Hace cincuenta años se produjo un hecho histórico muy singular en la historia contemporánea. Un grupo de jóvenes y atrevidos capitanes portugueses llevó a cabo un golpe de Estado para reestablecer la democracia en Portugal.
Por si esto no fuera suficientemente raro, el levantamiento se saldó sin casi muertes y abrió las puertas para que, en pocos meses, las colonias portuguesas en África: Angola, Mozambique y Guinea Bisau obtuviesen definitivamente su independencia.
Existían varios elementos que incitaron a esta rebelión. Amén de lo anacrónico mismo de la dictadura, la guerra de Angola ya duraba más de una década y era una auténtica sangría. Además, los oficiales medios estaban hartos de correr todos los peligros, mientras veían como ascendían otros que contaban con simpatías en la cúpula militar.
Uno de los aspectos más sorprendentes de esta rebelión fue la facilidad con la que el Gobierno, una feroz dictadura que llevaba 48 años en el poder, se derrumbó. A fin de cuentas tan solo cinco semanas atrás, otro alzamiento militar había fracasado estrepitosamente.
Sin embargo, la mecha ya estaba encendida y los responsables de ese primer golpe aunado en la organización Movimiento de las Fuerzas Armadas, lejos de abatirse, sacaron las lecciones de su derrota y volvieron a intentarlo. La noche del 24 al 25 de abril pasada la medianoche, se dio la orden del levantamiento mediante la difusión de una canción censurada por el régimen en la radio.
Salvo en Lisboa, donde la dictadura presentó cierta resistencia, el resto del país cayó en manos de los golpistas que recibieron el apoyo unánime del pueblo luso. En cuestión de horas, los rebeldes controlaban los puntos más importantes del país incluidos los aeropuertos de Lisboa y Oporto.
El hecho que da el nombre a este suceso histórico es totalmente casual. Una mujer que no pudo darle a un soldado un cigarrillo que este le pidió, le compensó dándole un clavel del manojo que llevaba para una celebración. El soldado puso la flor en el cañón de su fusil y sus compañeros lo imitaron. Finalmente, en la tarde de aquel día, el primer ministro Marcelo Caetano se rindió ante el general Antonio Spinola (único general involucrado en el golpe) para, después de unas horas de cárcel, partir al exilio en Brasil con sus ministros vía Madeira.
El único organismo que se negaba a aceptar la caída del régimen era la nefasta policía secreta llamada PIDE por sus siglas en Portugués, pero finalmente depusieron las armas al ver que no contaban con el apoyo de las fuerzas armadas.
Como en toda revolución, habrá sueños incumplidos, sentimientos de traición por parte de algunos de los protagonistas, pero si echamos la vista atrás ni duda cabe de que el balance ha sido positivo. En 1974 la mortandad infantil era de casi 7000 bebés mientras que en al año 2020 fue de 215, el analfabetismo atañia al 45% de la población, mientras que hoy es prácticamente nulo.
Además, Portugal consiguió entrar con España en la Unión Europea en 1985 lo que le supuso recibir miles de millones de euros en Fondos Estructurales para desarrollar infraestructuras. Esto no habría sido posible con una dictadura rigiendo los destinos del país. Cierto, Portugal sigue siendo un país pobre con muchos retos por delante, pero indudablemente se vive mejor que hace 50 años.
Si acaso, por ponerle algún pero a tan glorioso levantamiento, deberíamos mencionar la salida caótica y anárquica de las colonias. En el caso de Angola, Kapuscinsky hace un excelente relato de esos últimos días en su magnífico libro Un día más con vida. Debido a esa desorganización, esa salida se convirtió en el preludio de una sangrienta guerra civil que duró 27 años, en la que participaron directa o indirectamente la Sudáfrica del apartheid, Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Sin embargo, hay que entender que ese conflicto era un lastre para Portugal y mantenerlo, en contra de la opinión pública y de los propios militares, habría puesto en peligro el proceso revolucionario y la naciente democracia.
Por último, este levantamiento tuvo a su vez un gran impacto en la propia España que, a partir de aquel 25 de abril se quedó aislada como la única dictadura en Europa Occidental y, de algún modo favoreció un año y medio después el principio de la transición democrática.
Se trata de un hecho histórico, difícil de imaginar en Latinoamérica donde los golpes de Estado se daban para perpetuarse en el poder y reprimir a la población civil. Quizá el hecho de que los cabecillas no fueran generales sino capitanes jóvenes e idealistas contribuyó a este bello desenlace de película.
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