Una de mis canciones favoritas de Charly García abre con el verso “acabo de llegar, no soy un extraño”; ¿recuerda usted ese tiempo en que su vida parecía predecible, monótona o hasta aburrida, pero en la que creía tener el control?
El tiempo, esa dimensión física que relata como los sucesos se concatenan ordenada o aleatoriamente, pero que es, ante todo, para un ser humano una forma de ordenar su ciclo vital. Hubo un antes porque hay un presente y existe una posibilidad de futuro porque hay una estimación, o más bien, un deseo o un temor de que algo ocurrirá. Sin la idea, sin la percepción, de que hay algo que se moviliza en, dentro y sobre nosotros no seríamos lo que somos.
Uno de los pilares de la psique humana es la temporalidad; pero también lo es la creencia de que existe una lógica en lo que experimentamos sensorial y cognitivamente, de que, pese a todo lo que pueda acontecer, poseemos un “ancla” llamada normalidad que nos sitúa en un lugar exacto, en un momento preciso, y que, desde allí, podemos habitar nuestro tiempo con relativa predictibilidad.
Pues bien, olvide el párrafo anterior. Todo lo allí descrito ya fue, no existe, se acabó. Hemos entrado en una lógica distinta, que, además, está en construcción. Somos gerundio, vivimos y relatamos simultáneamente lo que nos ocurre. Acabamos de llegar y, en esta ocasión, la realidad es la extraña, la distinta, la rara. Por ello ya no es Cronos quien gobierna, sino Kairós; la frontera temporal ya no es cuantitativa, sino que cualitativa. Los días, semanas, meses y años dejaron de ser lineales y sucesivos, el orden imperante es lo percibido. Antes que lunes o martes, junio o septiembre, lo que define lo que ocurre es la evaluación emocional que hacemos de la realidad.
Ya veremos en qué se transformará todo lo que nos acontece y somos. La crisis económica y política mundial no es una posibilidad, es un hecho. El calentamiento global ya no es evitable. Las guerras no han terminado. Los líderes escasean y los dioses también. La tecnología y la simultaneidad son la piel que reviste cada una de nuestras acciones; a cada instante, en todo momento, cada movimiento y acto nuestro queda grabado o plasmado en algún banco de datos.
Somos tiempo y materia, pero fundamentalmente somos consciencia de ambos. Es posible que ya no vivamos en un vector único, sino que, de aquí en más, lo hagamos en una multiplicidad de planos psíquicos y lingüísticos.
Acabamos de llegar, no somos unos extraños, ya lo cantó Charly:
- Desprejuiciados son los que vendrán
Y los que están, ya no me importan más
Los carceleros de la humanidad no me atraparán
Dos veces con la misma red.
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