La humanización es un proceso que involucra a todas las personas. Sin principio ni fin absoluto, aunque en la experiencia propia de cada uno quede marcado entre el nacimiento y la muerte.
En efecto, aun cuando el proceso de humanización individual de cada quien está referenciado a las coordenadas espacio-temporales en las que se da la propia existencia, de acuerdo con algunas propuestas en el ADN hay información de ancestros que se manifiestan en las siguientes generaciones como dato dado para facilitar la supervivencia y la adaptación al entorno en el que encuentran las personas.
Por otro lado, tampoco se puede hablar de un proceso que llegue a un objetivo final de perfección, pues esto no existe en esta dimensión, es decir, por más esfuerzos humanos, siempre hay en el horizonte conflictos a superar, aspectos que mejorar, situaciones a comprender, retos a enfrentar y la muerte va a sorprender, por tardía que sea, sin haberlos resuelto todos.
Sin embargo, estas condiciones anteriormente vistas están lejos de ser un obstáculo o una limitante para enfrentar la existencia, por el contrario, las distintas tradiciones han tratado de dar sentido y lógica a la existencia humana. Algunas de ellas comprenden la vida como una escuela en donde hay que pasar las pruebas del nivel en el que se encuentra la persona para pasar al siguiente estado, pero como en una sola existencia esto no es viable se cree en la reencarnación; otras insisten que no hay que preocuparse, pues todo se va a acabar y, por lo tanto, solo queda disfrutar o resignarse; algunas ni siquiera lo piensan o simplemente consideran que la vida es una oportunidad para encontrarse con la otredad y que la plenitud o el castigo llega al morir.
Independientemente de la creencia que se tenga de los dos polos que enmarcan este proceso de nacimiento-muerte en la experiencia consciente de las personas, es necesario resolver la vida de la mejor manera posible, considerando los condicionamientos a los que se han estado expuestos por el origen, pero con la libertad de saber que están lejos de ser absolutos y definitivos.
Encuadrar la existencia en la temporalidad nacimiento-muerte permite tomar consciencia de la finitud y, al mismo tiempo, fomenta una actitud atenta y responsable para enfrentar los eventos que la vida vaya presentando sin relativizar todo y eliminando los absolutismos que complican la existencia e impiden una vida plena.
Así, uno de los elementos fundamentales para lograr una buena calidad de vida está en buscar el equilibrio en todos los aspectos de la existencia. Es decir, reconocer los polos que siempre son más fáciles de identificar, validar su pertinencia y buscar una posición que los legitime sin que se dominen o se excluyan mutuamente.
El equilibrio es necesario en todas las manifestaciones relacionales:
- El situacional, que equilibra la actividad con el descanso y el deber con el placer.
- La intrapersonal, la cual se nutre de los acontecimientos externos, reconoce la alteración que produce en la persona, pero impide que la perturbación domine.
- La interpersonal que legitima los intereses de las partes en igualdad y busca estabilidad entre ambos sin que nadie pierda o gane todo, porque cuando uno gana, los dos pierden.
El equilibrio está relacionado con ese punto medio que impide que la balanza se pierda en cualquiera de sus extremos y, por lo mismo, protege de los excesos y daños que pueden aparecer en los márgenes.
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