Deseo sinceramente que las autoridades de nuestro país en esta ocasión tengan razón, y que sus predicciones acerca del curso de la Covid-19 sean acertadas; desde luego que espero que sus mensajes de tranquilidad y de relajación sobre las medidas de prevención sean las correctas. Nos hace desconfiar que todas sus predicciones anteriores resultaron erróneas. Por mencionar sólo algunas mencionaré que el Dr. Jorge Alcocer dijo al principio de la pandemia que no debíamos caer en pánico porque la Covid-19 era sólo una enfermedad respiratoria leve entre un resfriado común y la influenza. El Dr. López-Gatell, subsecretario del ramo, ya en plena debacle dijo que el cubrebocas no había probado ninguna eficacia como mecanismo preventivo y que en todo caso la mortalidad en México no llegaría a 60,000; él ha dicho muchas otras cosas, que casi podríamos considerar barbaridades, que sus jefes no constituían un factor de posible contagio sino de ejemplo; se atrevió a decir, cuando los jóvenes pedían ser vacunados, que por cada uno de ellos que se inmunizara un mexicano que si lo requería perdía la oportunidad, hacía responsable a un grupo de población de lo que pudiera pasarle a otra.

El Dr. Alcocer, experto y reconocido inmunólogo, dijo que él no vacunaría a sus nietos porque podrían tener riesgo de padecer trastornos inmunes posteriores, en su boca esta barbaridad podría pasar por la opinión acertada de un experto. Al contrario de lo realizado en otras partes del mundo, el seguimiento, la vigilancia y la prevención de la enfermedad no se ha hecho mediante la realización de pruebas de detección, siguiendo un modelo que fue útil para otro padecimiento. Ya ante el primer embate, brutal pero menor que los que han seguido, la carencia de equipo de protección para el personal y las deficiencias en el adiestramiento para uso, condujeron a una gran mortalidad. La adecuación de muchos hospitales para atender a los pacientes afectados por la infección por SARS-CoV-2 resultó muy eficiente, sin embargo, a lo largo de toda la pandemia los datos de letalidad son muy malos, alrededor del 10%, quizá los más altos en todo el mundo; pero quizá se deba al bajo número de pruebas de diagnóstico, toda vez que este indicador se obtiene utilizando el número total de casos y el número de fallecimientos. La estrategia inicial de utilizar a miembros del ejército para la vacunación les acarreó muchas dificultades, pero al utilizar al personal experto en vacunación los resultados fueron mejorando, el ejército se utiliza ya para el transporte y cuidado de los biológicos.

Una situación que no tiene explicación es que el señor presidente no utiliza cubrebocas en ninguna situación, excepto cuando viaja en avión y seguramente por reglamentos de las compañías (hay que recordar que él no tiene avión propio, o que éste está guardado). Por decir sólo la última, hace un par de días le otorgó la distinción del Águila Azteca a un ilustre ciudadano francés; esta presea es la de más alto rango que extiende el Estado mexicano, y durante la ceremonia el premiado sus acompañantes utilizaron cubrebocas, pero el presidente y sus gabinete no. Es inexplicable la falta de sensibilidad para el caso, al no utilizarlo y no permitir que se use por los miembros de su gabinete en su presencia, debilita que la medida se arraigue (que yo sepa sólo él, el presidente brasileño Bolsonaro y el expresidente Trump no lo usan).

Mientras que en otros sitios la vacunación entre diversos grupos de edad que incluye a los niños mayores, aquí a regañadientes y de malos modos se ha ido aplicando, pero sólo a los mayores de 15 años. La cuantificación de la enfermedad se ha llevado mal, o cuando menos se ha difundido mal. Al 29 de diciembre han sucedido 298,944 fallecimientos en las cifras oficiales, con lo que ocupamos, en muertos por millón de habitantes, un sitio sólo por detrás de Perú, Brasil y República Checa, y aunque detrás muy cerca de Argentina, Estados Unidos y Bélgica, pero resulta que hay otras cifras oficiales que brinda el Registro Civil, organismo oficial encargado de registrar y clasificar las actas de defunción y que a la cifra ya mencionada hay que añadirle 144,000 defunciones más; hay otras registradas por otras vías, pero no oficiales que harían que los resultados sean aún más altas.

Un poco a regañadientes y a pesar de que en otras partes del mundo ya se venía realizando desde varias semanas antes, se empezó a aplicar una dosis de refuerzo a la población de más de 60 años, con buenos resultados, porque la población y el personal sanitario ya tienen experiencia, pero como si no hubiera prisa, en la Ciudad de México se hizo en las populosas delegaciones de Iztapalapa y Benito Juárez; y repito, sin premura alguna, aunado a que el programa de vacunación se suspendió los días 23, 24 y 25 de diciembre. A mí, por ser miembro de la tercera edad, me tocó ponerme la tercera dosis 8 meses después la segunda del primer esquema, pero el personal de salud, que debe tener entre 9 y 10 meses que se le aplicó el esquema completo, no ha sido contemplado; es una falta de planeación de visión o de consideración, ustedes dirán.

A pesar de todo esto y al contrario de lo que se hacer en todo el mundo, el presidente organiza una manifestación-festejo con motivo del tercer aniversario de su ascensión al poder, hay diferentes versiones, pero probablemente se hayan reunido más de 200,000, entre jóvenes y adultos. La Jefe de Gobierno organizó una feria navideña en el Zócalo que reúne cotidianamente a muchos miles entre niños, sus padres y sus abuelos, no hay restricción alguna en el transporte público ni en los espectáculos y tiendas. El Director de la OMS expresó un mensaje en el que debido a las condiciones de la pandemia que incluyen el surgimiento de la cepa Ómicron, invitó a la población a no realizar reuniones grandes para las fiestas muy próximas, expresó que es mejor posponer las reuniones para festejar que reunirse para lamentar.

El Dr. López-Gatell nos dijo que habíamos sacado de contexto las declaraciones y que las cosas estaban muy bien y pintaban mejor. En la Ciudad de México el vocero –que substituye a la secretaria de salud, la Dra. López Arellano, siempre centrada, discreta y madura–, es un buen comunicador que siempre maneja las cifras con un gran optimismo, todo basado en el número de casos (sin mencionar el número de pruebas realizadas) y la ocupación hospitalaria, sin comentar nunca el número de muertos, porque cotidianamente hay muchos muertos y en algún lugar se han de morir; además, tiene tan poca sensibilidad que a los individuos, ciudadanos, a los seres humanos, les ha llamado “cuerpos humanos”.

Espero que esta vez sí tengan razón y en las próximas semanas no nos ataque una nueva crisis con altos en vidas humanas, costos económicos y sociales. Veremos también si no rompemos récords con enfermedad y fallecimientos entre el personal de salud.

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