Las elecciones en el país vasco
Juan Patricio Lombera

El viento del Este

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Lo que verdaderamente está en juego en estas elecciones es la posibilidad de que, por primera vez en la historia, Bildu gane.

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Se acerca el 21 de abril, fecha de las elecciones para Lehendakari en Euskadi. En una ocasión, una conocida de esa región me dijo que la palabra Lehendakari significaba “el primero de los primeros”, aunque según Google la traducción exacta sería el que ejerce de primero. Dudas lingüísticas aparte, lo cierto es que desde que ETA anunciara el 20 de octubre de 2011 el cese de la lucha armada, el entorno nacionalista de derechas y de izquierda no ha hecho más que crecer.

En 2012 y 2016 el PNV (partido conservador) y Bildu (antiguo brazo político de ETA) obtuvieron un 58%, mientras que en 2020 ese porcentaje creció hasta un 66%. Es decir, 2 de cada 3 vascos votaron por formaciones nacionalistas que simpatizan con la idea de una eventual independencia. Lejos quedan los tiempos en que el PSOE o el PP podía competir con el PNV la primacía en la Comunidad Autónoma.

Paradójicamente, a la par de ese crecimiento de los partidos regionales, se ha visto una considerable disminución en el número de votantes, pasando estos de un 78% en 2001 a un mísero 50% en las pasadas contiendas electorales. Al tenor de los resultados podemos concluir que solo las personas comprometidas y convencidas de las bondades de sus formaciones políticas votan en el país vasco.

Y en ese contexto, resulta que hay más convencidos nacionalistas que constitucionalistas. Del mismo modo refleja un gran desencanto acerca de la política en Euskadi por parte del ciudadano medio que solo está interesado en llegar a fin de mes. 

 Sin embargo, lo que verdaderamente está en juego en estas elecciones es la posibilidad de que, por primera vez en la historia, Bildu gane. Hay un fenómeno interesante en el país vasco; el sempiterno partido gobernante PNV (excepción hecha de los 3 años que gobernó el PSOE con el apoyo del PP) es visto por una parte de la ciudadanía como un partido que no está gestionando bien la Comunidad Autónoma y que es apoyado por personas mayores.

En cambio, los jóvenes apoyan a Bildu al que consideran capaz de implementar políticas sociales provechosas para el conjunto de la población. En cualquier caso, aunque ganase Bildu, eso no implica que pudiera gobernar, ya que, aquí en España, para poder tomar el poder es necesario tener una mayoría en el congreso. Ya sea porque se ganó de forma abrumadora y el partido tiene más de la mitad de los ediles, ya sea porque se consigue formar esa mayoría con el apoyo de otros partidos.

En ese sentido y por muy incendiario que sea el Presidente Pedro Sánchez, dudo mucho que él se atreviese a darle los votos de su formación a Bildu cuyo pasado ligado al terrorismo hace muy difícil cualquier acuerdo. Tampoco ayuda el hecho de que esta formación se niegue a condenar de manera enfática los asesinatos de ETA y que, en las elecciones municipales, hayan incluido entre sus candidatos a 7 exterroristas condenados por delitos de sangre. 

De hecho, cualquier pacto con esa formación es considerado como una traición a la patria. Y si en el Congreso de los Diputados Bildu apoya al Gobierno, esto ocurre porque la formación nacionalista no pidió nada a cambio de sus votos con tal de cerrarle el paso al PP.  Sin embargo, nada es imposible. A fin de cuentas, en Pamplona gobierna Bildu gracias al apoyo del Partido Socialista Navarro en la moción de censura que defenestró a Cristina Ibarrola de Unión del Pueblo Navarro.

Ahora bien, el problema al que se enfrenta Sánchez es que no puede quedar bien con ambas formaciones contendientes. Dada  la fragilidad de su Gobierno tanto Bildu como PNV podrían precipitar su caída si le retiran su apoyo. Sin embargo, es más fácil (y lo sociedad lo vería más coherente) que prosperase una moción de censura con los votos de la derecha y el PNV a que los conservadores juntasen sus papeletas con los filoetarras para tumbar a Sánchez.  

El próximo domingo 21 de abril a medianoche sabremos quien ha ganado la contienda electoral. Sin embargo, si se cumple lo pronosticado por las encuestas, el  próximo lehendakari no se conocerá sino hasta varios días posteriores o semanas.

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