El pasado día 3 de mayo aconteció una tragedia cuando uno de los trenes de la línea 12 del Metro sufrió un accidente, a las 22:15 h (más o menos) los dos vagones finales de un convoy cayeron de uno de los trayectos elevados. Hasta ahora no queda muy claro la causa del accidente, ni por qué sólo cayeron los dos últimos vagones, habrá que esperar a los dictámenes de diferentes peritos que para el caso se han nombrado. El alcance de la tragedia se percibió inmediatamente; en un primer momento una multitud de voluntarios, vecinos, transeúntes y policías auxiliares iniciaron la ayuda para socorrer a los accidentados, de manera increíble muchos salieron por su propio pie y con heridas leves; rápidamente se presentaron las autoridades encabezadas por la jefa de Gobierno, que se hizo acompañar por la fiscal de la Ciudad de México, el secretario de Seguridad, y también acudió la secretaria Federal y desde luego la directora del Metro, para establecer lo que se conoce como un equipo de “control de daños”; resalto que no se mencionó, ni tampoco vimos, a la secretaria de Salud de la CDMX, Olivia López Arellano.
La primera vez que yo escuché el término de “Control de Daños”, fue en la década de los 90 del siglo pasado, cuando yo era el responsable del servicio de urgencias y terapia intensiva de un hospital del ISSSTE y empezó a surgir el concepto, que sistematizaba la atención de pacientes graves generalmente politraumatizados y en el que se establecía la necesidad de resolver los problemas más graves aunque no fuera de manera concluyente, dejando para un segundo momento la solución definitiva, una vez que las condiciones del paciente se hubieran estabilizado.
El ejemplo más frecuente son las grandes hemorragias hepáticas que no pueden solucionarse de primera intención; se coloca un taponamiento que detiene el sangrado y en una segunda intervención, una vez que las condiciones del paciente han mejorado, se retiran los taponamientos y se sutura lo necesario, seguramente siempre se había hecho algo similar al jerarquizar los médicos las lesiones e ir solucionando las mas graves, pero el concepto vino a sistematizar la atención. Después el concepto de “Control de Daños” se ha extendido a otras esferas para atender sucesos, accidentes, tragedias, de diversa índole, incluyendo las sociales, económicas financieras, políticas y de otro tipo, surgiendo profesionales expertos en ello e incluso despachos diseñados para esos fines. Es verdad que tampoco es algo absolutamente nuevo, lo que pasa es que se ha ido sistematizando para intentar obtener los mejores resultados; trascendentes ejemplos del intento de “Control de Daños” son el Tratado de Versalles y el Tratado de París, hechos al final de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial) y la Segunda Guerra Mundial, realizados para distribuir los daños y los beneficios acontecidos al terminar los conflictos bélicos; quizá no sean los mejores ejemplos de éxito pero sí de trascendencia.
De inmediato parece haberse establecido el gabinete de crisis para realizar el “Control de Daños”. Por cierto, la Dra. Sheinbaum llamó a lo acontecido incidente, un amigo dice que cada palabra tiene su significado específico, y en este caso es así, no es lo mismo incidente que accidente. Por ejemplo, en un viaje a Acapulco si se nos descompone el coche durante el trayecto es un incidente, si chocamos nos volcamos, sin importar las consecuencias, es un accidente, si cualquiera de los dos se debe a una falta de cuidados en el mantenimiento del auto es una negligencia.
El número de fallecidos fue variando en el curso de la noche, llegando a ser de 25, la mayoría pasajeros, aunque murió un conductor que pasaba en su auto por debajo de la estructura que se derrumbó. Al final, lamentablemente los fallecidos ascendieron a 26 al agregarse a la lista una mujer que murió en uno de los hospitales. La primera muestra del fracaso del gabinete de crisis en el “control de daños” quedó demostrada cuando muchos de los deudos tardaron más de 24 horas en saber que su familiar había fallecido y dónde se encontraba el cuerpo. A pesar de que se destinaron, poco después del accidente, determinados hospitales para atender a los heridos, los familiares tuvieron que realizar largos peregrinajes para encontrar a sus allegados. Quizá la muestra más notable de la falta de sensibilidad de los nombrados a conformar los grupos, es el caso de una mujer joven que resultó politraumatizada, su hermana, un poco mayor, falleció en el mismo lugar de la tragedia, fue trasladada al Hospital de Xoco, dos días después se avisó a sus familiares que no se contaba con el material necesario para la intervención y tenían que adquirirlo, su familia decidió trasladarla a un hospital privado donde fue intervenida, y no se dio a conocer el mecanismo financiero para cubrir los gastos.
Digo falta de sensibilidad porque en un caso de urgencia como el que la paciente sufría, el Estado debe atenderla necesariamente y sin costo alguno, porque además el accidente sucedió durante un viaje del Metro de la CDMX, de manera que el gobierno de la Ciudad es deudor solidario, y también el Hospital de Xoco depende de la Secretaria de Salud de la CDMX. Por eso es una verdadera falta de coordinación del equipo e insensibilidad que los responsables del gabinete le hayan dicho a la afectada que no pueden atenderla si no compraba el material, mientras su familia velaba a su hermana.
La atención de las víctimas durante las fases iniciales no fue un éxito. Veamos qué sucede con la contención de daños de otra índole, los económicos, sociales y políticos. De pronto, una de las consecuencias, también muy costosa, será la falta de comunicación de toda la zona de Tláhuac hacia el resto de la ciudad, volviendo a lo que acontecía hace 15 años, pero ahora seguramente con menos infraestructura. No sabemos aún quién es el responsable y por lo tanto no sabemos qué tanto cubrirán las compañías de seguros, que desde luego buscarán pagar lo menos posible, y dependiendo también de las responsabilidades que se encuentren serán las consecuencias políticas del caso.
Desde luego no es un accidente normal que se caiga una trabe de un paso elevado, sin más; habrá que investigar hasta encontrar la causa de tan infausto acontecimiento.
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