenes por Hamás.
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