Aunque existan reminiscencias y añoranzas de un pasado proteccionista, en donde las fronteras físicas resultaban ser un instrumento eficaz para garantizar la seguridad de los Estados, el mundo y su dinámica han impuesto una apertura obligada en la que, más allá de las meras cuestiones de tránsito de mercancías, no existen impedimentos reales que impidan el tránsito de información, comunicación ni, mucho menos, de personas.
El fenómeno migratorio obedece a innumerables causas que van, desde el simple deseo por comodidad, hasta los desplazamientos forzosos producto de causas humanas o por desastres naturales. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) precisa que en 2020 había un universo de 281 millones de personas migrantes internacionales en el mundo. Por su parte, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que, en 2015, 65.6 millones fueron desplazadas por conflictos armados, en tanto que, desde 2008, 22.5 millones fueron afectadas por el cambio climático y desastres naturales.
La migración forma parte de la humanidad y, de alguna manera, es el origen de la conformación de las sociedades modernas. Como regla general, la migración obedece a una necesidad de mejorar las condiciones para el desarrollo de las personas que la practican y, por tal circunstancia, este fenómeno implica tránsito de territorios, ya sea de una misma nación o hacia otra distinta, en donde existan mayores y mejores posibilidades. En esta lógica, al ser un fenómeno propio de la humanidad, siempre existirá, en tanto el entorno social, medio ambiental, político y económico persista en incidir en la forma de vida de las personas.
Al ser un tema connatural al desarrollo social de las naciones, el tránsito de personas por el territorio se transforma en una circunstancia que debe formar parte de los aspectos previsibles y programables de seguridad nacional de los países. Me explico: los grandes flujos de poblaciones que, de alguna manera se les pueden considerar como nómadas, implica el uso de vías y rutas que suelen ser utilizados por grupos criminales para el trasiego de mercancías de naturaleza ilícita para financiar y abastecer a grupos de criminales organizados para realizar sus funestos fines.
Por esta situación, resulta especialmente relevante para la seguridad de las naciones tener controles no sólo de acceso y salida del territorio nacional, sino generar planes y programas destinados al seguimiento de los flujos migratorios a lo largo y ancho del territorio nacional.
Independientemente de la importancia, beneficios y vicisitudes que genera el flujo migratorio, es importante que existan planes y programas coordinados entre las naciones origen de los flujos migratorios, las de tránsito y destino, no sólo para garantizar la seguridad de los migrantes, que es de suyo, obligación de todos velar porque sus derechos humanos sean respetados, sino establecer políticas, estrategias y acciones para evitar que estos movimientos, connaturales a las sociedades, sean utilizados por criminales organizados como medio de tránsito, trasiego y ejecución de sus actividades delictivas.
Es importante la consolidación de acuerdos internacionales para garantizar que el derecho a migración de las personas no sea utilizado, de forma artera y abusiva, por quienes delinquen organizadamente.
@AndresAguileraM
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