Inauguramos esta semana una edición más de esa obra de la ingeniería popular que es el puente “Guadalupe-Reyes”, en el que organizamos todo tipo de celebraciones; desde los intercambios de regalos, las posadas, Nochebuena, y las cenas de fin de año. Durante casi un mes el tráfico desquicia aún más nuestras ciudades (si eso fuera posible) y nos dedicamos a la diversión y a desearnos lo mejor para lo que viene.
Sin embargo, cada año también este puente viene con un aviso al que le prestamos poca atención: cualquier exceso es malo. Malo para nosotros, malo para nuestras familias y malo para nuestra sociedad.
No existe ninguna contradicción entre divertirnos y actuar de manera responsable. Es la misma felicidad y, aseguro, puede provocar incluso más, porque estamos seguros y protegidos entre y por nosotros. Por eso, ya en la ruta de este nuevo puente, comparto tres recomendaciones, de todo corazón, para tener unas buenas fiestas.
La primera es la moderación. El puente Guadalupe-Reyes no es una competencia, ni una carrera para comprobar quién aumenta más kilo o bebe más alcohol en días consecutivos. Hacerlo así, solo provoca accidentes viales, lesiones graves y causa tragedias, justo en la época en la que no debería ocurrir ninguna; porque es tiempo, supuestamente, de estar tranquilos y en paz.
La segunda es cuidar nuestra salud. Estamos en invierno y las enfermedades que cobran más vidas cada año en el país aumentan su incidencia. Desde complicaciones respiratorias, influenza, covid, hasta infartos; diciembre y enero son meses en los que bajamos la guardia y nos enfermamos. Evitémoslo, particularmente, por nuestros seres queridos, y poniendo especial atención en nuestros niños y en nuestros adultos mayores.
Y la tercera, es alejarnos de cualquier situación de riesgo. Con copas encima no debemos manejar, no podemos tomar buenas decisiones y mucho menos asegurarnos que estaremos bien, ni siquiera en nuestro propio hogar.
Es en este último mes del año que otros problemas se agravan. Me refiero a quienes, por una seguridad mal entendida, tienen un arma de fuego en casa. Históricamente, diciembre es el mes en el que aumentan las lesiones dolosas por disparos, generalmente por celebraciones en las que se abre fuego al aire y por descuidos en la manipulación de una pistola por menores de edad.
Las escenas las hemos visto (y tristemente compartido) en muchos videos: personas que salen a las calles y disparan como parte del festejo, olvidando que una de las principales leyes de la física afirma que todo lo que sube, eventualmente, tiene que bajar. Este es un acto sin sentido, que se une de nuevo al abuso del alcohol y ocasiona pérdida de vidas o graves accidentes.
Luego está la llegada de las vacaciones y la presencia de niñas y niños en casa. La creencia del padre, del tío o del hermano, de que nadie sabe dónde han escondido el arma para usarla en caso de emergencia es una mentira. Todos los miembros de la familia conocen qué hay en esa casa de zapatos que está arriba del clóset o que se guarda en algún cajón de la habitación principal. Con tiempo disponible y curiosidad, muchos menores de edad piensan que puede ser un buen juguete y provocan tragedias que desgarran familias para siempre.
Hagamos consciencia. Tomar control de nuestras acciones en el cierre del año (de cualquier año) es nuestra contribución para vivir en paz y tener una convivencia en armonía. Si nuestra preocupación genuina es cómo podemos reducir la violencia, aquí tenemos una fórmula sencilla que puede resolver muchos conflictos: nada de excesos, no beber y manejar, entregar cualquier arma que poseamos en alguno de los intercambios que hacen las autoridades cada mes.
Así podemos asegurarnos muchos puentes “Guadalupe-Reyes” para el futuro y establecer que estos periodos sean felices, seguros y llenos de satisfacciones. Y no necesitamos la intervención de ninguna autoridad para ello, es una tarea que podemos llevar a cabo los mismos ciudadanos.
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