La sucesión presidencial en México es parte del ritual político postrevolucionario. En la etapa militarista los métodos eran muy simples: el asesinato de él o los contrincantes o la mera voluntad del General en turno de nombrar su sucesor. Acreditados los primeros en el caso del presidente Álvaro Obregón, quien después de haberse despachado a Don Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo, Puebla, ordenó que mandaran al otro mundo (no aplica para ateos) a sus opositores; y los segundos, bajo la etapa de Plutarco Elías Calles, quien prefirió retener el poder tras bambalinas y designar a quienes lo sucedieron, y diera origen a la frase “Aquí vive el presidente, pero el que manda está enfrente”. Hay que anotar que el primero, Pascual Ortiz Rubio, por decoro le renunció a la presidencia; y el último, Lázaro Cárdenas del Río, prefirió mandar en pijamas al destierro a Estados Unidos, al llamado Jefe Máximo y decidió tomar las riendas del poder por seis años, tal vez para recuperar el tiempo perdido en obedecerlo.
Ya en el tiempo de los presidentes civiles se inauguró la etapa del “tapado” –término tomado de los palenques, en los cuales así se le llama a un gallo triunfador encubierto–, dando a conocer el candidato hasta el último año de gobierno. Fue muy celebrada la caricatura de Abel Quezada, al poner una capucha blanca en la cabeza de una persona, con el letrero: “El Tapado Fuma Elegantes”. Y no le atinó, porque Adolfo López Mateos, fumaba Delicados. Su antecesor, Adolfo Ruiz Cortines, Secretario de Gobernación, viejo –tenía 63 años al tomar el poder– cazurro en la política, estaba una tarde en su casa de la Colonia San José Insurgentes, cuando llegaron presurosos y agitados dos líderes sindicales para pedirle que los apoyara con el jefe del Departamento del Distrito Federal, Fernando Casas Alemán, porque era el “tapado”. Ruiz Cortines, sin dilación le habló por teléfono a éste, y le dio la más amplia recomendación, agregando que le serían fieles hasta la muerte. Gozosos por ello, se enfilaron al Zócalo y al llegar a la Avenida Juárez, los periódicos vespertinos publicaban que el candidato a la presidencia era Adolfo Ruiz Cortines.
Al “tapadismo” le siguió el “dedazo” mediante el cual el presidente en turno, sin el menor recato, apuntaba a su sucesor. Indigna de contarse es la anécdota de cuando Carlos Salinas de Gortari le comunicó a Fidel Velázquez, sempiterno líder de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) que el candidato a la presidencia del “partido” (PRI) era Luis Donaldo Colosio, socarronamente el dirigente obrero contestó: “Señor presidente, me leyó usted el pensamiento”. Muchos de los políticos que habían formado parte de la pasarela como “precandidatos”, generalmente Secretarios de Estado, y que quedaron en la lona, desaparecieron de la escena política o aceptaron cargos menores; pero otros, pongamos como ejemplo a Manuel Bartlett, que no fue favorecido en su tiempo por su amigo Miguel de la Madrid, ahora renace en el gobierno actual, como Director General de la Comisión Federal de Electricidad, quien ya no sufre la “caída del sistema” sino de apagones e incendio en la planta del metro de la CDMX.
¿Pero a qué vienen todos estos breves antecedentes de nuestra tragicomedia política? Porque en una de sus conferencias mañaneras el presidente Andrés Manuel López Obrador, apenas a dos años de su mandato, se atrevió a tocar el tema de quién será su sucesor, cuando en el régimen hegemónico priista se daba en el último año como parte de la liturgia sexenal. Pero ahora el tapado no fuma elegantes (creo que ya ni existen en el mercado) y ha dicho el presidente que el elegido tiene más de cincuenta años. Pero sucede que la mayoría de sus colaboradores rebasan esa edad, por lo que la clase política, principalmente la morenista, que espera seguir en el poder, se hace cábalas y se pregunta ¿será melón, será sandía, será… del otro día?
Lo cierto es que hay tres muy mencionados. La doctora Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, secretario de Relaciones Exteriores y el líder parlamentario morenista en la Cámara de Senadores, respectivamente, aunque a este último también lo ubican para ser el sucesor de la doctora. Sin embargo, no se descartan a la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier; la de la Función Pública, Eréndira Sandoval; y, aunque nadie lo crea, el secretario de la Defensa, el Gral. Luis Crescencio Sandoval, quien por su lealtad y colaboración en las principales obras de infraestructura del régimen, le ponen una estrella más en sus charreteras.
¿Esto se llama futurismo del bueno o vuelta al pasado?
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