El año que se va
Andrés A. Aguilera Martínez

Razones y Costumbres

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2021 será un año que ha estado marcado por numerosos sucesos que quedarán registrados en los anales de la historia .

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CATEGORÍA: Opinión | Razones y Costumbres


Estamos a unos cuantos días de terminar el 2021; un año que ha estado marcado por numerosos sucesos que quedarán registrados en los anales de la historia y que serán recordados en la posteridad como hechos que marcaron la vida de naciones, estados y comunidades, en las que participaron presidentes, reyes, secretarios, ministros y personajes que, por sus empleos públicos, influencia y actividad empresarial cobran mayor notoriedad; sin embargo, existen miles y millones de historias que, a consecuencia de esos grandes sucesos, sus vidas se vieron trastocadas, sus rutinas modificadas y sus realidades cambiadas a sus planes y anhelos.

El encierro del 2020 trajo consigo un sinfín de consecuencias cuyas secuelas persisten y se siguen resintiendo en personas de todo el orbe. Millones de familias perdieron al sostén económico de los hogares; niños de todas las latitudes quedaron en la orfandad aumentando la necesidad de centros de protección a menores que deben ser proporcionados, vigilados y atendidos por el gobierno; cientos de miles de mujeres y niñas aumentaron su sufrimiento al verse obligadas a cohabitar con quienes sistemáticamente las violentan. Los divorcios, a consecuencia de la cohabitación obligada, incrementaron exponencialmente, al verse incrementadas las condiciones de estrés y violencia, producto, precisamente, de la falta de movilidad y la carencia de ingresos para la subsistencia de las familias. De igual manera, condiciones como la ansiedad, depresión y otra serie de padecimientos de salud mental se agudizaron.

Familias enteras se vieron desposeídas de vivienda por la imposibilidad de poder sufragar las rentas, al tiempo que los arrendadores, cuyo sostén económico depende de esta actividad, dejaron de percibir su única fuente de ingresos, obligados a malbaratar sus inmuebles a cambio de liquidez para subsistir.

mal año
Imagen: Freepik.

Pequeños negocios como talleres, maquilas caseras, tiendas, cafeterías, restaurantes, centros de esparcimiento y de espectáculos se vieron obligados a cerrar a consecuencia de la inmovilidad. Artistas ejecutantes como músicos, actores y bailarines, cuya actividad principal es, precisamente, presentarse ante grupos numerosos de personas, en el mejor de los casos, dejaron de ejercer su oficio para dedicarse a actividades ajenas a su convicción, pero necesarias para la subsistencia, cuando la mayoría literalmente se quedaron en el desempleo y el abandono no sólo del gobierno, sino de la sociedad en general, sin que hubiera opciones reales y redituables que les permitieran no sólo realizarse profesionalmente, sino brindar espectáculos que satisficieran la necesidad por disfrutar del arte.

Mientras la cotidianidad abruma a millones de seres humanos en el orbe, ante las secuelas producidas por el encierro obligado. Los noticieros y las notas de medios impresos y digitales se ocupan de las declaraciones y actividades de “personajes relevantes”, sin destacar –de forma relevante– la grave situación que la mayoría de las personas padece de forma cotidiana y que, como individuos y familias, trastoca considerablemente su desarrollo y pone un escenario hostil para su por venir.

Este año, desgraciadamente, la humanidad se mostró en una de sus facetas más crueles: la deshumanización atizada por indiferencia e indolencia sociales, que no es otra cosa que la exacerbación del individualismo materializada en un egoísmo ramplón, que deja de manifiesta la inexistencia de una solidaridad y sensibilidad social. Por ello y con motivo de estas fechas, considero importante reflexionar sobre la necesidad de reencontrarnos y materializar la hermandad que se manifiesta durante los festejos por el fin de año.

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