Este 7 de diciembre se ha reportado un sismo en Puebla con magnitud de 5.7 grados y cuyo epicentro se registró a 16 kilómetros al oeste de Chiautla de Tapia, lo cual provocó entre otras cosas que se activara la alerta sísmica en Ciudad de México, Puebla, Guerrero y Morelos. Afortunadamente según reportes preliminares de las autoridades de dichas entidades ha habido “saldo blanco” en afectaciones humano-materiales, a lo cual podría haber ayudado ciertamente los sistemas de alerta de aviso del temblor que oscilaron entre los 28 a 19 segundos previo al impacto de este.
Pienso que lo realmente preocupante en afrontar contingencias de esta naturaleza es precisamente la imprevisibilidad de las mismas y la falta de certidumbre ante la magnitud de estos fenómenos telúricos, por lo cual, a mi parecer, la respuesta apropiada pasaría por la apuesta a una prevención a todos los niveles de la sociedad, lo cual evidentemente siento que se ha venido trabajando y, es precisamente esta apuesta por la prevención la que sin lugar a duda a incidido en la mitigación de daños.
Según Hernando Tavera, director de sismología del Instituto Geofísico del Perú (IGP), el hecho de que el lecho del océano Pacífico reposa sobra varias placas tectónicas y el hecho de que la actividad sísmica sea intensa en el Anillo de Fuego “se debe a la convergencia de éstas y su fricción, lo que hace que se acumule tensión a liberar”.
Como todo fenómeno natural, pienso que los temblores requieren de “altas dosis” de serenidad, algo que se antoja ciertamente difícil en tanto lo fortuito de estos eventos, y mas bien sería como mantener activo el espíritu de alerta -como en su momento aconsejó el mismo Jesucristo a sus discípulos- para no perecer.
Creo que es justamente ante estos sucesos cuando parecen “aflorar” los sentimientos de solidaridad y empatía, cuando al parecer estas virtudes éticas se mantienen “adormitadas” de una u otra manera, cuando la vida en sociedad transcurre sin “sobresaltos” de esta naturaleza.
Es de hacer notar que, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de un millón de sismos ocurren anualmente -con un promedio de dos terremotos por minuto-, y se asegura desde esta institución que desde 1970 los terremotos han causado más de un millón de fatalidades a nivel mundial, figurando en semáforo rojo desde entonces Armenia, China, Ecuador, Guatemala, Haití, Irán, India, Indonesia, Japón, México, Pakistán, Perú y Turquía.
En definitiva, ante eventos traumáticos como estos se aconseja por parte de expertos siempre mantener la calma, lo cual ciertamente con cualidades de adaptabilidad y trabajar la resiliencia para “neutralizar” ciertamente todas aquellas nocivas secuelas psicoemocionales que a la larga tienen un impacto negativo en la calidad de vida de los y las ciudadanos/as.
Posdata: La república mexicana es altamente sísmica debido a su posición geográfica -pues se encuentra en un área con alta actividad sísmica conocida como Cinturón Circumpacífico o Anillo de Fuego que une a América con Asia- y a raíz de tal situación es que todos los días se producen temblores de baja magnitud.
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