Un visitante cotidiano
Gonzalo Rojas-May

La tierra de los espejos

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El miedo y el pánico son dos puntas de una misma experiencia. Una nos impulsa y nos invita a superarnos a nosotros mismos, la otra nos quita humanidad y hasta nos envilece.

Imagen: BBC.
Imagen: BBC.

Lectura: ( Palabras)

El miedo es un visitante cotidiano. Se trata de una experiencia psíquica de ansiedad y sentidos abiertos, atentos y en alarma; muchas veces se acompaña de manifestaciones fisiológicas, como escalofríos, sensación de un nudo en la garganta, presión en el pecho, palpitaciones, rubor, dolor de estómago, extremidades agarrotadas o tumefactas, como así también de sequedad en la boca y mandíbulas apretadas. 

El miedo se construye sobre peligros, objetivos o subjetivos, basados en hechos del pasado o proyecciones del futuro. En su expresión más habitual, nos hace estar alerta y atentos, nos permite adaptarnos y aprender rápido a asimilar y comprender nuevas realidades o escenarios. Más allá de su significación biográfica, el miedo posibilita el aprendizaje y la resiliencia, nos engrandece emocionalmente y fortalece cognitivamente. El temor nos eriza el espinazo y despierta a nuestras neuronas, nos invita a ser creativos y a responder rápido. Acelera nuestro corazón y nos impulsa a ser valientes; no porque no tengamos temor, sino porque nuestro sistema límbico fija su atención en la amenaza. Nuestro campo visual, orgánico y psíquico cambiando todo el funcionamiento de nuestro metabolismo celular, nos moviliza en busca del triunfo.

El pánico es, por otra parte, un enemigo brutal. Indistintamente, nos paraliza, nos hace huir despavoridos o nos vuelve fieras agresivas que no conocen límite ético o moral frente al adversario real o imaginario. El pánico hace mal, nos puede transformar en cobardes, pero también en torturadores o asesinos. Nos impide pensar con claridad, inunda el intelecto de prejuicios y niebla cognitiva.  Se apodera de nosotros, creemos perder el juicio o el control de nuestro entorno. El sistema inmune traslada toda su actividad al sistema nervioso, la sangre fluye a borbotones hacia nuestras extremidades, dotando a nuestras piernas de energía para escapar y a nuestros brazos, manos y puños de potencia para cubrirnos o golpear desenfocadamente a quien vislumbramos como agresor. El pánico nos hace perder el juicio de realidad, deforma nuestro rostro y entorpece el raciocinio. La angustia, como una película invisible nos recubre por dentro y por fuera.

lo que es el miedo
Imagen: Felicidad Incondicional.

El miedo y el pánico son dos puntas de una misma experiencia. Una nos impulsa y nos invita a superarnos a nosotros mismos, la otra nos quita humanidad y hasta nos envilece. ¿Se puede elegir la una o la otra?, no es fácil la respuesta. 

El aprendizaje del temor es personal, pero es también profundamente cultural. Tememos lo desconocido y lo nuevo; al ridículo, a la culpa y a la vergüenza, tememos abandonar y ser abandonados.  Nos aterroriza la muerte, pero también nos apanica el amor, la dependencia emocional y el no ser capaces de emanciparnos de parámetros culturales, de la religión o de las ideas de nuestros padres.  Le tememos al deseo, a sentir y también a dejar de emocionarnos o conmovernos. 

¡Qué gran momento en la historia de la humanidad estamos viviendo!  Bailamos al ritmo de la incertidumbre, hace rato que nosotros dejamos de poner la música, ya no la elegimos y tampoco conocemos al Dj que lleva el ritmo de la pista de baile en la que nos movemos. El siglo XXI nos ha hecho sentir ignorantes, desconcertándonos y atemorizándonos, como desde hace tiempo la historia no lo hacía con cada uno de nosotros.

pánico, emoción
Imagen: ABC Blogs.

¿Qué camino elegir?, ¿miedo o pánico?, ¿coraje, fuga, agresión o parálisis?  Como nunca hoy dependemos de nuestro sistema nervioso, de nuestra fisiología y de nuestra lucidez, de nuestra resiliencia. Si hasta hace unas décadas atrás marchábamos al compás de las utopías políticas, los dioses y religiones de turno, como luego lo hicimos al ritmo del mercado y el individualismo; hoy es la tecnología, la era de los virus y la instalación de la duda como posición discursiva ante todo y todos, lo que parece constituir y estructurar nuestro presente. 

¿Quién triunfará el miedo o el pánico?, ¿el aprendizaje de la valentía o la violencia del terror? Los que somos optimistas, pero ante todo realistas, sabemos que el camino para responder a esas preguntas es un territorio gigantesco abierto de par en par frente a nosotros. No tenemos buenos mapas, ni tampoco instrumentos calibrados para internarnos en él.  Por lo tanto, manos a la obra, es hora de trabajar.

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