Existe una frase muy repetida en los deportes acerca de los récords y es que éstos están destinados a romperse, lo que habla del sentido de competencia que tenemos los humanos en casi todas las actividades que llevamos a cabo.
Pero hay récords que no deben romperse nunca y eso lo están aprendiendo en diferentes puntos del planeta con el aumento de la temperatura a grados que jamás se han visto.
Los pronósticos vuelven a ser alarmantes y se espera que estos incrementos continúen durante los próximos 30 años y sus efectos en la vida que hoy conocemos sean impredecibles.
¿Cómo sería un mundo en donde la temperatura no desciende? Primero, hará que los ciclos de siembra y de cosecha se alteren, lo que provocará una adaptación en la producción de alimentos que, al menos, ocasionará escasez. Segundo, causará migraciones hacia lugares más frescos e incluso de naciones desarrolladas a otras que no lo son tanto, pero que cuentan con condiciones de clima favorables.
Ninguna migración está exenta de complicaciones, y las humanas, menos. El registro histórico de nuestra movilidad en el planeta deja claro que ha sido forzado por circunstancias de supervivencia; cuando no se encontró un nuevo lugar para seguir adelante, entonces la comunidad se extinguió.
Por eso debemos de tomar en serio los cambios del clima y aportar con mayor decisión para que el deterioro o la sobreexplotación de recursos naturales se detenga. Una sociedad inteligente busca no solo su prosperidad, sino su permanencia a lo largo el tiempo. De nuevo, aquellos grupos que no lo lograron, desaparecieron.
A pesar del tono apocalíptico que este texto pueda tener, la atención a lo que está ocurriendo es ya un requisito en buena parte del mundo. Europa, por ejemplo, se enfrenta a una nueva ola de calor en la que los termómetros volverán a subir a grados que no se habían visto.
Pensar que no podemos hacer muchos, porque las determinaciones están en manos de gobiernos y de sectores económicos es condenarnos a sufrir los efectos de un planeta que siempre buscará recuperar el terreno perdido a favor de lo que llamamos civilización.
Si el planeta, como estiman los científicos, ha entrado en una etapa de “saneamiento”, ésta no será benévola con sus huéspedes, en especial con los que lograron alterar mucho de su equilibrio, que somos nosotros.
Reciclar, cuidar el agua, construir huertos, abandonar el consumo compulsivo y solidarizarnos con los demás, particularmente quienes más lo necesitan, no condiciones altruistas, son obligaciones ciudadanas que tenemos que llevar a cabo todo el tiempo.
A diario, compartimos mensajes sobre lo efímera que es la vida y la relevancia de aprovecharla. Bueno, tal vez eso cambiará pronto y en lugar de deseos, se volverán llamados de urgencia para que hagamos lo que nos corresponde para que el planeta pueda regresar a un estado en el que pueda compartir sus recursos con nosotros y nosotros ocupemos el sitio que nos corresponde sin pensar que somos dueños de la naturaleza o que podemos manipularla a nuestro antojo. Una vez más, la Tierra nos está demostrando que no es así.