En anterior colaboración, titulada Sucesión Presidencial Anticipada, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador perfiló sólo la edad de los posibles candidatos a sucederlo, además de citar los antecedentes del “tapadismo”, me atreví a dar algunos de los nombres que estaban en boca de muchos ciudadanos a través de una encuesta telefónica y personal con quince amigos de diversas clases sociales. De ella resultó que estaban a la cabeza Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, pero seguidos de cerca por Tatiana Clouthier, hoy Secretaría de Economía, y Ricardo Monreal, jefe parlamentario morenista en el Senado de la República. Sólo uno de mis consultados me dijo que su gallo era el General Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, con base en que las fuerzas armadas eran el principal apoyo del actual régimen y su presencia se hacía sentir en muchas de las obras principales del actual gobierno, como son el Tren Maya, el Aeropuerto General Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas en Tabasco, así como la distribución de las vacunas para la pandemia a sus destinos y la proyectada dependencia de la Guardia Nacional a la Sedena. Cuando les hice saber los resultados de mi encuesta personal a los demás amigos, de loquito no bajaron a este último.
Pero en una mañanera posterior, el presidente abrió el abanico y mencionó seis nombres: tres hombres y tres mujeres. Agregó a Rocío Nahle, secretaria de Energía, a Juan Ramón de la Fuente, representante de México ante la Organización de las Naciones Unidas, y a Esteban Moctezuma, Embajador de México en Estados Unidos. “No, mencionó a Monreal” desgañitaban las redes sociales y sesudos analistas lo daban por “muerto”. Éste, serenamente, reviró que no estaba descartado. Y ¡oh sorpresa!, tenía razón –y mi encuesta amiguera también– porque AMLO, en la mañanera realizada en su tierra tabasqueña, de plano desplegó toda la baraja, y afirmó que, cualquiera de su gabinete y su partido morenista podían participar e hizo especial mención de los jefes parlamentarios y, como dice la canción de José Alfredo “los mariachis –¿orgánicos?–callaron”. Monreal y el General Sandoval estaban dentro del cubilete sucesorio. Mario Delgado, presidente de Movimiento Regeneración Nacional, ni tardo ni perezoso, cerró con broche de oro: la elección interna para suceder a López Obrador se hará mediante encuesta. ¡Sopas!

Cabe recordar que en los tiempos del priismo hegemónico los presuntos candidatos, por lo general, se decidían el último año del mandato presidencial o en los postreros meses de año anterior, aunque los grupos políticos se agitaban antes de la decisión del sucesor por el presidente mismo –dedazo le decían– en un acto de simulación muy deshilachado y se encargaba a algún sector (popular, obrero o clasemediero) que destapara al elegido. Acto seguido venía la cargada, también llamada la bufalada, en torno del favorecido que tenía por delante casi un año para hacer campaña con las ajadas promesas de siempre y algún lema alentador como “arriba y adelante”, “la solución somos todos” o “renovación moral y simplificación administrativa”, por citar sólo algunas, que resultaron más falsas que un billete de tres pesos.
Pero volvamos al presente. ¿Cuál es el juego del presidente Andrés Manuel, adelantando la sucesión, a la mitad el sexenio? Sus adversarios –así gusta llamar el presidente a sus más enfurecidos y feroces enemigos– pronto se unieron y declararon que se trata de un distractor para empañar los espejos y que no se vean los grandes problemas nacionales. Doña Amparo Casar, crítica de todo lo que a ella le huela a Cuarta Transformación, manifestó muy compungida: “Me parece muy lamentable que tengamos que estar hablando y distrayéndonos en esto cuando el país en buena medida (se abstuvo de decir en qué báscula lo pesó) se está cayendo a pedazos. Y si me preguntas, pues el único beneficio que tiene es para López Obrador, no para el país, no para los candidatos”. Sobra decir lo que le contestaron en los lavaderos mediáticos llamados eufemísticamente redes sociales.

A todas las diatribas y elogios el presidente expresó que el tapadismo había terminado y que el pueblo será quien decida su relevo en 2024, si gana en la revocación de mandato. Los candidatos aludidos como Ebrard iniciaron su campaña con una cena con su círculo político más cercano; Sheinbaum, aplaudida ya como “presidenta” en diversos actos, se limitó a felicitar a su compañero Marcelo por haber sido incluido, y los demás guardaron sana distancia y discreción, menos Ricardo Monreal, quien dijo que él estaría en la boleta con Morena o sin Morena, lo que abrió una grieta en el equipo olímpico del primer mandatario. Jugará a “mía o de nadie” con sabor a machismo zacatecano.
Así las cosas. Aunque, en mi solitaria opinión, creo que López Obrador ha puesto la zanahoria delante de los caballos, potrancas y yeguas. Quien la alcance será aquel o aquella que lo demuestre con su trabajo, su lealtad y su compromiso de, en caso de ganar la elección presidencial, continuar con su política reformista a mayor profundidad. Por ahora la música de fondo que se escucha es la de aquella ronda infantil que decía: “los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán…”