“Acaba de una vez,
de un solo golpe.
¿Por qué quieres matarme poco a poco?…”
(José Alfredo Jiménez, Amarga navidad)
Excelentísimo Sr. Putin,
zar de todas las rusias:
Reconózcalo. Su guerrita imperialista en Ucrania ha fracasado. No sólo no ha conseguido recuperar ese territorio para Rusia, sino que sus enemigos han despertado de un marasmo de décadas para armarse hasta los dientes en su contra. A lo sumo, se anexionará la región del Donbás y podrá presumir de haber salvado a sus compatriotas de las hordas nazis de Ucrania. Sin embargo, no engañará a nadie. Ni ese era el fin de su guerra ni existen más nazis en Ucrania que en cualquier otro país del mundo. Como dijo un célebre escritor peruano cuyas dotes adivinatorias dejan mucho que desear, usted ya está condenado. Tarde o temprano, uno de sus leales generales, quizá sobornado por alguno de sus queridos amigos al que usted habrá hecho millonario, hará un golpe de Estado y lo fusilará tras un sumarísimo juicio. Esto último con el fin de que usted no revele informaciones comprometedoras al Tribunal Penal Internacional. Mala suerte. Ni modo. Adiós a la grandeza de Rusia. Asuma su destino.
Sin embargo, el hecho de que usted sea un cadáver político no implica que ya no pueda hacer nada. Por el contrario, en su situación usted puede convertirse en el LIBERTADOR, con todo y mayúsculas, de ocho mil millones de seres humanos. Ahora que conoce su destino es el momento de adelantarse a los demás. No permita que un ignorante gringo como Trump le robe la gloria eterna de haber acabado con el sufrimiento de la humanidad. Piense en todos esos seres que tan sólo duermen, trabajan, comen, defecan y fornican. ¿Cree usted que esa es una vida digna? Por supuesto que no. Pero vayamos más allá, piense en todos aquellos jefes que se pasan el día entero vigilando a los vagos de sus empleados para que estos cumplan con sus funciones, piense en todos los desharrapados que ni siquiera consiguen alimentarse 3 veces al día. Todo ese sufrimiento, usted puede borrarlo de un solo golpe. Es más, si los demás no le importan, piense en usted que lleva décadas soportando el peso de un Estado fallido con el único afán de volver a hacerlo grande. Y ¿cómo se lo pagan sus ciudadanos? Con manifestaciones en contra de la guerra. Los muy ingratos. Libérese a usted y libérenos. Por supuesto en el momento en que usted rompa las cadenas, miles de millones lo odiarán. Pero eso se debe a que los seres humanos no saben lo que quieren. Además, muchos de los grandes artistas de la historia han sido incomprendidos en su momento, pero el tiempo y la perspectiva les han dado la razón. Si usted, estimado Vladimir (permita que lo llame así), hace lo que yo le digo se convertirá en el Picasso de los políticos. El genio de los genios. Sí, ya sé lo que me va a decir. Que no habrá nadie para reconocerle el mérito, pero qué más da. La obra de arte se justifica per se. No por lo que unos cuántos críticos esnobs digan.
Olvidémonos por un momento de los humanos y pensemos en los miles de millones de microorganismos que le deberán su liberación de los caprichos del homo sapiens. Piense en todas aquellas cucarachas que, una vez que usted haya dado el paso adelante, le deberán su coronación como el ser más poderoso del planeta. Incluso puede, no estoy seguro, que haya especies marinas como los tiburones que acaben debiéndole la vida. Por supuesto, ninguno de estos bichos sabrá jamás nada de su existencia, pero qué importa. La grandeza del acto lo justifica todo. Como se me enseñó en el catecismo, hay que hacer el bien sin esperar recompensa alguna. Además de los bichos, la propia tierra le estaría agradecida, ya que con su proceder permitiría su regeneración en varios millones de años. Imagine una masa verde y azul vista desde el cielo en la que haya 0 emisiones de dióxido de carbono, en el que la lluvia ácida sea un mal recuerdo del pasado. Un mundo en el que no haya ni explotadores ni explotados.
Supongo que a estas alturas de la carta, estará ansioso por saber cuál es esa solución que le permitirá dejar atrás su siniestro futuro y mudarlo por un luminoso mañana. Le advierto que ni sus amigos más cercanos lo comprenderán. Creerán que ha perdido la cabeza, pero ya sabemos que la locura y la genialidad se separan por una muy delgada línea del grosor de un cabello. Mi solución, LA SOLUCIÓN camarada Putin, es que usted apriete el botón. Llevamos décadas sabiendo que ese iba a ser el fin y total que no cuesta mucho, tan sólo acercar su índice a una suerte de interruptor. Usted tiene el poder y ciertamente tendrá la gloria. Morirá como moriremos todos, pero nadie le podrá quitar el mérito. No lo piense más camarada Vladimir, no se acobarde como el camarada Nikita. No le saque y apriete el botón que desencadenará miles de tormentas de fuego y que arrasará estas modernas Sodoma y Gomorra. Acabe de una sola vez, de un solo golpe.
¿El fin de la humanidad como solución? Parece una locura de un nuevo Truman .Ni Hitler llegó a pensar tamaña “solución final”. ¿Sarcasmo? Demasiado texto para ello.