“Abundio Garza Treviño, alto de estatura, ojos pequeños y sombrero texano, miraba aquella mañana por la ventana, desde su oficina de presidente municipal de aquel pueblo fronterizo norteño, cuando entró su esmirriado y diligente tesorero de espejuelos redondos y amigo desde la infancia del edil. Aquel, sin apartar la vista de la calle donde caminaba la gente y transitaban los vehículos, muy preocupado y pensativo, le preguntó: ¿Cuánto dinero tenemos en la tesorería para hacer una obra en estos últimos días que nos corresponde estar al frente de la presidencia? El tesorero le contestó que había ciento ochenta mil cuarenta y seis pesos en la caja y que con esa cantidad bien se podría hacer una pequeña escuela o remodelar la cárcel que está muy deteriorada. Bueno, concluyó el jefe de la comuna, mejor vamos a remodelar la cárcel, porque a la escuela tú y yo, ya no estamos en edad de ir, pero a la cárcel, tal vez, sí”. A manera de prólogo anexo el anterior relato que forma parte de mi libro en revisión, titulado Crónicas de Vida, como ejemplo de lo que sucede en tiempo actual en la transición de presidencias municipales, alcaldías y gubernaturas, disputadas en las elecciones de junio del presente año que, en la mayoría de los casos, dejan deudas exorbitantes a los nuevos titulares de los puestos de elección popular mencionados.
Veamos. El nuevo y polémico gobernador de San Luis Potosí, producto del partido verde, Ricardo Gallardo, se queja de un adeudo de dieciséis mil millones de pesos; el de Nayarit, Miguel Ángel Navarro, candidato con su nuevo look morenista, encuentra una deuda de once mil cuatrocientos cincuenta millones de pesos, con diversas instituciones públicas y con el imparable SAT, mientras que su antecesor, el panista Antonio Echevarría, se prepara para “chapulinear” a un cargo en el gabinete del presidente Manuel López Obrador. El gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, se queja de una deuda de veintitrés mil millones de pesos que dejó Claudia Pavlovich en Chihuahua; María Eugenia Campos, nueva mandataria estatal, denuncia una deuda de once mil millones; enemiga jurada de su compañero panista Javier Corral Jurado (y el anterior gobernador César Duarte, feliz en Miami porque ya le devolvieron su “ranchito” y no lo extraditan a México) le sacará sus trapitos al sol. David Monreal, cuyo antecesor Alejandro Tello, no dejó un solo morlaco (así decía Juan Orol al peso, en sus películas, obras maestras de la comicidad involuntaria) en las arcas públicas y deudas de pagos a servidores públicos y maestros; Nuevo León, sólo pago de nómina de maestros y todavía no protesta Samuel García, sorpresa de Movimiento Ciudadano en el norte, contra el famoso Bronco; las faltantes gobernadoras Evelyn Salgado e Indira Vizcaíno, de Guerrero y Colima, respectivamente, están pendientes hasta ahora, y Alfredo Bedolla, de Michoacán, quien ya tomó posesión, irá con todo contra Silvano Aureoles Conejo (el de la sillita propia para sentarse a esperar audiencia presidencial), exgobernador perredista, tal vez el último de ese partido en extinción que ha servido de relleno a la alianza opositora al gobierno federal, integrada por el PRI y el PAN.
Lo mismo ha sucedido con los alcaldes y alcaldesas de la Ciudad de México que protestaron el día primero de este mes, en los que siete pertenecientes a la oposición señalada anteriormente, ya empezaron a reclamar las elevadas deudas y falta de pago a proveedores y de nóminas, así como presidentes municipales de todo el país, que sería prolijo señalar por falta de espacio, pero aquellos en la primera reunión con la jefe de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum (¡presidenta! ¡presidenta! se oye un coro bravío), expondrán sus lamentaciones por falta de presupuesto y, en consecuencia, su indefensión ante las promesas de campaña.
Y uno se pregunta: Pero si ya intuían que sus antecesores no eran dignos de fiar, ¿por qué tanto afán y lucha por ser candidatos? ¿Cómo podrán hacer un buen gobierno si se van a dedicar a pagar las deudas pendientes? ¿Harán las denuncias correspondientes para encausar a los malos servidores públicos? ¿No aprenden en cabeza propia con el caso del gobernador tamaulipeco, por citar sólo el caso más reciente de Francisco Javier García Cabeza de Vaca?
Está claro que el poder ciega y la ambición embruja. Si ya saben cómo son, ¿para qué los imitan?
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.