Abascal me enmienda la página: El origen de la democracia en México
Antonio M. Prida

De Frente y Derecho

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La democracia en el México moderno tiene como origen el año de 1939, es decir, antes de la mitad del siglo XX, con la fundación del único partido surgido de la sociedad civil.

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Lectura: ( Palabras)

Como recordará el lector, mi más reciente columna se intituló “Del Milagro Económico Mexicano a la Democracia Sin Crecimiento”, publicada en este mismo espacio el pasado 10 de marzo. Uno de mis destacados lectores habituales, mi amigo Salvador Abascal Carranza se tomó la molestia de hacerme precisiones pertinentes que me motivaron a invitarlo a convertirlas en un artículo que ahora publico con un agradecimiento expreso hacia su persona.


Por Salvador Abascal Carranza

Generalmente, el origen de la democracia en el México independiente se atribuye al periodo de la Reforma en el siglo XIX, especialmente vinculado a Benito Juárez y a la Constitución de 1857. Nada más erróneo. Emilio Rabasa dice de esta Constitución lo siguiente: “La Constitución de 57 (promulgada por Juárez) no se ha cumplido nunca en la organización de los poderes públicos porque, de cumplirse, se haría imposible la estabilidad del gobierno […] Siendo incompatibles la existencia del gobierno y la observancia de la Constitución, la ley superior prevaleció (esto es, un derecho consuetudinario, dictado por la costumbre del que gobierna, simulando que obedece a la Constitución)* y la Constitución fue subordinada a la necesidad suprema de existir”.[1]

El mismísimo Juárez, promulgador de la Constitución de 1857, no se sometió a ella y gobernó con base en decretos, cosa que hicieron también sus sucesores, incluyendo a don Porfirio Díaz y hasta Venustiano Carranza. Los casos de Calles y Obregón merecen análisis aparte. Por ahora, sólo debemos decir que aplicaron la Constitución de 1917 a su gusto y conveniencia.

La democracia en el México moderno tiene como origen el año de 1939, es decir, antes de la mitad del siglo XX, con la fundación del único partido surgido de la sociedad civil y no del gobierno emanado de la Revolución, ni por la escisión del partido oficial, y mucho menos como facción satélite del partido oficial, como sin duda lo eran el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, (PARM); el Partido Popular Socialista (PPS); el Partido de los Trabajadores (PT), etc. Me refiero a un partido que impulsó, con la colaboración de otros actores políticos, la transición a la democracia en México (como decía Carlos Castillo Peraza, “la tarea democrática se hace gradualmente”) ese partido es Acción Nacional, PAN.

En un artículo anterior, mi amigo y compañero de lucha por los derechos humanos, Antonio Prida, afirmó lo siguiente: “No fue hasta que apareció el Frente Democrático… que se empezó a presionar políticamente al PRI en 1988/89”. **

Mi respuesta espontánea al artículo en cuestión, fue ésta: En todo caso, el Frente Democrático (escisión del PRI), con algunos minúsculos partidos de izquierda (el Partido Socialista Unificado de México, PSUM, el Partido Mexicano Socialista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, y otros arribistas que habían sido, por décadas, socios del PRI, aprovechó la creciente presencia de la única oposición real que había desde 1939 con el PAN a la cabeza, es decir, se aprovechó de una ola que venía rompiendo ¡desde hacía 50 años!

Empezó en los años 40 con cuatro diputados de mayoría, se ganaban cada vez más diputaciones y más municipios; por ejemplo, en Oaxaca, en Michoacán, en Puebla, en Baja California, etc., a pesar de todos los fraudes que impedían conquistar más posiciones, hasta que conquistó la primera gubernatura en Baja California en 1989, y la presidencia en el año 2000.

Nadie sabe, ni nadie sabrá jamás, por la “caída del sistema” operada por Bartlett, quién ganó realmente en 1988. Ciertamente pudo ganar Cárdenas o el mismo Maquío Cloutier y hasta Salinas, pero eso nunca se va a saber. Sólo que la izquierda naciente (priista en sus orígenes), siempre es ganona a río revuelto, supo imponer la idea de que le robaron la elección a Cárdenas. La historia lo ha puesto en su verdadero lugar.

Por otra parte, debo decir que la credencial con fotografía fue creación del PAN, específicamente hecha realidad en el gobierno de Ernesto Ruffo (1989-1995), cosa que el presidente del IFE copió, y la presumió como creación suya para opacar la genial idea del PAN. Recordemos que Woldenberg ha sido siempre de izquierda y, por lo mismo, siempre se le ha atragantado el PAN.

No fue por el hartazgo de la sociedad por la corrupción de los gobiernos anteriores, sin distinción, que el pueblo se inclinó por López Obrador, como generalmente hacen creer todos los politólogos que tampoco quieren al PAN. De hecho, el PAN, cuando ha ganado, lo ha hecho a contracorriente de casi toda la prensa y la intelectualidad del país, con sus honrosas excepciones; por ejemplo, Enrique Krauze ha dicho en repetidas ocasiones que no se entiende la historia de México del siglo XX sin el PAN. Por su cuenta, Soledad Loaeza, del Colegio de México, escribió sobre “La larga marcha del PAN”.

Es verdad que el PAN nunca ha tenido buena prensa, ni siquiera ahora que sigue siendo la segunda fuerza política cuando se ha colocado en la oposición. La desbocada, la inmensa corrupción del PRI de Peña Nieto, fue lo que los analistas no consideran y meten al PAN en la misma canasta, por comodidad o por aversión, sin pararse un momento a ver con objetividad lo que verdaderamente pasó. Esto no quiere decir que en los gobiernos del PAN no haya habido corrupción, pero, sin duda, no comparable con la del sexenio de Peña Nieto, y con casi todos los sexenios del PRI en el siglo XX.

No cabe duda que el PAN ha sido y es un partido distinto y distinguible. Sus principios de doctrina permanecen intactos, (Respeto a la Dignidad Humana, Búsqueda del Bien Común, la Solidaridad y la Subsidiariedad, como expresión social del amor). Si algo le debe hoy reclamar la sociedad civil organizada al PAN, es que sea digno de un pasado que supo transformar la vida política y social de México. Tiene, para lograr eso, extraordinarios liderazgos y despuntarán otros. Pero, al mismo tiempo, las dirigencias se deben aplicar con honestidad y generosidad a postular a los mejores hombres y mujeres, de dentro del Partido y también de fuera, para tener un congreso de calidad, verdaderamente democrático, frente a un futuro cada vez más complicado, que necesitará de mujeres y de hombres a la altura de los formidables retos que enfrentará México a partir del 2024.

Salvador Abascal Carranza
Salvador Abascal Carranza, miembro activo del PAN desde 1983; diputado federal (1991-1994); y diputado local a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (1994-1997 y 2000-2003).

Notas:

*Los paréntesis son todos míos.
** Aprovecho la ocasión para manifestarle a mi amigo Antonio Prida, mi más profundo y sincero agradecimiento, por su gran generosidad para pedirme que, con base en la respuesta que le di (la cual está contenida en buena parte de este artículo), escribiera yo un artículo en el cual pudiera desarrollar más ampliamente el tema. Espero haber cumplido con la tarea.

[1] Guillermo Gómez Arana, La Constitución de 1957 -una ley que nunca rigió-, Editorial Jus, 1958, México, pp. 8-9

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