*Del curso existenciología de Jutta Battenberg
Los objetivos, las expectativas y la misión en la vida son tres aspectos que dirigen la existencia humana. Los tres están referenciados al futuro y aunque guardan cierta similitud y están relacionados entre sí, mantienen diferencias significativas en la experiencia humana que conviene identificar para colocar cada una de estas situaciones adecuadamente.
Los objetivos son metas intencionales que colocamos a lo largo de la historia. Los primeros de la experiencia humana son marcados por los padres o adultos que acompañen el crecimiento del menor y corresponden a las expectativas que la cultura y la familia tienen. Posteriormente con el crecimiento la persona tiene que aprender a establecer los propios. Esta capacidad está directamente relacionada con la autonomía para que sean propios y no los de alguien más.
Al establecer los objetivos es fundamental hacerlo con la suficiente claridad para que sea viable en cuanto a contar con los recursos externos e internos para lograr su cumplimiento, así como reconocer el tiempo real que pueden tomar. Ahora bien, ciertamente es importante el cumplimiento de los objetivos, pero también es fundamental mantener la flexibilidad cuando aparecen circunstancias en la existencia que impiden su consumación, para poderlos soltarlos con libertad y tomar nuevos retos que impulsen la vida.
Los objetivos siempre son temporales y si bien ayudan a dirigir la existencia, al desaparecer o cumplirse dejan un vacío que requiere ser llenado a la brevedad para impedir que el sinsentido envuelva el comportamiento y así mantener el entusiasmo por la vida.
Las expectativas, por su lado, son deseos que hay en la mente. Generalmente relacionadas con otros o situaciones que están fuera del propio control y es aquí precisamente donde hay que tener cuidado pues de acuerdo con el budismo, una de las tres fuentes del sufrimiento son las expectativas. Esto es porque casi siempre se generan fuera del margen de realidad que las pueden hacer viables o porque son tantas las variables que se requieren articular para su cumplimiento que esto de suyo las hace poco probables.
Al igual que con los objetivos es necesario mantener la flexibilidad con las expectativas cuando éstas no se cumplen y desarrollar la suficiente fortaleza para reponerse cuando esto sucede.
Por último, la misión se entiende como aquel designio para el cual una persona fue llamada a la existencia. Para algunas tradiciones esto es un dictamen predeterminado que al no identificarse genera inconformidad y sufrimiento en la persona, pero que al reconocerse llena a la persona de sentido y dirección.
Para otras tradiciones, la misión es elegida en libertad por la persona. En condiciones ideales, considerando sus capacidades, sus gustos, sus aversiones y sus límites para poder lidiar con los contratiempos y retos que aparecen frecuentemente.
Si bien los objetivos y las expectativas satisfacen ciertos aspectos de las necesidades espirituales corresponden mayoritariamente están en el ámbito de las psicológicas, no así la misión, que mayoritariamente satisface las necesidades espirituales, ya que da a la persona sentido a su existencia más allá de su propia persona, fortaleza para mantenerse en el rumbo, confianza en que su labor es importante para el bienestar de otros y esperanza porque contribuye a la construcción del mundo mejor.
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